LECCIONES DE PANDEMIA: TIEMPO PERDIDO...
Ministerio La Catapulta
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Publicado con permiso
Indudablemente, todos nos vamos a morir…
La pregunta no es cómo o cuándo moriremos, gracias a Dios no lo sabemos y llegará cuando llegue.
Pero mientras tanto, esta pandemia no sólo nos mostró nuestra fragilidad. Hoy estamos, mañana ya no – cómo lo vimos en la publicación anterior –. Sino que también nos mostró cuánto tiempo hemos perdido en lo que no se debe.
En este tiempo hemos extrañado a nuestros parientes y amigos en nuestra mesa. ¿Cuántas oportunidades tuvimos para invitarlos aún más antes y no lo hicimos? ¿Cuánto anhelamos estar juntos y disfrutar de la compañía de otros, de las carcajadas, las historias y la comida juntos?
Antes, a veces escogíamos no asistir a la iglesia, simplemente porque sí. Hoy, anhelamos no sólo llegar, sino todo lo que pasa en ese punto de comunión, en donde juntos adoramos a Dios, recibimos la predicación de su palabra y nos edificamos unos a otros.
Sí, lo virtual es importante. Pero jamás podrá reemplazar el toque físico necesario para la vida. Jamás suplantará ese abrazo, ese caminar en un parqueo y encontrarse desde allí a los amigos y compartir juntos. El estar en el lobby de la iglesia compartiendo con aquellos encuentros inesperados con amigos de años y amistades nuevas, que en el antes y después de las reuniones en la iglesia surgen.
¿Cuánto tiempo hemos perdido en lo que no se debe? No por fuerza en cosas que son malas, sino en cosas buenas, pero cuando habían cosas aún mejores a las que pudimos dedicar nuestro tiempo.
Esta mujer que perdió a su esposo hace unos años lo ponía bien claro. “Hoy tenemos el dinero y los sueños que el dinero podía darnos. Pero no lo tenemos a él. A casi dos años de la fecha en que se quería retirar, partió a la presencia del Señor. Pudimos haber disfrutado más y trabajado menos.”
Perdemos el tiempo, a veces en cosas buenas, cuando hay cosas mejores. Pero no nos perdemos sólo en cosas, también nos perdemos en emociones que en nada edifican o construyen. La falta de perdón es una de ellas o el vivir en amargura o con indiferencia eterna hacia los demás. El vivir en enojo porque no nos ha ido como queremos. ¿Cuántas emociones que nos llevan a perder el tiempo y a dejar de disfrutar el hoy?
El sabio Salomón, ese tercer rey de Israel, el maestro, como se autodenomina en el libro de Eclesiastés, resume en dos categorías lo que debe llevarnos a redimir el tiempo. Lo que debe tener nuestras energías en esta tierra en donde nuestros días son contados.
Él no llegó a esta conclusión a la ligera. Se dio a todo. Al alcohol, a los logros, al estudio, al placer, no le negó a sus ojos ningún deseo, ni privó su corazón de placer alguno. Y aún así, llegó a la conclusión que, sin Dios en esta vida, todo es correr tras el viento. Pero ¿Qué debemos hacer y a qué debemos dedicarnos con todas nuestras energías”
“Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva”. La Biblia en “Eclesiastés 3:12
El agua que ha pasado bajo el río, ya pasó. El tiempo perdido, que quede atrás. Pero vea hacia delante. Alégrese y haga el bien. Tome nota, alegrarse y hacer el bien es algo de lo que usted y yo somos responsables.
Ni sus abuelos, ni sus papás, ni su pareja, ni sus amigos, ni sus jefes son responsables de que usted se alegre y de que usted haga el bien. Usted y yo no somos el centro de nada. Claro está como veremos en las próximas publicaciones, que no existe el ser perfecto, sino Dios. Usted y yo somos pecadores. Hemos pecado y mucho. Y por eso necesitamos un Salvador.
¿Cómo se ve la vida de una persona que se alegra y hace el bien mientras viva? Esta es una persona dichosa. Y esa dicha no proviene sólo de mi decisión. Esta dicha proviene de Dios. Es un regalo que Dios otorga a aquel que se arrepiente de sus pecados y cree en su hijo Jesús para salvación. Que cree en Jesús como su paz ante la ira santa de Dios por nuestro pecado.
Es que la alegría de Dios, permanece a pesar de lo malo que viene. No depende de las circunstancias, sino del dueño de las circunstancias y de nuestro futuro eterno y seguro en él. Esto, a pesar de lo que pueda venir.
“Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios? En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!” La Biblia en Eclesiastés 2:24 al 26
Un regalo de Dios es que el ser humano coma, beba y disfrute de todos sus afanes. Alegrarnos y hacer el bien mientras vivamos es nuestra responsabilidad. Es un compromiso nuestro ante el regalo de la vida que Dios nos ha dado y la forma en que podemos adorarle.
Las sonrisas son adoración, cuando el corazón tiene la paz con Dios y la paz de Dios, el rostro de todo pecador arrepentido se transforma. El corazón con gozo, se manifiesta en sonrisas. Estas sonrisas a su vez, son las que iluminan el rostro de otros. Sonrisas que en ocasiones pasan de una sonrisa a una erupción de carcajada. No resultado del chiste sarcástico de alguien, sino del gozo de vivir y hace el bien, en comunidad.
Esto seguiremos viendo en las siguientes publicaciones ¿Cómo es que podemos vivir con alegría en esta tierra? Sí, incluso ante los afanes, con la pareja, con la comida, con el trabajo y mucho más.
Alégrese y haga el bien mientras viva…
¿Qué se le ocurre?
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