EN LOS PLANES DE DIOS...

Por: Luis Caccia Guerra


 


 

 

“Las extrañas, repentinas y breves apariciones de Elías, su coraje inconquistable y celo ardiente, el brillo de sus triunfos, lo patético de su desánimo, la gloria de su partida, y la tranquila calma de su reaparición con Jesús en la montaña de la transfiguración (Mateo 17:3-4; Marcos 9:4; Lucas 9: 30-33) le hacen uno de los personajes más grandes que dio Israel.” (Manual Bíblico Halley)

“Paren el mundo! Me quiero bajar!” La frase es de nuestro genial Quino, quien ya no se encuentra entre nosotros; y le dio vida a través de esa personita inquieta y vivaracha, esa “hija de la vida” que resultó ser Mafalda.

Hay personas que parece que tienen un título de propiedad de buenos momentos. ¿Que cómo hacen? No tengo la menor idea. Nunca pertenecí a ese grupo. Es más; cuando los problemas agobian, cuando en el límite del agotamiento, ya perdí la cuenta de las veces que dije: “Paren el mundo, me quiero bajar!” Si pudiera tomarme el primer bondi que salga para la Luna, lo haría con gusto para nunca más volver. ¿No te has sentido así, alguna vez?

Hace tiempo, me encontraba deprimido, muy abatido; por lo que recurrí a un amigo que casi siempre me “saca del agua”. Cuando llegué a su casa, no me fue difícil percatarme de que él estaba pasando por una situación angustiosa y compleja. Tampoco me fue tan difícil darme cuenta que justamente era yo quien venía con los medios para ayudarlo. ¡Había ido en busca de un milagro para mí y resultó que el milagro lo venía trayendo yo mismo!

En I Reyes cap. 17 encontramos a Elías huyendo del rey Acab, y Dios lo envía a una viuda en Sarepta, para que le dé de comer. Complicada la situación de la viuda, un hijo que alimentar, sin esposo y sin recursos, esperando dejarse morir. Y “sobre llovido, mojado”, le aparece de en medio del desierto, un comensal. En esos tiempos, el sustento de las mujeres de la casa era el trabajo del hombre, de su hombre. Por lo cual, cuando éste desaparecía las viudas quedaban en una situación no sólo de duelo por la pérdida, sino también de desamparo.

En el mismo libro encontramos también a un ángel proveyéndole agua y alimento a Elías, por lo que Dios podría haber mandado un ejército de ellos para darle de comer, si así lo hubiese querido. Pero, no. Lo envía a la persona menos indicada y en el lugar menos indicado del planeta (I Reyes 17:12). Es que esta vez, en los planes de Dios, no era Elías el que necesitaba un milagro. Era la viuda la que necesitaba ese milagro.

A veces, estamos donde estamos y con quien estamos; con nuestro precario campo de visión a nivel de nuestras propias circunstancias y buscando nuestro propio milagro, sin poder discernir que en los planes de Dios, los portadores de ese milagro somos nosotros mismos.

Así funciona. Así es Dios.

 

Si dijere:  Ciertamente las tinieblas me encubrirán;

Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.

(Salmos 139:11 RV60)

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