Por qué no debemos regodearnos cuando un líder cae

KEITH A. EVANS
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso


John Owen, un puritano inglés del siglo XVII, tuvo la oportunidad de predicar ante el Parlamento el día después de que el rey Carlos I fuera ejecutado por traición. Owen era un ministro que se había puesto del lado del Parlamento y en contra del rey. Pensarías que cuando tuvo la oportunidad de dirigirse a sus compañeros partidarios el día después de una gran «victoria» como esta, levantaría la bandera del partido y se regocijaría, ¿verdad?

Owen no solo guardó silencio sobre los acontecimientos del día anterior, sino que ni siquiera los mencionó, ni una sola referencia. En su lugar, Owen predicó arrepentimiento y humildad.

La moderación santa de Owen nos instruye. Cuando los líderes caen, podemos caer en la tentación de regodearnos. Pero hay una diferencia entre regodearse, es decir, alegrarse de la desgracia ajena, y alegrarse de que Dios venza el mal. Regodearse es contrario a los deseos de Dios. Él «no se complace en la muerte del impío», sino que prefiere que se aparte de su mal camino y viva (Ez 33:11). Sin embargo, cuando Dios responde a las oraciones para que la maldad sea expuesta y eliminada, ¿es apropiado alegrarse de la caída de otros? Ciertamente, es apropiado dar gracias a Dios cuando ha tratado con justicia los males, pero alegrarse de la muerte de otro no debería ser una de las respuestas de los justos.

Lamenta la destrucción de un enemigo

Nos encontramos con una situación similar a la de Owen en 2 Samuel 1, cuando el rey Saúl recibe por fin su merecido final.

David, el rey legítimo y ungido del pueblo de Dios, recibe la noticia de la muerte de Saúl a manos de los filisteos días después de que ocurriera. El hombre según el corazón de Dios había sido maltratado y abusado por la figura del anticristo del Antiguo Testamento durante lo que parecía toda una vida, pero David no se regocija con la noticia de la muerte de su opresor. Todo lo contrario. El rey legítimo se rasga las vestiduras, ayuna y llora la muerte de aquel a quien el Señor ungió una vez. Parece una escena extraña dada la historia de David con Saúl.

David, así como Owen, ejemplifica una respuesta mejor que celebrar la destrucción de hombres pecadores que una vez profesaron pertenecer al pueblo del Señor. Proverbios 24:17-18 nos aconseja: 

No te regocijes cuando caiga tu enemigo,
Y no se alegre tu corazón cuando tropiece;
No sea que el SEÑOR lo vea y le desagrade,
Y aparte de él Su ira.

Vence el mal con el bien

Estas son palabras sobrias de advertencia. Nuestro llamado es a nunca regodearnos sobre nuestros enemigos, aun cuando el Señor lleve a cabo Su justo juicio.

Nuestro llamado es a nunca regodearnos sobre nuestros enemigos, aun cuando el Señor lleve a cabo Su justo juicio

¿No oímos el eco de la sabiduría de Salomón cuando aparece en Romanos 12? Pablo cita Proverbios y lo aplica diciendo: «Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien» (vv. 20-21).

Las Escrituras nos llaman a un equilibrio interesante. Pablo nos dice que no busquemos nuestra propia venganza, pues solo Dios venga. Luego redobla la apuesta al decirnos que hagamos el bien a nuestros enemigos, para que podamos acumular más juicio sobre los malvados. Cuando hacemos el bien a nuestros enemigos, estamos demostrando la misma benevolencia general que nuestro Padre celestial tiene tanto con los justos como con los malvados (Mt 5:45), y como revelan Romanos 12 y Proverbios 24, si continuamos hablando lo que es verdadero, justo y pacífico, tal postura aumenta el juicio terrenal sobre los malvados.

Guarda el testimonio de la iglesia

Pero hay otra razón por la que David no levantó la bandera de celebración por la caída de Saúl: no quería que los enemigos del Señor también se regodearan. Cuando David lamenta la muerte de su malvado opresor, dice: «No lo anuncien en Gat, / No lo proclamen en las calles de Ascalón». Continúa dándonos la razón: «Para que no se regocijen las hijas de los filisteos, / Para que no se alegren las hijas de los incircuncisos» (2 S 1:20).

Amigos, el mundo está observando a la iglesia, lo sepamos o no, lo parezca o no. El mundo lo único que quiere es que se descubra que la iglesia es falsa. Así que cuando el pueblo de Dios no parece diferente de los líderes del mundo, los enemigos de la cruz se burlan. David, por lo tanto, se está distanciando del regodeo mundano para que no se le vea como cómplice, o incluso uniéndose de común acuerdo con los incrédulos, en la celebración del derribo del pueblo de Dios.

Deberíamos entristecernos cuando los líderes eligen el camino equivocado (2 S 1:2124). Se les ofreció libremente un camino diferente, pero optaron por el camino ancho y fácil. Aunque sigamos oyendo noticias de cómo han caído los poderosos, no nos regocijemos en su ruina.

En su lugar, como Cristo en la cruz, devolvamos bien por mal (Sal 109:5Lc 23:34). Arrepintámonos de que este desenlace haya sido necesario. Examinemos nuestros propios corazones y caminemos en arrepentimiento personal y humilde confianza en el Señor Jesús. Mientras tanto, no lo anuncies en Gat.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.


 

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