Puedo ser enfermera para una operación de “reasignación de sexo”?
Coalición por el Evangelio
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El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación te compartimos una de esas preguntas y su respuesta.
Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él. Nuestro lema se aplica a todas las naciones y se aplica a toda la vida. Queremos glorificar a Dios en todo lo que hacemos disfrutando de Él en todo lo que hacemos. Eso incluye nuestro trabajo. Por eso recibimos muchas preguntas sobre si un cristiano puede participar en diversas prácticas cuestionables de un empleador. Las preguntas suelen ser muy específicas, pero los principios suelen ser de aplicación general.
La pregunta de hoy es de una mujer anónima. Ella escribe: «Pastor John, ¡hola! Soy enfermera de preoperatorio y recuperación en un hospital que realiza operaciones de reasignación de sexo. No participo en las decisiones que se toman para someterse a estas cirugías. Creo que la decisión en sí es pecaminosa. La cuestión que no puedo resolver es la siguiente: ¿Es pecaminoso que yo preste mis servicios como enfermera implicada en el cuidado de estos pacientes en los entornos preoperatorios y de recuperación?».
Mi respuesta va a ser que creo que ella debería trasladar su ministerio de enfermería —que es lo que es; es un ministerio: ella es cristiana y es enfermera— a un entorno en el que no se practiquen cirugías ni se utilicen hormonas como parte de la ilusión de que un hombre puede convertirse en mujer o una mujer puede convertirse en hombre. Lo que creo que me será útil hacer aquí es dar un paso atrás y tratar de entender por qué a veces es bueno y apropiado que un cristiano trabaje en una institución en la que quizá nadie más sea creyente, y por qué a veces sería inapropiado o perjudicial trabajar en un entorno así, y por qué sería ese el caso. ¿Cuál sería la diferencia entre cuándo es bueno y cuándo no lo es?
Trabajando por la vida
Tomemos como ejemplo un hospital. Supongamos, en aras de la ilustración, que nadie más en este hospital es cristiano, nadie. Solo hay una enfermera. Lo que eso significa bíblicamente, según y , es que prácticamente todo lo que se hace en este hospital, por todos excepto esta mujer, es pecado, porque «sin fe es imposible agradar a Dios» y «todo lo que no procede de fe, es pecado», como dicen esos dos textos.
Pero aquí está el otro hecho enormemente importante: debido a la gracia común de Dios, debido a que parte de su ley está escrita en cada corazón humano, incluyendo los de los incrédulos, y debido a que hay en muchos de estos empleados médicos incrédulos vestigios de virtud cristiana externa —lo que queda de cuando ellos o sus padres o abuelos creían—, debido a estos tres hechos, la mayoría de las prácticas y la mayoría de los objetivos a corto plazo de esta institución de salud son externamente las mismas prácticas y los mismos objetivos a corto plazo que esta enfermera cristiana está buscando. Ellos los buscan en incredulidad; ella los busca por su fe en Cristo.
Todo tipo de cirugías, todo tipo de medicamentos, todo tipo de terapias y políticas de cuidado y protección; los incrédulos están buscando esto. Ella las busca porque su forma externa es la forma del amor que exalta a Cristo, lo que para ella son actos de adoración. Pero para los incrédulos, están justificados por valores centrados en el hombre. Además, teniendo en cuenta para qué sirven los hospitales, hay una notable superposición de conductas externas —como hacer una cirugía o un objetivo a corto plazo como hacer que un paciente se sienta cómodo— entre el amor que exalta a Cristo de la enfermera y el humanismo incrédulo y centrado en el hombre del resto del personal. Hay una superposición de formas externas de virtud.
Ahora bien, una de las cosas destacables de esta situación es que las prácticas externas y los objetivos a corto plazo fluyen de forma tan natural tanto del corazón de la enfermera cristiana como del corazón de los no creyentes, que ninguno asume que el otro es cristiano o no cristiano por participar en estas prácticas y objetivos compartidos. Por tanto, la enfermera cristiana no se siente en una situación incómoda por trabajar allí. No implica que ella comparta la cosmovisión incrédula.
Trabajando para la destrucción
Ahora bien, ¿qué sucede cuando se retiene parte de la gracia común de Dios, se suprime más profundamente la ley de Dios escrita en el corazón y se abandonan más plenamente los vestigios de virtud cristiana externa de las generaciones anteriores? Lo que sucede es que se pierde parte de la superposición entre el comportamiento cristiano que exalta a Cristo, fundamentado en la fe, y el comportamiento incrédulo. Se pierde parte de la coincidencia. Por ejemplo, el personal del hospital, en lugar de cuidar a los ancianos, ahora puede aplicarles la eutanasia, matarlos. En lugar de cuidar a las madres y a los bebés en embarazos en crisis, pueden matar a los niños. En lugar de ayudar a los hombres a florecer como hombres y a las mujeres a florecer como mujeres, persiguen la ilusión de convertir quirúrgica y hormonalmente a los hombres en mujeres y a las mujeres en hombres, lo que nunca puede suceder.
De repente, o no tan de repente, los poderes del hospital han pasado de la gracia común de sanar al propósito demoníaco de destruir. En lugar de tener compasión paliativa por los ancianos, los destruyen. En lugar de cuidados prenatales y posnatales, destruyen a los no nacidos. En lugar de valorar la masculinidad y la feminidad dadas por Dios, las destruyen. En los dos primeros casos, la destrucción es la muerte. En el caso de tratar quirúrgica u hormonalmente de hacer mujeres de los hombres u hombres de las mujeres, no solo rechazan el buen diseño de Dios para lo masculino y lo femenino, sino que ponen en marcha contradicciones a menudo irreversibles entre el cuerpo y el alma que conducen a miserias que nuestra generación apenas ha empezado a imaginar en las próximas décadas.
Lo que significa que ahora tenemos una nueva situación para nuestra enfermera cristiana. Algunas de las nuevas prácticas y los nuevos objetivos a corto plazo ya no son gracia común que fluye de corazones incrédulos. Ahora las prácticas y los objetivos en sí mismos, no solo sus raíces incrédulas, son contrarios a la voluntad de Dios y profundamente destructivos para aquellos que deberían estar recibiendo cuidado, no daño.
¿Puede un cristiano participar?
Así pues, la enfermera cristiana se enfrenta a un nuevo reto. No: «¿Cómo actúo como cristiana en la búsqueda de puntos de vista compartidos sobre el bien externo?», que es con lo que ha estado viviendo hasta estas nuevas prácticas. No: «¿Cómo puedo, como cristiana, practicar la búsqueda de visiones compartidas del bien externo?». En cambio: «¿Puedo actuar como cristiana compartiendo prácticas y objetivos que ya no reflejan la gracia común de Dios, que ya no reflejan la ley de Dios escrita en el corazón, y que ya no reflejan ningún vestigio de virtud cristiana abandonada desde hace tiempo?».
A esta enfermera le animo a no hacerlo, porque ahora tu habilidad y tu ministerio ya no son simplemente una participación de buena fe en una gracia común de sanidad hecha en el nombre de Jesús, sino que ahora tu habilidad y tu ministerio tienen que usarse en un entorno en el que las manifestaciones externas del orden de Dios se desafían abiertamente y en el que se está haciendo un daño incalculable a personas a veces desesperadas. Lo que significa que tu participación se convierte, en contra de tu voluntad, en un apoyo para contradecir la voluntad revelada de Dios, para dañar a las personas y para aportar parte de la normalización en curso del mal en este hospital y en el mundo. Por lo tanto, te animo a que busques seriamente en el Señor formas alternativas de utilizar tus habilidades que dan vida.
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