Sobre salud mental, medicina y consejería bíblica: Consideraciones ante una realidad apremiante

ALBERTO PAREDES
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso



Nota del editor: 

Para leer más recursos sobre este tema, te invitamos a explorar nuestros artículos sobre Salud mental.

La iglesia está compuesta por una diversidad de personas que encuentran su unidad en Cristo, su Señor y Salvador. Al mismo tiempo, esta diversidad presenta retos que ponen en tensión esa unidad. Uno de esos desafíos en la iglesia latinoamericana es la creciente preocupación por construir una actitud bíblica hacia temas de salud mental. En especial, el desafío de entender cuál es el uso apropiado de medicamentos para enfermedades de este tipo.

Dos posturas extremas

Hay quienes opinan que los conceptos de salud y enfermedad mental son «inventos» recientes y que, al final, todo responde únicamente a la dinámica del corazón. Desde esta postura, tomar medicamentos resulta pecaminoso.

Otras personas, en cambio, separan por completo la salud mental de la dimensión espiritual de la persona, lo que convierte a los medicamentos en la única esperanza por sí solos. Para esta postura, los pastores deben dejar los casos de salud mental en manos de «profesionales», pues la educación teológica o bíblica no sería adecuada para acompañar a personas que padecen enfermedades de esta índole.

Desde mi perspectiva, estas dos posturas representan los extremos de un espectro amplio de opiniones y actitudes dentro del cuerpo de Cristo, que a veces puede parecer un campo de batalla. ¿Existe otra opción? ¿Podemos abordar el tema desde una perspectiva bíblica y hallar un punto de equilibrio sano? Un buen punto de inicio será evaluar, a la luz de la Palabra, las bendiciones y limitaciones tanto de las ciencias médicas como de la consejería bíblica.

Los límites de la medicina

Comencemos con algunos hechos básicos sobre la medicina. En primer lugar, debo dejar en claro que amo la medicina —de hecho, soy médico de formación. La medicina es una ciencia emocionante que ha ayudado a millones de personas a lo largo de la historia. Segundo, la medicina no es infalible; se han cometido muchos errores a lo largo de su historia. Tercero, gracias a Dios, la medicina se actualiza, cambia y mejora; no se trata de una ciencia exacta. Cuarto, la medicina es necesaria. Mientras existan enfermos, se necesitan médicos. Quinto, la medicina no es suficiente. Aún en cuestiones de salud mental, el mayor problema del ser humano no es su condición de salud, sino la condición espiritual (Mt 16:26).

Habiendo asentado estas verdades, hablemos de salud mental. Existe un problema doble al considerar a las ciencias médicas como la única (o la mejor) respuesta a las enfermedades de este tipo: la dificultad para diagnosticar con precisión y el error de considerar al ser humano como meramente físico.

Problemas de diagnóstico

El primer aspecto del problema es que resulta bastante complejo definir qué es la salud y la enfermedad mental. La psiquiatría, a diferencia de otras especialidades médicas, tiene la difícil tarea de evaluar comportamientos y decidir si se encuentran dentro del rango de la normalidad o no. Esto se debe a que hasta ahora no existen pruebas de laboratorio que establezcan con absoluta claridad de qué se trata un trastorno depresivo mayor o un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Para poder determinar un diagnóstico, pronóstico y tratamiento, el médico psiquiatra depende de la tarea de hacer preguntas y evaluar respuestas, antes de estar convencido de que está ante un caso de enfermedad mental.

El mayor problema del ser humano no es su condición de salud, sino la condición espiritual

Para complicar la situación, hasta ahora no se han establecido causas puramente orgánicas (físicas) para cada trastorno mental. Los médicos deben trabajar con diferentes hipótesis. A veces, las hipótesis son integrativas y multifactoriales; es decir, consideran elementos de varias hipótesis juntas. Otras veces, las hipótesis pueden ser contradictorias; de forma que, si una es correcta, la otra por definición no puede serlo.

Este es un detalle importante, pues significa que el diagnóstico y el tratamiento varían de acuerdo a la hipótesis a la cual el médico se suscribe. Eso explica por qué algunos médicos recetan medicamentos desde el inicio, mientras que otros pueden sugerir algún tipo de psicoterapia antes o en lugar de los medicamentos.

Por último, los estándares para diagnosticar condiciones de enfermedad mental son más «sensibles» que «específicos». En otras palabras, es más sencillo diagnosticar erróneamente con una enfermedad mental a individuos que se encuentran en el límite de la normalidad. A este fenómeno se le conoce como «inflación diagnóstica».

Estos problemas en el ámbito de la salud mental han sido denunciados incluso por algunos psiquiatras en las últimas décadas. De cualquier modo, esta es solo una parte del problema pues, si la medicina no es infalible, es entendible que la psiquiatría (como cualquier otra rama médica) cometa errores en el diagnóstico. No obstante, hay un aspecto más problemático respecto a la psiquiatría y la salud mental.

El mayor sesgo de la medicina

Desde la perspectiva bíblica, el mayor límite de la medicina en general, y de la psiquiatría en particular, es que no piensa primeramente en el ser humano como imago Dei (imagen de Dios)Es decir, la medicina se enfoca en la dimensión física del ser humano.

La metodología de investigación utilizada en las ciencias médicas —el método científico— es una herramienta que trabaja específicamente con evidencia física. Por tanto, la medicina subestima la parte inmaterial de las personas y en nuestros días mucho menos toma en cuenta la realidad de que fuimos creados a imagen de Dios.

La imagen de Dios en nosotros es lo que nos hace humanos y considerar que somos Sus criaturas define Quién tiene la última palabra sobre cómo debe vivirse la humanidad. Al no considerar esta verdad, la medicina tiene un sesgo tremendo y una brecha enorme que no puede cruzar.

Con todo, esto no significa que la especialidad médica de la psiquiatría sea nociva o malintencionada. ¡Todo lo contrario! Cuando es bien aplicada, la psiquiatría y algunos medicamentos psiquiátricos favorecen a los pacientes en gran manera. El beneficio de un medicamento es especialmente visible en los casos más extremos de enfermedad mental, pero más difícil de demostrar en casos leves o de «inflación diagnóstica».

El mayor límite de la medicina y de la psiquiatría es que no piensa primeramente en el ser humano como imagen de Dios

En resumen, la medicina trabaja arduamente para el beneficio de la humanidad, pero desde una perspectiva física. Por ello, aunque la medicina y la psiquiatría son una gran bendición de parte de Dios, no pueden ser la única solución ante un caso de enfermedad mental.

Precaución durante la consejería

Antes de que aquellos que desestiman la psiquiatría aprueben todo lo que vengo diciendo, es importante recordar que ignorancia no es igual a falsedad. Me refiero a esto: aunque la psiquiatría no tiene todas las respuestas sobre las manifestaciones físicas que toman lugar en una enfermedad mental, eso no quiere decir que las enfermedades mentales no existan y que la psiquiatría no pueda ayudar.

Por ejemplo, en cierta ocasión, Jesús sanó a un muchacho descrito como epiléptico (Mt 17:14-21; lit., «lunático»). Los textos paralelos en los evangelios de Marcos y Lucas explican que la causa de su padecimiento era de índole espiritual (Mr 9:17-18Lc 9:38-39). Es importante señalar que en ninguno de los relatos vemos a Jesús reprendiendo al padre del enfermo o al enfermo mismo. Más bien, Jesús reprende a Sus propios discípulos no por errores en el diagnóstico, sino por la falta de fe y la incapacidad para ayudar. Esto nos demuestra que Dios no condena la realidad de las enfermedades mentales.

Del mismo modo, en la Biblia no encontramos ninguna condena explícita sobre el uso de medicamentos en casos de enfermedad mental. Si bien es cierto que la capacidad de los medicamentos para ayudar a las personas se ha puesto en duda por varios estudios, esto no nos da derecho a inventar un pecado donde hay libertad.

Por eso sostengo que es completamente necesario que quien atraviesa, por ejemplo, un episodio de psicosis escuche la verdad bíblica para su bien. Sin embargo, en ocasiones será necesario que su estado mental sea devuelto a una condición estable a través de medicamentos. Los medicamentos pueden ser útiles cuando buscan que la persona afectada pueda prestar atención al consejo bíblico.

El rol de la consejería bíblica

Al final, el lugar del consejero bíblico en casos de enfermedad mental no es establecer un diagnóstico, modificar un tratamiento ¡ni mucho menos retirarlo! En realidad, su labor es valorar el estado espiritual de la persona frente a aquella circunstancia. Si la Biblia llama pecado a un comportamiento que una persona tiene, debemos amar al aconsejado llamándolo al arrepentimiento (cf. 1 Co 6:10). Pero no todos los casos serán así.

Los medicamentos pueden ser útiles cuando buscan que la persona afectada pueda prestar atención al consejo bíblico

El aconsejado puede estar sufriendo las consecuencias de un mundo caído y ser tentado como resultado de dicho sufrimiento. Consideremos, por ejemplo, la fatiga extrema y la depresión que acompañan al diagnóstico de un cáncer y el proceso de quimioterapia (cf. 1 R 19:1-10). En otros casos, el sufrimiento puede ser consecuencia directa del pecado de otras personas, como en un síndrome de estrés postraumático o la depresión después de un abuso sexual (cf. 2 S 13:1-19). Debemos ser sensibles a estas realidades.

Llamados a la paz

¿Cómo podemos tener una visión bíblica y balanceada sobre un tema tan complejo? Por un lado, debemos reconocer la bendición de la medicina y la ciencia para tratar cuestiones físicas. Oremos para que el Señor continúe levantando médicos e investigadores que puedan aclarar las cuestiones físicas que afectan la salud mental de las personas.

Al mismo tiempo, tengamos presente que la medicina está limitada por su entendimiento del ser humano y que el alma del paciente no está dentro de su espectro de valoración. En consecuencia, la medicina no puede ser la única respuesta a un problema de salud mental.

Por otro lado, la consejería bíblica debe examinar el alma del paciente a la luz de la Biblia y hablar Palabra de Dios a la situación del enfermo. La Biblia ayudará al consejero a valorar si existen actitudes pecaminosas de fondo o como consecuencia del estado mental del aconsejado. En algunas ocasiones, el consejero bíblico notará la ayuda de medicamentos que regresan al aconsejado a un estado mental estable, que le permiten ser suficientemente receptivo a la Palabra de Dios.

En casos de enfermedad mental, no tenemos que escoger entre la medicina o la Biblia. La Palabra de Dios es suficiente para ayudar a la situación espiritual del enfermo mental, mientras que la medicina —cuidadosamente aplicada— es un regalo de Dios para aliviar sus dolencias. Cuando la medicina contradice lo que Dios dice, confiamos en la Biblia por haber sido inspirada por un Dios que no miente (2 Ti 3:16Tit 1:2).

Sobre todas las cosas, siempre debemos mostrar amor y compasión a nuestros hermanos que puedan tener una opinión diferente a la nuestra en un tema de libertad cristiana, como es el uso de medicamentos en casos de enfermedad mental. No olvidemos que Dios nos ha llamado a amarnos y a estar en paz unos con otros (1 Jn 4:7Ro 12:18).

 







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