SOLEDAD EN MEDIO DE LA MULTITUD
La Catapulta
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No existe nada peor que estar rodeado de una multitud y sentirse solo. Eso fue algo que experimenté en buena medida, mientras estudiaba en el Instituto Cristo para las Naciones en Dallas, Tejas a mediados de los 90s.
Llegué a mis 17 años, a dos semanas de cumplir 18. Un tiempo en el que no existía el Internet tal como lo conocemos hoy. Nos conectábamos por teléfono y utilizábamos diskettes con tiempo de Internet de AOL (America Online).
El día de mi cumpleaños, llamé por cobrar a Guatemala para saludar a mi familia y que me desearan feliz cumpleaños. La distancia se sentía más que en este tiempo. Hoy una videollamada y estamos hablando con un amigo al otro lado del mundo. Ese no era el caso ese entonces.
Cuando llegué al aeropuerto me recibió Tom. Recuerdo no sólo su nombre sino su rostro. Amablemente me llevó en una van del Instituto. Bajamos en las oficinas, me registré, me llevó a mi cuarto, metió mis cosas, se despidió y se despareció sin ninguna instrucción alguna para un alumno nuevo.
El cuarto era exactamente como el de un Hotel, pues el internado para hombres había sido un Hotel Sheraton. Dormíamos tres alumnos por cuarto. Eso de convivir con otros en un espacio tan reducido es como vivir la gran tribulación. Esto es para otra publicación.
Tenía hambre. No sabía qué hacer, no tenía ni tuve carro durante todos mis estudios. Ni siquiera sabía que afuera, a menos de una cuadra estaba un McDonald’s, del que ni mi percaté en el recorrido. Con hambre, bajé y la cafetería ya estaba cerrada. Como buen chapín – nombre con que se le llama a los guatemaltecos – cobré valor y aunque el rótulo decía que no se entrara por la salida, me metí por ella, tenía hambre. Llegué con una señora que lavaba platos y le dije que recién entraba de Guatemala y que tenía hambre. Recuerdo que me dio una pierna de pollo, dos rodajas de pan y un vaso para servirme lo que quisiera.
Estaba solo en medio de la multitud. La mayoría de alumnos – que éramos en promedio 1,200 por semestre – parecía que ya se conocían y hacían sus grupos entre ellos. Comí solo y me fui al cuarto. Pero todo fue cambiando poco a poco. Cuando comencé a conocer a otras personas y a brindar mi amistad. Sobre todo, conectaba muy bien con todos los internacionales de Bangladesh, India, Corea, Japón y de otros lugares. No digamos con los latinos.
De no conocer a ninguno, llegué a formar excelentes amistades con quienes disfrutamos tiempos de aprendizaje en la palabra de Dios y buenos tiempos de compartir. Muchas veces estamos solos en medio de la multitud, a menos que demos el primer paso. Ese primer paso para mi fue llegar a una mesa y decirle a alguien, me puedo sentar contigo. Y así, poco a poco fue conociendo. Los grupos se fueron formando. Y a los días eran carcajadas entre amigos de otras naciones, incluyendo estadounidenses de distintos trasfondos, y no digamos a los Latinoamericanos que son la fiesta en casi todo lugar.
¿Se siente solo? Haga amigos. Hay amigos que son mala influencia, pues nos llevan a la ruina. Y hay amigos que son buena influencia, pues se convierten en algo más fiel que un hermano. Hacer amigos comienza con presentarse, se nutre con las conversaciones y vida compartida y comienza con un fin en mente, sabiendo que todo buen amigo hoy, un día fue un total desconocido, pero nos presentamos o alguien nos presentó y la amistad creció a lo que es hoy.
Busque amigos en su congregación. Conéctese a un grupo pequeño o como quiera que les llamen en su iglesia. Y ya sea virtual o de manera presencial, pero asista. Dé el paso. Una familia espiritual le espera al otro lado de la pantalla, en esa casa o punto de reunión. Pero para no estar solos, debemos dar ese paso de acercarnos y mostrarnos amigos. Dios da familia y se encuentra en su iglesia.
Y usted que ya forma parte de una familia espiritual en su iglesia, abra las puertas y su corazón de par en par para recibir a los nuevos, para amarlos y pastorearles. La iglesia es más que un domingo, es una mesa compartida en donde Cristo, se manifiesta en aquellos que le aman y viven buscando la santidad, porque su gracia cubrió su pecado y vergüenza. Nunca más se encuentre solo en medio la multitud. Encuentre a su familia espiritual que estará allí para usted, en las buenas y en las malas.
“Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto.” Salmo 68:5 y 6
“Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano.» Proverbios 18:24
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.” Gálatas 6: 9 y 10
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