LOS QUE SE VAN, LOS QUE SE QUEDAN
Por: Luis Caccia Guerra
“A la gente se la conoce no tanto por cómo llega. A la gente se la
conoce más por cómo se va”.
Este pensamiento que ha estado
dando vueltas por las redes, en verdad ignoro de quién es y cuál sería el
trasfondo y la intención original de quien lo escribió.
Pero puede que tenga mucha
razón.
Hace años y con mucho dolor
abandoné la iglesia en la que experimenté mi primer amor con Jesús, donde hice
mis primeros pasos en el ministerio. Me convertí entonces, en el peor de los creyentes. Hubo hermanos que me retiraron
el saludo en la calle y amados amigos que si querían verme, tenían que venir a
casa a escondidas del pastor… Me costó años recuperarme del trauma, de la
culpa, de la vergüenza. Hoy, esa comunidad ha cerrado sus puertas como iglesia
y el edificio está en venta.
No importa si es su primera
experiencia con Cristo o si ya es creyente y proviene de otra comunidad; cuando
una persona llega a una iglesia, es
porque tiene necesidades espirituales. Cuando esa misma persona se va, lo
hace exactamente por las mismas razones por las que llegó: porque tiene necesidades espirituales. Circunstancias: miles.
Razones: se reducen a sólo esa.
Con frecuencia se tiende a
demonizar al que se va. Hay comunidades que actúan con ellos como si no les hicieran
falta e instan a otros a no hablarles ni ir en su búsqueda. Es más, a veces ni
siquiera son necesarias las palabras
para conseguir esto último. Con no nombrarlo más, con simplemente ningunear, desconocer
su ministerio y convertirlo en un ignoto, es suficiente. Y por supuesto: la
culpa siempre es del que se va.
Pero… ¿SIEMPRE tiene que ser así?
Son muchas las circunstancias por las que las personas abandonan una iglesia. Pero no todos resultan ser la semilla que cayó en el camino o la semilla que ahogaron los espinos (Parábola del sembrador, Mateo cap.13).
No perdamos de vista que el
que recibió gracia y perdón en la parábola del hijo pródigo (Lucas cap.15) fue
el menor y el arrepentido; no el hijo mayor, el que no se fue e hizo todo bien.
El mayor tenía más experiencia, más conocimientos, más responsabilidades; en lo
físico, en lo espiritual y en lo económico; para con el padre y para con la
familia; justamente por ser EL HERMANO
MAYOR. Pero la conducta para con su hermano menor, en la historia que Jesús
nos presenta, reveló a las claras que estaba más cerca de la casa que del
corazón del padre.
EL HERMANO MAYOR que al fin y al cabo, resulta estar más cerca de la iglesia que del cielo.
Habida cuenta de que cada vez
que decimos algo del otro, en verdad estamos revelando mucho más acerca de
nosotros mismos que lo que pretendemos decir del otro; no vaya a ser cosa que nuestros
dichos vengan a ser certificado de nuestra propia incapacidad e ineptitud para
ayudar al otro con sus necesidades espirituales.
Así pues, el que cree estar firme, tenga cuidado de no caer.
(I Corintios 10:12 DHH)
… sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo.
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