La puerta de la tentación o la puerta de la oportunidad
Alex López
La Catapulta
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Las puertas representan oportunidades para bien o para mal. ¿Qué puertas estamos abriendo? Y ¿Qué estamos haciendo después?
La tentación es una invitación al mal, una oportunidad para rebelarnos ante la perfecta voluntad de Dios. Eva fue tentada por medio del fruto prohibido y pecó. Adán fue invitado a hacer lo mismo y pecó. La chispa de la tentación despertó el deseo, pero pronto ambos estaban en una hoguera de culpabilidad, vergüenza y consecuencias terribles para ellos y para todos sus descendientes en la humanidad.
Quien se acerca al fuego, primero se calienta. Quien se acerca más, se ahúma. Quien se acerca aún más, se quema y quien se lanza al mismo, se destruye. La tentación opera así, nos seduce, nos arrastra y luego nos consume y nos hace cenizas. Pero Dios, en Jesús, hace algo nuevo y da vida incluso de las cenizas. No reconstruye al pecador arrepentido, lo hace una nueva creación.
La tentación es una invitación al mal, la oportunidad, una invitación al bien. Dios es el Dios de las oportunidades. Este amigo no lo creía. Había cometido un pecado que le avergonzaba, al punto que cuando hablamos por teléfono me dijo: “Alex, yo pensaba que Dios no me iba a perdonar. Yo entiendo y he enseñado sobre la gracia y la misericordia de Dios. Pero nunca había sentido el peso del pecado sobre mi vida como ahora. Es tonto, pero llegué a pensar que Dios no perdonaría mis pecados”. Su vida sin saberlo descansaba en su desempeño, pensaba que era justo, pero nunca lo fue. Porque no existe justo ni aún uno en esta tierra.
Mientras estamos vivos tenemos, al mejor abogado del universo de nuestra parte. Un abogado que no soborna con dinero para obtener la libertad de su cliente, con su propia vida, justa y sin pecado, paga con sangre por la libertad del que nunca podrá pagar la deuda de sus pecados ni a Dios, ni a su Hijo que en obediencia murió en la cruz.
Mientras estamos vivos, Jesús es nuestro abogado. El es nuestro representante ante el Padre, sentado en el lugar de más alto honor en el cielo, intercede por nosotros. Es nuestro sacerdote y a la vez el sacrificio que aplaca la ira santa de Dios. Dios sí perdona los pecados del que los confiesa y se aparta. Del que entra por la puerta de la oportunidad, gracia y misericordia de su bendito amor.
Tenemos dos invitaciones, la puerta de la tentación o la puerta de la oportunidad. ¿Cuál estamos abriendo?, ¿En cuál estamos viviendo? Y todo esto no sólo se aplica a la vida espiritual, también a la vida diaria de este mundo. Tentaciones para hacer el mal en donde estudiamos o trabajamos. O las oportunidades que se nos confían para hacer el bien y en las que debemos brillar.
Tentaciones u oportunidades. Ambas puertas se nos presentarán a diario. La diferencia está en qué haremos frente a la puerta de la tentación del mal y ante la puerta de la oportunidad del bien. Yo he abierto ambas, pero la tentación lleva al fuego que consume la vida. La oportunidad a experimentar la gracia en Jesús que perdona, libera, da vida y esperanza eterna.
Mi oración es que usted y yo, abramos diariamente la puerta a la oportunidad de obrar para bien y para la gloria de Dios. Y, que, si fallamos porque abrimos la puerta de la tentación, corramos a la puerta de la oportunidad que da vida, Jesús nuestro abogado. Porque cuando muramos o Jesús regrese en gloria, volverá ya no como abogado, sino como juez y juzgará a cada quien conforme a sus obras.
Dos puertas se nos presentan a diario y muchas veces por día. ¿Cuál abrirá? Y ¿Cuáles debe cerrar?
“El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto.” La Biblia en Eclesiastés 12:13 y 14
“Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón.” Proverbios 28:13
“Todos los que han pecado sin conocer la ley también perecerán sin la ley; y todos los que han pecado conociendo la ley por la ley serán juzgados. Porque Dios no considera justos a los que oyen la ley, sino a los que la cumplen. De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley. Estos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia, pues sus propios pensamientos algunas veces los acusan y otras veces los excusan. Así sucederá el día en que, por medio de Jesucristo, Dios juzgará los secretos de toda persona, como lo declara mi evangelio.” Romanos 2:12-16
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