Gentileza cristiana radical en una era de indignación adictiva

GEORGE MARSDEN
Coalición por el Evangelio
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La ira es una de las emociones humanas más seductoras. Contraatacar es la gran tentación cuando nos sentimos heridos, amenazados u ofendidos. Queremos responder con la misma moneda, dar tanto como recibimos. Especialmente si estamos enojados por lo que consideramos una causa justa, es probable que queramos levantarnos y luchar por lo que es correcto.

Dado que vivimos en una época marcada por la ira, el agravio y el resentimiento, incluso entre cristianos, es especialmente útil dar un paso atrás y escuchar la sabiduría de Jonathan Edwards sobre este tema. Aunque vivió en una época muy diferente a la nuestra, con frecuencia se encontró con estos rasgos humanos perennes, incluso entre los feligreses de las iglesias coloniales de Nueva Inglaterra.

En un pasaje sorprendente, aunque muchas veces descuidado, del libro Los afectos religiosos, Edwards insiste en que un rasgo esencial de todo cristiano verdadero es «el espíritu y el temperamento como de cordero y paloma de Jesucristo». Presenta este punto como un elemento fundamental de la fe. Insiste en que las pruebas de las Escrituras son «muy abundantes» en demostrar que tales rasgos son marcas esenciales de los cristianos verdaderos.

La visión gentil de las Escrituras

En el corazón del evangelio están las enseñanzas radicales de Jesús en el Sermón del monte, donde se afirma que la bienaventuranza se encuentra en los mansos, los misericordiosos y los que se hacen como niños pequeños.

Un rasgo esencial de todo cristiano verdadero es «el espíritu y el temperamento como de cordero y paloma de Jesucristo»

De la misma manera, Pablo exhorta repetidamente a los elegidos a tales virtudes, como en Colosenses 3:12-13, donde exhorta a la «compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose». O en 1 Corintios 13, donde rasgos similares de humildad y deferencia hacia los demás figuran entre los rasgos de la caridad verdadera. O el «fruto del espíritu», que incluye «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio» (Gá 5:22-23).

Estos son algunos de los aspectos bíblicos más conocidos, pero Edwards ofrece página tras página de textos de las Escrituras que muestran que estas no son solo las características de Cristo, sino que deberían ser evidentes en cualquiera que esté «en Cristo».

Nuestro impulso militarista

La firmeza inflexible de Edwards en este punto es especialmente necesaria hoy en día, porque en gran parte del evangelicalismo rara vez se enfatiza, y mucho menos se insiste en ello. Cuando se habla de cristianos «evangélicos», rara vez se piensa en estas cualidades. Los segmentos reformados del mundo evangélico generalmente no han sido excepciones. No es que estas enseñanzas bíblicas falten por completo, pero las implicaciones radicalmente amables y pacíficas de nuestra nueva naturaleza rara vez se acentúan, como lo hace Edwards, a modo de marcas esenciales de los cristianos verdaderos.

Muchos evangélicos del siglo XXI han sido moldeados en parte por la herencia fundamentalista del siglo XX. Los fundamentalistas, con un celo comprensible por defender lo esencial de la fe tradicional, presentaban típicamente su preocupación como una causa de militancia. Hicieron hincapié en las imágenes de guerra que aparecen en la Biblia, aplicándolas a la lucha contra el liberalismo y muchas tendencias culturales modernas. La indignación ante tales tendencias podía conducir a menudo a la ira contra quienes socavaban la enseñanza tradicional. La indignación justificada era a menudo una herramienta eficaz para movilizar a los cristianos en defensa de la fe.

En muchas iglesias evangélicas, incluso en las que se han alejado del fundamentalismo clásico, persiste ese énfasis en la actitud combativa. Incluso algunas de las iglesias reformadas, las que más han celebrado a Edwards, también han celebrado la militancia varonil de forma contraria a lo que Edwards considera una cualidad esencial de un auténtico hijo de Dios.

Más ampliamente, vivimos en una época en la que las redes sociales dan una inmensa importancia al cultivo de la ira y la indignación. Vivimos una pandemia de indignación adictiva que se extiende sin control en Internet. Las hostilidades políticas polarizadas han empeorado la situación, y los cristianos de todo tipo, ya sean de derechas o de izquierdas, difícilmente son inmunes. El énfasis de Edwards en «el espíritu y temperamento como de cordero y paloma de Jesucristo» quizá se necesite hoy con más urgencia que nunca.

¿Qué pasa con la fortaleza cristiana?

Edwards se anticipa a algunos que objetarán que también hay lugar para «la fortaleza cristiana y la valentía por Cristo, siendo buenos soldados en la guerra cristiana, y saliendo audazmente contra los enemigos de Cristo y de Su pueblo». En efecto, admite que hay lugar para la fortaleza y la valentía en la guerra literal. Pero añade inmediatamente que «muchas personas parecen estar muy equivocadas sobre la naturaleza de la fortaleza cristiana» cuando hacen de las actitudes feroces y brutales de la guerra humana un modelo para las actitudes cristianas en general.

Cristo podría haber resistido a Sus opresores con la ferocidad de un león rugiente. Sin embargo, mostró Su valor como un cordero manso

«Aunque la fortaleza cristiana aparece, en resistir y contrarrestar a los enemigos que están fuera de nosotros», reconoce, «sin embargo, aparece mucho más, en resistir y suprimir a los enemigos que están dentro de nosotros». Estos enemigos son el orgullo y el enaltecimiento propio, opuestos a «la mansedumbre, la dulzura y la benevolencia de mente». Como dice Proverbios 16:32: «Mejor es el lento para la ira que el poderoso, / Y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad».

Cuando pensamos en la «guerra cristiana» como una de las metáforas que deben conformar la vida del cristiano, dice Edwards, también debemos pensar en nuestro capitán Jesucristo como el modelo para llevar a cabo esa guerra. Cristo podría haber resistido a Sus opresores con la ferocidad de un león rugiente. Sin embargo, mostró Su valor como un cordero manso. Si hemos de seguir a Cristo en audacia y valor, no debe ser…

…en el ejercicio de pasiones ardientes; ni en discursos feroces y violentos, ni declamando con vehemencia contra otros, ni gritando de la maldad intolerable de los opositores, dándoles en términos claros lo que se merecen; sino en no abrir Su boca cuando se está afligido y oprimido, en ir como un cordero al matadero, y como una oveja ante sus trasquiladores, está mudo; no abriendo Su boca, orando para que el Padre perdone a Sus crueles enemigos, porque no sabían lo que hacían.

Edwards admite que algunos cristianos verdaderos pueden tener un temperamento naturalmente difícil y un espíritu contrario, de modo que a veces actúan en contra de la naturaleza como de cordero de Cristo. Él declara:

Pero esto afirmo y afirmaré hasta que niegue que la Biblia valga algo, que todo lo que en los cristianos pertenece al verdadero cristianismo es de esta tendencia y obra de esta manera: y que no hay verdadero cristiano en la tierra, sino el que está tan bajo el poder prevaleciente de tal espíritu, que es propiamente denominado por él, y este es verdadera y justamente su carácter.

Al final del día, Edwards insiste en que todos los cristianos verdaderos están dominados por rasgos semejantes a los de Cristo.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.
Nota del editor: 

Este artículo es una adaptación de An Infinite Fountain of Light: Jonathan Edwards for the Twenty-First Century, de George Marsden (IVP Academic, junio de 2023).


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