Los solteros mayores también son iglesia: ¿Cómo podemos servirles mejor?

CLARA BASTIDAS
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso

Conocí a Mariana en una época en la que ambas estábamos solteras. Teníamos más de treinta años, carreras profesionales que nos apasionaban y buscábamos crecer como cristianas. Podría decirse que una de las razones principales que nos conectó, además de nuestro amor por Jesús, fue el hecho de que éramos de las pocas adultas solteras en nuestra iglesia. Ciertamente, sentíamos que no encajábamos en ningún grupo. Doy gracias a Dios por su amistad, porque me ayudó a apreciar el regalo de mi soltería y a recordar que no estaba sola.

Fuera de lugar

Tiempo después, me casé y me mudé de país. Mi amiga continuó soltera y aún hoy disfruta de ese regalo, por la voluntad de Dios. Sin embargo, la falta de comunión con otros creyentes en circunstancias similares es un reto para ella. Me cuenta que no puede evitar sentirse sola en la iglesia y tiene dificultad para sentirse comprendida. Escucha con frecuencia frases bienintencionadas pero poco edificantes como: «Si tan solo oras y ayunas más, tu esposo llegará». Pero mi amiga no busca «resolver» su soltería, como si fuese un problema. En cambio, apreciaría que en la iglesia hubiera más espacios y herramientas para quienes viven su adultez en soltería y buscan agradar a Dios.

Hay muchos creyentes en la misma situación. Decenas de solteros me han compartido sus luchas, pues enseño sobre la soltería en Cristo en redes sociales. La mayoría me comenta que el sentimiento de soledad está alimentado por una sensación de no encajar en ningún lugar, aún dentro del cuerpo de Cristo.

En las iglesias es común encontrar enseñanzas, grupos, retiros y congresos pensados para quienes son parte de una familia nuclear: papá, mamá e hijos. Herramientas para matrimonios y padres suelen estar mucho más disponibles que recursos para discipular y acompañar a un soltero de casi cuarenta años. La única respuesta que parece dar la iglesia a los solteros es la presión por encontrar pareja y casarse.

Dios es la respuesta a todas nuestras preguntas. Solo en Él encontramos plenitud y propósito para cualquier etapa de la vida

Para los adultos solteros es doloroso sentirse cuestionados por su situación, como si algo anduviera mal en ellos al superar los treinta y no haberse casado, mientras enfrentan sus propios desafíos con la soledad, la confianza en Dios y los anhelos no cumplidos. Esta clase de culpa injusta que podemos cargar sobre ellos puede empujarlos a buscar respuestas en otros lugares.

Así como los casados se edifican con otros matrimonios, los jóvenes comparten sus luchas similares y los niños crecen juntos en la fe, los solteros adultos también necesitan de otros creyentes que comprendan los retos de ser cristianos adultos y solteros.

Espacios por default

Al no existir un espacio específico, es común que los solteros adultos no tengan otra opción que unirse al grupo de jóvenes. Estos solteros, que están viviendo vidas independientes y autónomas, solo encuentran un lugar para hacer comunidad en su iglesia local dentro de un grupo que está más bien pensado para quienes se encuentran en la etapa universitaria o aún viven en dependencia de sus padres.

Es cierto que en iglesias un poco más grandes es posible encontrar un grupo de jóvenes adultos, o de jóvenes profesionales, donde algunos solteros pueden integrarse. Pero incluso estos grupos suelen estar formados por jóvenes menores de treinta que permanecen en ellos hasta casarse, por lo general, antes de esa edad. Sin embargo, la realidad de un soltero de veinte años es radicalmente distinta a la de otro de casi cuarenta. Encontrarse soltero no es siempre equiparable a ser adolescente o universitario.

Algunas mujeres solteras en sus treinta y cincuenta años han elegido pertenecer a grupos de mujeres donde pueden encontrar un valioso crecimiento, pero también es cierto que las vivencias como el matrimonio y la maternidad suelen tener un lugar preponderante en estos espacios.

Dios nos llama a ser conscientes de la diversidad en medio de la unidad y a pensar en los demás antes que en uno mismo

Quiero resaltar que los creyentes nos necesitamos entre todos: los jóvenes necesitan a los mayores, y al revés. Los solteros necesitan aprender de los casados, tanto como los casados de los solteros. ¡Necesitamos aprender de los niños! Todo el cuerpo de Cristo se edifica mutuamente.

Por eso no es una pérdida de tiempo que un soltero de cuarenta años participe de un grupo de jóvenes. Compartir con hermanos diferentes a nosotros nunca es una pérdida de tiempo si Cristo es el centro. Los espacios para compartir con hermanos con distintas realidades son totalmente necesarios en la vida de iglesia y en el camino del discipulado. Pero esto no debe opacar el hecho de que existen necesidades particulares de grupos de creyentes específicos, como los adultos solteros. Así como hay recursos enfocados a padres, a jóvenes y a matrimonios, ¿no sería bueno aportar recursos para los solteros mayores?

¿Cómo servir a los adultos solteros?

Creo que el riesgo de no abordar este «vacío» en las iglesias es que nuestros solteros mayores se sirvan de recursos y espacios que intentan responder sus inquietudes sin fundamento bíblico.

La convicción de una iglesia es, o debe ser, que Dios es la respuesta a todas nuestras preguntas: solo en Él encontramos plenitud y propósito para cualquier etapa de la vida. Si no transmitimos y practicamos esto con los adultos solteros, lo que terminará sucediendo —y sucede— es que quienes no encajan y no se sienten tomados en cuenta, buscarán respuestas en otros lugares.

Una iglesia refleja el amor de Jesús cuando se mantiene unida en Dios y Su Palabra, y a la vez se preocupa por las necesidades y retos de sus grupos particulares. Gracias a Dios, existen congregaciones que han identificado y comprendido la necesidad de pensar más allá de la división de las personas por estado civil. El Señor nos encuentra, nos anima y nos transforma ahí donde estamos, respondiendo a nuestras inquietudes y necesidades específicas. Este es el tipo de actitud que debemos tener y reflejar dentro de la iglesia, la misma que tuvo Cristo por nosotros (Fil 2:3-5).

Mirar a las necesidades de los adultos solteros no es solo para que se sientan bien o integrados; es un testimonio del amor de Jesús para todo el mundo

La Biblia nos anima a considerar cómo nos podemos estimular y animar los unos a los otros al amor y a las buenas obras (He 10:24-25). Somos un solo cuerpo, pero cada miembro tiene luchas y necesidades específicas. Dios nos llama a ser conscientes de la diversidad en medio de la unidad y a pensar en los demás antes que en uno mismo (Ro 12:4-10).

Entonces, ¿es necesario un ministerio para solteros que no asuma la edad ni presuponga que el matrimonio llegará pronto, sino que los ayude a caminar esta etapa en la plenitud de Cristo? No digo que sea «necesario», pero podría ser un abordaje sabio y útil, como suele ser con otros grupos (casados, universitarios, niños, etc.).

No pienso que haya una sola respuesta ni que todas las iglesia deben verse igual en cómo abordan esta cuestión. Pero un buen punto de partida es mirar a nuestro alrededor e interesarnos por las situaciones específicas de nuestros hermanos, lo que incluye pensar en cómo integrar a los solteros mayores de treinta años. También es bueno que evaluemos si los recursos, enseñanzas y espacios que se ofrecen dentro de la iglesia están respondiendo a las preguntas y a los retos de los solteros mayores.

Al final, los discípulos de Cristo seremos reconocidos por el amor que nos tenemos los unos por los otros (Jn 13:35). Por lo tanto, mirar a las necesidades de los adultos solteros no es simplemente para que se sientan bien o integrados; es un testimonio del amor de Jesús para todo el mundo.

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