Definiendo qué es el género para nosotros y nuestros hijos

GRACILYNN HANSON
Coalición por el Evangelio
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Quizá más que nunca, las personas se preguntan «¿Qué significa ser hombre (o ser mujer)?». Mientras que muchos en la sociedad no están dispuestos a dar una respuesta directa, algunos de nosotros dentro de los círculos cristianos conservadores saltamos a definiciones demasiado simplistas. Lo he oído mil veces en una variedad de versiones: «Yo les digo a mis hijos que las niñas crecen para ser mamás y los niños crecen para ser papás». Aunque este tipo de afirmaciones son correctas en parte, son incompletas e incluso pueden inducir al error.

En la literatura y la enseñanza cristiana evangélica, hemos definido género (quiénes son los hombres y las mujeres) centrándonos en el sexo biológico (las diferencias físicas entre hombres y mujeres) o en los roles de género (lo que los hombres y las mujeres hacen funcionalmente). En nuestro deseo de defender la dignidad y la distinción de los géneros, hemos simplificado demasiado nuestra comprensión. Hemos definido lo que significa ser mujer como el mero hecho de ser biológicamente femenina (físico) o ser/tener el potencial de ser esposa, madre y seguidora del liderazgo masculino (roles/funciones).

Seamos claros: el género es binario. Solo hay dos tipos de seres humanos: hombres y mujeres

Reconozco plenamente que sexo biológico y género no son sinónimos. En la cultura actual, ambos términos se refieren a conceptos diferentes. El sexo biológico hace referencia a la diferencia física binaria entre hombres y mujeres observada en nuestros cuerpos y ADN. El género se utiliza normalmente para referirse a expresiones culturales de masculinidad y feminidad o a una «identidad de género» percibida a lo largo de un espectro de expresión.

Pero en el diseño bueno de Dios para la humanidad, hay una profunda interconexión entre nuestros aspectos físicos (cuerpo) y no físicos (alma) como personas encarnadas. Tanto nuestros aspectos físicos como no físicos están unidos y tienen el mismo género. Esto significa que nuestros géneros no son superficiales ni están relegados a nuestras mentes. Somos personas con género, hasta el fondo.

¿Por qué no podemos definir género en función de los roles?

Lo que significa ser hombres y mujeres no es lo mismo que las funciones para los hombres y las mujeres. La naturaleza innata de hombres y mujeres no puede ser definida por funciones. De hecho, las funciones definidas en las Escrituras son descriptivas, ilustrativas, limitadas y temporales. Funciones como profeta, sacerdote y rey (en el Antiguo Testamento) y anciano/pastor y esposo (en el Nuevo Testamento) sirven como indicadores temporales que apuntan a Cristo y finalmente se cumplirán en Él.

¿Qué es lo que realmente plantea la pregunta sobre el género?

Más que plantear distinciones de roles entre hombres y mujeres, la pregunta sobre el género se plantea fundamentalmente: «¿Qué significa ser humano como hombre (o como mujer)?». Debemos responder a la pregunta ontológica de nuestra naturaleza innata más que a la de nuestras funciones.

¿Qué aspectos son iguales entre hombres y mujeres?

Un estudio de las Escrituras revela muchos aspectos de la naturaleza innata de la humanidad, la mayoría de los cuales son los mismos para hombres y mujeres. Estos aspectos compartidos los resumiría como nuestro propósitomandato y virtudes.

En la creación, Dios diseñó claramente a la humanidad a Su imagen y semejanza, como hombre y mujer (Gn 1:26-27). Tanto el hombre como la mujer comparten el propósito de glorificar a Dios como portadores de Su imagen. También recibieron el mismo mandato de multiplicarse, llenar la tierra y someterla (v. 28). Este mandato fue ampliado, aunque no sustituido, por el mandato de Jesús de ir y hacer discípulos a las naciones (Mt  28:18-20). Hombres y mujeres comparten claramente el mandato de multiplicarse física y espiritualmente y de llenar la tierra.

Además, todas las personas pueden desarrollar las mismas virtudes, o cualidades ordenadas por Dios y deseables para una vida fructífera (por ejemplo, el fruto del Espíritu, los dones espirituales, las Bienaventuranzas). Nuestras virtudes compartidas incluyen cualquier característica bíblica que potencie o apoye las cualidades del florecimiento, como la sabiduría (Pr 1:1-7), la valentía (Jos 1:9) y la crianza (Ef 6:4). Estas virtudes se basan en la fe y no distinguen género; se exigen a todos los creyentes y están a su disposición.

¿Qué aspectos son distintos entre hombres y mujeres?

Sin embargo, el diseño de Dios para las personas incluye algunas distinciones claras entre géneros. Estas diferencias pueden resumirse como tipo expresión. Dios creó dos tipos (hombre y mujer) de una especie (humanidad). La distinción prevista por Dios entre los dos tipos se evidencia en la manera distinta en cómo fueron formados (Gn 2:721-22). Hechos a la misma imagen, de la misma especie y de la misma constitución, el hombre y la mujer fueron formados separadamente. No son iguales ni intercambiables. Nuestras diferencias biológicas significan —pero no abarcan por completo— esta distinción de tipo, porque somos más que nuestra biología. El tipo incluye tanto los aspectos físicos como los no físicos de lo que somos.

La distinción de expresión significa que la perspectiva y el método de vivir las propiedades compartidas (propósito, mandato y virtudes) son a menudo diferentes para hombres y mujeres.

Históricamente, las distintas disciplinas científicas y filosóficas han reconocido que los hombres y las mujeres suelen pensar y comportarse de forma diferente, aunque ha sido consistentemente imposible nombrar las diferencias. La expresión masculina y femenina no puede definirse universalmente. Más bien, la expresión típica de género se sitúa en un espectro definido por el contexto. Esto significa que el comportamiento típico de hombres y mujeres varía en función del tiempo y la cultura.

Aunque el espectro de expresión es amplio, las Escrituras proporcionan unas guías claras. Las limitaciones bíblicas para el espectro de la expresión de género parecen ser el acto voluntario de ignorar el género propio en un esfuerzo por ser visto como, o identificado con, el otro tipo de género (Dt 22:5). La aparente preocupación de Dios no es definir la expresión femenina y masculina de las propiedades compartidas (propósito, mandato y virtudes). Más bien, la preocupación de Dios parece ser que una mujer se comporte intencionalmente como un hombre (o que un hombre se comporte intencionalmente como una mujer) para ser identificada como un hombre (o como una mujer).

El mismo principio se aplicaría a quienes intentan difuminar u ocultar la realidad de su propio género (es decir, la androginia o la fluidez de género). Independientemente de que su expresión sea o no típica de su contexto, la expresión de género de una mujer debe reflejar su creación como tipo femenino y su aceptación de ser mujer (y viceversa en el caso de un hombre). Es solo dentro del contexto de la expresión que la discusión de roles y funciones se vuelve relevante, ya que parte de reflejar nuestro género incluye aceptar cualquier rol específico de género dictado en las Escrituras (ya sea en el hogar o en la iglesia).

En resumen, el género se refiere a los dos tipos de humanidad, masculino y femenino, que comparten propósito, mandato y virtudes, pero que difieren en su expresión. En el diseño de Dios para la humanidad, los dos tipos poseen muchas uniformidades y pocas distinciones y son complementarios entre sí.

¿Acabas de utilizar un espectro para responder a la pregunta sobre el género?

No. Seamos claros: el género es binario. Solo hay dos tipos de seres humanos: hombres y mujeres. Pero nuestra expresión de género se sitúa en un espectro. En cada contexto, hay expresiones típicas masculinas de las propiedades compartidas. Cada hombre en ese contexto expresa su género (masculinidad) a lo largo de ese espectro de comportamientos típicos y no típicos.

Por ejemplo, como creyentes, todos estamos llamados a la mansedumbre como fruto de la acción del Espíritu en nuestras vidas. La expresión masculina típica de la mansedumbre en mi contexto se caracteriza por ser bondadoso, de naturaleza tranquila e incluso complaciente. Por el contrario, una expresión masculina no típica de la mansedumbre podría ser el afecto físico, la ternura y una elevada inteligencia emocional.

Señalemos a otros el buen diseño de Dios, reconociendo tanto la binariedad como el matiz de vivir como hombres y mujeres en el plan de Dios

Las expresiones típicas masculinas y femeninas se sitúan en dos espectros diferentes. Por lo tanto, también habría un espectro separado para la expresión femenina de las propiedades compartidas en cada contexto. En ambos casos, los límites exteriores de los espectros son la intención voluntaria de utilizar expresiones atípicas para ser percibido como el género opuesto o para difuminar el género propio.

¿Cómo explicamos el género a nuestros hijos?

Explicar el género a nuestros hijos es cada vez más difícil y controversial. Teniendo en cuenta una definición basada en la naturaleza innata, deberíamos responder a sus preguntas con estos puntos de partida:

  • Ser hombre significa vivir el propósito, el mandato y las virtudes que Dios te ha dado como hombre.
  • Ser mujer significa vivir el propósito, el mandato y las virtudes que Dios te ha dado como mujer.

Entonces deberíamos hacer énfasis en los siguientes aspectos como fundamentales para el género; por supuesto, ajustando el lenguaje a la edad y comprensión del niño:

  • Cuando Dios hizo a las personas, Dios hizo a los niños (hombres) y a las niñas (mujeres). Dios solo hizo dos tipos de personas: niños y niñas.
  • Los niños y las niñas son iguales en muchos aspectos; ambos son igualmente especiales e importantes para Dios y para el plan de Dios. Dios nos ha dado el mismo propósito y los mismos mandamientos para glorificarlo.
  • Los niños y las niñas son diferentes en algunos aspectos. Algunas de esas diferencias son evidentes en su cuerpo. Nuestros cuerpos señalan algunas de las formas en que niños y niñas son adecuados para ayudarse mutuamente (complementariedad).
  • Los niños y las niñas son diferentes en algunos aspectos no físicos. A menudo participamos en el plan de Dios de formas diferentes: cómo adoramos a Dios, cómo seguimos Sus instrucciones o cómo nos amamos los unos a los otros.
  • Para los chicos y las chicas mayores: No podemos definir el género por lo que haces o lo que te gusta. Algunos comportamientos y tendencias son típicos de chicos y chicas, pero no son las normas que los definen. Por ejemplo, las chicas suelen ser más sociables y relacionales que los chicos de su edad. No compartir algunos de los rasgos típicos de tu género no significa que no encajes en él. Sigues siendo completamente una chica aunque te guste más hacer deporte que hablar con tus amigos.
  • A Dios le importa que aceptes cómo te hizo, no que actúes como todos los demás chicos (o chicas) que te rodean.

Aunque las diferencias en lo que hacen hombres y mujeres son pistas visuales útiles para la distinción de género, los roles no pueden sustituir suficientemente la definición de la naturaleza innata de ser hombre o mujer. Del mismo modo, nuestros cuerpos físicos señalan nuestras diferencias, pero no las definen.

Tanto si tenemos conversaciones sobre género con nuestros colegas como con nuestros hijos, necesitamos una respuesta mejor que las diferencias anatómicas y las descripciones temporales de puestos de trabajo. Señalemos a ellos el buen diseño de Dios, reconociendo tanto la binariedad como el matiz de vivir como hombres y mujeres en el plan de Dios.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

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