EN LOS PLANES DE DIOS...
“Las extrañas, repentinas y breves apariciones de Elías, su coraje
inconquistable y celo ardiente, el brillo de sus triunfos, lo patético de su
desánimo, la gloria de su partida, y la tranquila calma de su reaparición con
Jesús en la montaña de la transfiguración (Mateo 17:3-4; Marcos 9:4; Lucas 9:
30-33) le hacen uno de los personajes más grandes que dio Israel.” (Manual
Bíblico Halley)
“Paren el mundo! Me quiero bajar!” La frase es de nuestro genial
Quino, quien ya no se encuentra entre nosotros; y le dio vida a través de esa
personita inquieta y vivaracha, esa “hija de la vida” que resultó ser Mafalda.
Hay personas que parece que
tienen un título de propiedad de buenos momentos. ¿Que cómo hacen? No tengo la
menor idea. Nunca pertenecí a ese grupo. Es más; cuando los problemas agobian,
cuando en el límite del agotamiento, ya perdí la cuenta de las veces que dije: “Paren el mundo, me quiero bajar!” Si
pudiera tomarme el primer bondi que salga para la Luna, lo haría con gusto para
nunca más volver. ¿No te has sentido así, alguna vez?
Hace tiempo, me encontraba
deprimido, muy abatido; por lo que recurrí a un amigo que casi siempre me “saca
del agua”. Cuando llegué a su casa, no me fue difícil percatarme de que él
estaba pasando por una situación angustiosa y compleja. Tampoco me fue tan
difícil darme cuenta que justamente era yo quien venía con los medios para
ayudarlo. ¡Había ido en busca de un milagro para mí y resultó que el milagro lo
venía trayendo yo mismo!
En I Reyes cap. 17 encontramos
a Elías huyendo del rey Acab, y Dios lo envía a una viuda en Sarepta, para que
le dé de comer. Complicada la situación de la viuda, un hijo que alimentar, sin
esposo y sin recursos, esperando dejarse morir. Y “sobre llovido, mojado”, le
aparece de en medio del desierto, un comensal. En esos tiempos, el sustento de
las mujeres de la casa era el trabajo del hombre, de su hombre. Por lo cual,
cuando éste desaparecía las viudas quedaban en una situación no sólo de duelo
por la pérdida, sino también de desamparo.
En el mismo libro encontramos
también a un ángel proveyéndole agua y alimento a Elías, por lo que Dios podría
haber mandado un ejército de ellos para darle de comer, si así lo hubiese
querido. Pero, no. Lo envía a la persona menos indicada y en el lugar menos
indicado del planeta (I Reyes 17:12). Es que esta vez, en los planes de Dios,
no era Elías el que necesitaba un milagro. Era la viuda la que necesitaba ese
milagro.
A veces, estamos donde estamos
y con quien estamos; con nuestro precario campo de visión a nivel de nuestras
propias circunstancias y buscando nuestro propio milagro, sin poder discernir
que en los planes de Dios, los portadores de ese milagro somos nosotros mismos.
Así funciona. Así es Dios.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
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