SEÑOR!! ¿DÓNDE ESTÁS???

Por: Luis Caccia Guerra



Los tiempos de bonanza se van disipando. Sientes que la noche va cayendo sobre tu vida. Lo que hasta hace unos días era un cálido día de sol, ahora se va tornando frío y gris. Densos nubarrones asoman en tu cielo.

Y no puedes hacer nada para evitarlo. Las malas noticias comienzan a llegar. Buenas relaciones se empiezan a deteriorar; amores que se esfuman; proyectos que se estancan; sueños que se desmoronan; el sentimiento de derrota y fracaso que no se puede eludir; y los pronósticos de vida anuncian los cuatro jinetes del apocalipsis. De repente, estás en medio de un desierto sin saber para dónde tomar, o llegaste a un callejón sin salida.

Entonces, clamas desesperadamente al Señor por ayuda.

Sin respuestas… o lo que es aún más desalentador, las cosas lejos de ponerse mejor, empeoran. Como si haber clamado, en lugar de ayudar, sólo hubiera traído más tribulación y desdicha a tu vida. Estás solo. Sientes que Dios te dio la espalda, escondió su rostro de ti. Entonces, los fantasmas de la desdicha, la tristeza, la amargura, la convicción de fracaso, la decepción y la desconfianza hacen estragos. Aparece el miedo y la incertidumbre y los filisteos simplemente se salen con la suya. Un compañero de trabajo que te hace la vida imposible, un vecino que te roba la paz, un pariente que te quita tu herencia… y la salud que se quebranta.

Alguien dijo: a muchos nos gusta la historia de Job… hasta que nos toca ser Job. Con la diferencia de que Job fue considerado varón bueno y recto delante de los ojos de Dios. Entonces, versículos que eran pilares, que marcaban rumbo en tu vida, de repente se vuelven incomprensibles y ya no tienen mucho sentido.  Las porciones de las Escrituras que te servían de estímulo, aliento, que marcaban rumbo en tu vida,  hoy ya no lo son tanto.

¿No te has sentido así alguna vez?

Entonces… ¿qué hacemos con esto?

Porque si ya teníamos un problema o un atado de ellos… ahora tenemos otro más: la confianza y la fe hechas añicos.

Alguien dijo: durante esta cuarentena, nunca he pecado tanto como este año. Ni más ni menos: comienzas entonces con una mirada introspectiva, hacia lo profundo de tu corazón y encuentras hábitos que no son saludables ni edificantes; que como la mosca a la telaraña te has ido acercando a la trampa del pecado peligrosamente cada vez más. Que esas “licencias” que te tomaste al principio, hoy son tantas y están tan enquistadas en tu corazón que cuesta distinguirlas e identificarlas como lo que realmente son:  “pecado”. Te das cuenta de que has estado rodando cuesta abajo en la pendiente, y no lo sabías. Entonces, Dios tiene que sacudirte, sacarte de la zona de bonanza, de la zona de confort en la que te habías instalado para pecar, para que reacciones.

En los dispositivos digitales, existe lo que se llama “feed-back”. Son secuencias de bits de retorno que le avisan o notifican al programa en qué estado se encuentra el dispositivo; si está encendido o apagado, si está ocupado o disponible, si está activo o desactivado, etc. Cuando ese pack de bits se pierde, el sistema deja de enviar información y se detiene o falla. 

Aquí es más o menos lo mismo: nos vamos adentrando lentamente en los malos hábitos, pero mientras tenemos el punto de referencia a la vista, podemos retornar. Mientras a la luz de las Escrituras aún conservamos algo de discernimiento podemos distinguir lo que está mal de lo que está bien, tomar la decisión y saber por dónde volver. Desandar el camino mal hecho. Pero cuando perdemos ese “retorno” ya lo que antes era malo ahora ya no lo es tanto o directamente no lo es. Y lo que antes era bueno y edificante para nosotros ahora ya no lo es tanto o se ha tornado aburrido y sin sentido. Crisis de valores se llama en la práctica. Perdimos el “feed-back” y ahora todo falla. Es ahí donde interviene El que nos programó, y pone el dedo en el botón “reset” para que todo reinicie y se vuelva a cargar correctamente. Y eso es doloroso, muy doloroso. Tanto más doloroso cuanto más alejados y extraviados estuvimos.

Dios tiene propósitos para ti y para mí, para todos nosotros. Y no va a permitir que lo echemos  a perder. 

No todo lo malo que nos pasa es consecuencia del pecado, claro está. Pero si la prueba te acerca más a Dios, entonces, es de Dios. Comienza por darle las gracias. Arrepiéntete, pide perdón a Dios y toma la decisión de abandonar el mal camino que venías andando. ABANDÓNATE A DIOS SIN RESISTENCIAS. Dios hará el resto. Dios se conmueve ante un corazón contrito y humillado.

 

Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo. 

(II Timoteo 2:3-7 RVR1960)

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