Un tipo diferente de gloria: Jesús es más que un nuevo Moisés

PATRICK SCHREINER
Coalición por el Evangelio
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«¿Quién es Jesús?»

Los primeros cristianos elaboraron varias afirmaciones sobre la identidad de Jesús y afirmaron que no debemos decir meramente una cosa sobre Él, sino dos: Jesús es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Incluso los enfoques bienintencionados pueden enfatizar una de estas verdades e implícitamente restar importancia a la otra.

Por ejemplo, la teología bíblica nos ayuda a ver a Cristo en toda la historia de las Escrituras. Muchos personajes del Antiguo Testamento sirven como tipos que nos ayudan a comprender al Mesías que había de venir. Jesús es el nuevo y mejor Adán, el nuevo y mejor David, y el nuevo y mejor Moisés. Pero si no tenemos cuidado, podemos dejar de reconocer las diferencias fundamentales entre esos hombres y el Hombre mucho más grande al que sus vidas señalaban.

En algunos sentidos, Jesús es un nuevo Moisés: hay aspectos paralelos en sus vidas. Por ejemplo, en la transfiguración Jesús, al igual que Moisés, sube a una montaña después de seis días, desciende una nube, Su rostro resplandece y una voz habla desde la nube. Sin embargo, ver a Jesús simplemente como el nuevo Moisés pasa por alto algo importante. El relato de la transfiguración (Mt 17:1-13Mr 9:2-13Lc 9:28-35) revela tres diferencias clave que nos ayudan a ver las distinciones radicales entre Moisés y Jesús.

1. Sus rostros resplandecientes

Tanto Moisés como Jesús ascienden a una montaña y sus rostros resplandecen. Después de encontrarse con el Señor, Moisés tuvo que velar su rostro radiante porque era demasiado brillante para que los israelitas pudieran soportarlo (Ex 34:35). La luz de la gloria de Dios era tan poderosa que alteró su apariencia. Del mismo modo, cuando Jesús sube a la montaña, Mateo dice que el rostro de Jesús resplandecía como el sol (Mt 17:2).

Sin embargo, la gloria de Jesús es de naturaleza diferente a la de Moisés. El rostro de Moisés resplandecía porque reflejaba la gloria de Otro; el rostro de Jesús resplandecía por Su propia gloria. El rostro de Moisés resplandecía por su proximidad a Yahvé; el rostro de Jesús resplandecía porque Él es Yahvé. Jesús es «el resplandor de Su gloria» (He 1:3).

Moisés ascendió para encontrarse con Yahvé; Jesús es Yahvé y no solo ascendió hacia la montaña, sino que descendió a la montaña

Dicho de otro modo, Moisés se transfigura cuando sube al monte Sinaí. Mientras que Jesús se transfigura como ser humano, Jesús como Dios no recibe nada ni cambia en nada. Esta gloria era Suya y siempre lo es. Jesús es como Moisés. Pero también es distinto a él. Moisés ascendió para encontrarse con Yahvé; Jesús es Yahvé y no solo ascendió hacia la montaña, sino que descendió a la montaña.

2. “Este es Mi hijo”

Las alusiones a Moisés se confirman en la transfiguración, cuando aparece Moisés mismo (Mt 17:3Mr 9:4Lc 9:30). Pedro responde sugiriendo que debería construir tres tiendas: una para Moisés, otra para Elías y otra para Jesús. Sin embargo, Lucas dice que Pedro no sabía lo que decía (Lc 9:33) y Marcos dice que los discípulos estaban aterrorizados (Mr 9:6). Pedro estaba equivocado.

La narración lo deja claro cuando la voz del Padre habla desde la nube para interrumpir a Pedro y corregirle. El error de Pedro comienza con el número de tiendas que ofrece hacer. Cuando Moisés y Elías se retiran, la voz señala que Jesús es el único: «Este es Mi Hijo amado».

La voz del Padre afirma así que Jesús no está en un triunvirato de iguales con Moisés y Elías. Él es exclusivo. Ni siquiera el anterior reconocimiento de Jesús como el Mesías por parte de Pedro va lo suficientemente lejos (Mt 16:16Mr 8:29). Pedro malinterpreta la relación entre Moisés, Elías y Jesús. Intenta poner a Jesús al mismo nivel que los hombres. Dios no lo permite. La voz del cielo lo deja claro: Jesús no es igual a Moisés y Elías; es muy superior. Él es el Hijo singular. Moisés era un siervo, pero Jesús merece más gloria porque es el Hijo.

3. “Óiganlo a Él”

Solo hay un imperativo en el relato de la transfiguración. La voz de los cielos dice a los discípulos: «Óiganlo a Él» (Mt 17:5Mr 9:7Lc 9:35). Como muchos han señalado con razón, esto alude a algo dicho a Moisés en Deuteronomio 18:15: «Un profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará el Señor tu Dios; a él oirán».

El relato de la transfiguración afirma que un nuevo profeta como Moisés se ha levantado. Muestra que Jesús es el mediador del nuevo pacto y que transmite fielmente la Palabra de Dios.

Bajo el antiguo pacto, el pueblo no podía oír la voz del Padre ni ver Su gran fuego, pero bajo el nuevo pacto, contemplan a Dios en el rostro de Jesucristo. En el Sinaí, la Palabra de Dios estaba escrita en tablas de piedra; en el Tabor, ven la Palabra gloriosa en la tabla de carne. Como lo describe Richard Hays, el nuevo pacto es «encarnado más que inscrito».

Sin embargo, este mandamiento también remite a otro llamado a los israelitas a escuchar: el Shemá. El título «Shemá» se basa en la primera palabra hebrea del texto, que significa «escucha», «oye» u «obedece»: «Escucha [shemá], oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt 6:4-5).

La voz del cielo lo deja claro: Jesús no es igual a Moisés y Elías; es muy superior. Él es el Hijo singular. Moisés era un siervo, pero Jesús merece más gloria porque es el Hijo

La transfiguración es el Shemá del nuevo pacto. Debido a la unidad del Padre y del Hijo, debido a la identidad del Hijo, los discípulos están llamados, como el antiguo Israel, a escuchar Su voz. Si escucharon a Yahvé en el Antiguo Testamento, ahora deben escuchar a Yahvé en el Nuevo Testamento a través del Hijo. El mandato se fundamenta en la identidad divina de Jesús.

Verdaderamente Dios y Hombre

El relato de la transfiguración es un texto revelador porque afirma dos cosas sobre Jesús: (1) Él es el nuevo Moisés, como hombre, pero (2) es más grande que Moisés porque es el Hijo engendrado eternamente. La narración afirma dos cosas a la vez porque Jesús tiene dos naturalezas que existen en una sola persona. Estas naturalezas no se confunden, sino que son indivisibles e inseparables. La distinción de las dos naturalezas no es eliminada por la unión; la propiedad de cada una es preservada.

«¿Quién es Jesús?». El relato de la transfiguración nos ayuda a responder a esa pregunta tan importante de la vida afirmando que Jesús es a la vez semejante a Moisés y distinto de Moisés. Jesús tiene una gloria mucho mayor, algo que nunca debemos olvidar.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.



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