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Como perro rabioso

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Por: Luis Caccia Guerra El término “ hidrofobia” con el que se denomina la comúnmente enfermedad conocida como “rabia” proviene del griego, donde se combinan las palabras hydrós (agua), y fobos (horror). Por tanto “hidrófobo” significa que tiene terror al agua. Es uno de los síntomas característicos de esta temible enfermedad en su fase intermedia, cuando ya no hay nada que hacer, sino esperar un rápido y progresivo deterioro del sistema nervioso central y una muerte terrible e inminente. La enfermedad comúnmente conocida como rabia, se caracteriza por una aversión anormal al agua. Es provocada por un virus típico de ciertos animales de sangre caliente, como el perro, el gato, el lobo, el murciélago y roedores como ratas, ratones y pericotes. Pero puede transmitirse al hombre si es mordido por un animal infectado. Este virus ataca el sistema nervioso central y si no se trata en forma urgente, termina provocando la muerte. Cuando una persona se contagia de hi

Valorado, Contenido, Cubierto

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Por: Luis Caccia Guerra Muy pocas veces en la vida pude apreciar, valga la redundancia, el “valor de ser valorado” en la justa medida, el valor de estar adecuadamente contenido; el valor de que mi vida, familia y ministerio puedan estar cubiertos por una poderosa oración intercesora. Si alguien me pidiera que me describiera a mí mismo en pocas palabras, diría: “Brillante estudiante en el ámbito académico; exitoso en el medio eclesiástico; pésimo jugador en el campo de la vida”. Y así es, ni más ni menos. No conozco, salvo alguna penosa contingencia en determinada época de mi vida, el fracaso estudiantil. Si sólo por lo académico fuera, mi vida siempre prometió bastante. En lo eclesiástico, si bien nunca fui capaz de echar raíces en ninguna iglesia y he formado parte de unas cuantas, en todas me puse a trabajar. Sin proponérmelo, llegué a ser director de música y alabanzas durante un importante congreso de Fundamentalismo Bautista en el que hubo invitados e igl

Relaciones rotas

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com A mediados del año 2000, fui convocado por una iglesia para realizar la multimedia de una presentación de Navidad. Después de meses de arduo trabajo, llegó el momento y esa semana de Navidad, regresó mi hermano Arnaldo (*) con su familia desde EUA. En los ’80 habíamos tenido algunos cruces y problemas entre nosotros en otra iglesia, sin embargo Nuestro Amado Dios quiso que esa tarde a pesar del tiempo y la distancia, nos volviéramos a encontrar en ese lugar. Luego de los saludos y pasado el momento del reencuentro, mi amado hermano no pudo con su genio y con diplomacia y sutileza, me pasó factura. En mi país, decimos “pasar factura” cuando alguien hace mención de alguna clase de “deuda”, que generalmente no se trata de dinero sino de alguna situación, perjuicio, agravio, cruce, entredicho u ofensa pasada, sin resolver. Bien es cierto que durante mis épocas de juventud fui un joven impulsivo y arrogante. Hice much

Dios lo hizo!

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Tengo un querido amigo desde hace muchos años. Nos conocimos en la iglesia. El era aún un niño y yo su joven maestro de la Escuela Dominical. El tiempo pasó, ninguno de los dos ya somos parte de aquella pequeña comunidad. Tomamos rumbos distintos, ambos crecimos y hoy somos adultos y padres de familia. Nuestra amistad sufrió algunos períodos de “freezer” y franco estancamiento. Sus padres aún viven, son gente de mucha vitalidad y muy activos en su comunidad. Con ellos también desarrollé una gran amistad y en mis épocas de joven maestro –aunque no lo saben, nunca se los dije– tuvieron un valioso e importante papel de contención con quien esto escribe. En aquella lejana época, como parte de la liturgia del domingo por la mañana, el pastor comenzó a leer un devocional que a principios de los ‘80 no se descargaba de Internet, sino elegido de un   librito que llegaba por correo. Luego de algunas semanas, me delegó

Una bendición cada día

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Y cuando el rocío cesó de descender,   he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda,   redonda,   menuda como una escarcha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel,   se dijeron unos a otros:   ¿Qué es esto?   porque no sabían qué era.   Entonces Moisés les dijo:   Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado:   Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer;   un gomer    por cabeza,   conforme al número de vuestras personas,   tomaréis cada uno para los que están en su tienda. Y los hijos de Israel lo hicieron así;   y recogieron unos más,   otros menos; y lo medían por gomer,   y no sobró al que había recogido mucho,   ni faltó al que había recogido poco;   cada uno recogió conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés:   Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas ellos no obedecieron a Moisés,   sino que algunos dejaron de ello para otro día,   y crió gusanos,   y

Creciendo en la Gracia

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Hubo una época en mi vida en que cada domingo a la mañana no pasaba un culto en la iglesia sin que yo tuviera que pedir perdón a alguien por algún motivo. Uno de esos tristes momentos, recuerdo, cayó justamente el día de mi cumpleaños. Aún permanece vívido en mi mente el recuerdo como si hubiese sido ayer. ¿Qué significaba eso? ¿Qué yo era el peor de todos y los demás perfectos, que nunca se equivocaban con nadie ni se tenían que humillar ni disculpar por nada? Eso es lo que al menos, parecía. Sin embargo si había una realidad, es que mi autoestima iba de mal en peor. Indudablemente, los otros también cometieron faltas contra mí, sólo que no lo reconocieron a tiempo o   debidamente. Si alguna vez reconocieron algo, lo hicieron a medias o con argumentos, pretendiendo alguna clase de negociación. “Reconozco que hice esto o aquello, pero tú también me has ofendido en esto, esto, esto otro, más esto y …” ¡largu

Construyendo murallas

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Jericó fue una importante ciudad del valle del Jordán, conocida como la ciudad de las palmeras (Deuteronomio 34:3). La ubicación geográfica de Jericó le favorecía el dominio sobre el bajo Jordán y de los pasos que conducían   a los montes del oeste, de tal modo que la única manera que los israelitas tenían de avanzar hacia Canaán, era pasando por Jericó, y no había otra forma de hacerlo sino tomando la ciudad. Pero para tomar la ciudad, había que traspasar sus murallas. Hoy en día esto parece sencillo de la mano de la tecnología militar. Tal vez unos cuantos cañonazos o un par de misiles hubiesen sido suficientes como para abrir una brecha para que la infantería pudiera pasar e invadir la ciudad. Pero en aquella época, no se disponía de tal artillería ni de la maquinaria militar apta para semejante empresa. De tal manera que después de una semana de dar vueltas a la ciudad, los sacerdotes portando el Arca y al son