Qué dice la Biblia sobre los ataques de pánico?
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Según el DSM-IV-TR, un ataque de pánico es
"un periodo de miedo o malestar intenso sin que haya un peligro real,
acompañado de al menos 4 de los 13 síntomas somáticos o cognitivos". Los
síntomas incluyen cosas como taquicardia, sudoración, escalofríos,
bochornos, temblores, sensación de hormigueo, dificultad para respirar,
asfixia, dolor en el pecho, náuseas, mareos, sensación de irrealidad o
desapego, miedo a volverse loco e incluso miedo a morir. Los ataques
pueden ser desencadenados por señales específicas (como hablar en
público o recordar traumas pasados) o pueden parecer surgir de la nada.
Los ataques de pánico suelen comenzar de forma repentina y alcanzan su
punto máximo en diez o menos minutos. Los ataques de pánico son una
característica de algunas enfermedades y algunos problemas mentales. Las
personas que han sufrido ataques de pánico pueden confirmar lo
aterradores que pueden ser estos ataques.
Muchos factores -como la biología, la herencia, el temperamento, el
estrés y las experiencias- pueden provocar ataques de pánico. Es
aconsejable hablar con un médico sobre cualquier tratamiento médico o de
otro tipo que sea necesario. Sin embargo, la cuestión principal es el
miedo, a veces tanto durante el ataque como el miedo a que pueda ocurrir
otro. Aquellos que son hijos de Dios a través de la fe en Jesucristo,
en última instancia, no necesitan temer. Podemos recurrir a Dios y a Su
Palabra para que nos ayuden a aprender a manejar los sentimientos de
miedo o pánico que podamos tener, ya sean relacionados específicamente
con los ataques de pánico o con la vida en general.
La Biblia no habla de los ataques de pánico por su nombre, pero sí
presenta varias situaciones que podrían provocar uno. Muchas veces la
Biblia informa que la gente estaba "llena de miedo". Eso describe el
pánico. Al entrar en pánico, la persona se ve completamente superada por
el miedo. El Salmo 55:4-7 describe cómo se siente un ataque de pánico:
"Mi corazón está dolorido dentro de mí, Y terrores de muerte sobre mí
han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, Y terror me ha cubierto. Y
dije: !!Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
Ciertamente huiría lejos; Moraría en el desierto". Unos versículos más
adelante, David escribe: "En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y el Señor me
salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz"
(Salmo 55:16-17). Termina el salmo diciendo: "Echa sobre el Señor tu
carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Mas
tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición. Los hombres
sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días; pero yo
en ti confiaré" (Salmo 55:22-23).
El Salmo 55 nos muestra una actitud positiva en momentos de temor.
Clamamos a Dios en nuestra angustia, nos acordamos de Su carácter y su
fidelidad, y seguimos confiando en Él. En Primera de Pedro 5:7 se nos
anima igualmente a "echando toda vuestra ansiedad sobre él [Dios],
porque él tiene cuidado de vosotros". Negar que tenemos miedo, fingir
que no estamos preocupados u obsesionarnos con nuestros
temores puede ser la causa de que nuestro cuerpo reaccione con pánico.
Debemos reconocer nuestros miedos en la seguridad de nuestra relación
con Dios. Podemos llevar nuestras preocupaciones a Él porque es lo
suficientemente grande como para manejarlas y pertenecemos a Él en
Jesucristo. "No temas" es una de las palabras más comunes en la Biblia.
Dios entiende que somos vulnerables al miedo. La vida en este mundo es
con frecuencia peligrosa y aterradora. Pero Dios no quiere que vivamos
con ese miedo; en cambio, quiere que tengamos fe en Él (Isaías 35:4;
41:10; Lucas 12:4; 1 Pedro 3:14). Cuando aprendemos a dejar que Dios se
encargue de nuestros temores diarios, desaparecen algunos de los
factores que pueden causar un ataque de pánico.
Probablemente la mejor manera de empezar a hacerlo es estudiando el
carácter y la naturaleza de Dios. Mientras más conocemos a Dios, más
podemos confiar en Él. Cuanto más confiemos en Él, menos miedo
tendremos. Esto significa comprometerse con el estudio regular de la
Palabra de Dios, pasar tiempo a diario con Él en oración, y estar en
relación permanente con otros creyentes. Cuando nos rodeamos de la
verdad de Dios y permitimos que Su Espíritu Santo transforme nuestros
corazones, crecemos en nuestra fe.
Filipenses 4:4-8 ofrece un consejo útil: "Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!.... Por nada estéis afanosos, sino
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de
buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto
pensad". Cuando nos regocijamos, encomendamos nuestros temores al Señor,
agradecemos a Dios y pensamos en cosas que reflejan la santidad y la
belleza de Dios, somos menos propensos a la ansiedad y al pánico. De
hecho, Dios incluso promete que Su paz guardará nuestros corazones y
mentes cuando venimos a Él en oración.
Jesús puso en perspectiva el miedo cuando dijo: "Y no temáis a los que
matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que
puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). Él
subrayó el hecho de que a lo que más tenemos miedo es temporal y no
tiene consecuencias eternas. Más bien deberíamos preocuparnos por tener
una relación correcta con Dios. Él ha prometido satisfacer todas
nuestras otras necesidades (Filipenses 4:19; Mateo 6:33). Una manera de
concentrarnos en lo importante es aplicando Proverbios 3:5: "Fíate del
Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia". Cuando
no permitimos que nuestro limitado entendimiento determine nuestro
nivel de paz y alegría, vamos por buen camino para escapar de las garras
de los ataques de pánico.
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