Lee la Biblia para ver a Cristo en sus páginas

MURRAY MCLELLAN
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso



Muchas veces, cuando leemos nuestra Biblia, saltamos directo a la aplicación. Lo que no siempre es malo, ya que queremos ser «hacedores de la palabra y no solamente oidores» (Stg 1:22). Sin embargo, hay algunos peligros inherentes al saltar demasiado rápido a la aplicación. Sutilmente, podemos empezar a acercarnos a la Biblia como una colección de lecciones morales y ejemplos de hombres y mujeres fieles a los que debemos seguir.

Entonces se aborda la Biblia como si se tratara ante todo de mí y de lo que tengo que hacer, en lugar de verla ante todo como una revelación de Dios, contemplándolo en la persona de Jesús.

El corazón es central

Con toda diligencia guarda tu corazón,
Porque de él brotan los manantiales de la vida (Pr 4:23).

Dios no solo está interesado en lo que hacemos, sino en por qué lo hacemos. La motivación de nuestro corazón debe ser adorar y amar a Dios. Sin un corazón centrado en Jesús como nuestro primer amor, todo en nuestra vida estará fuera de lugar. Así que la lucha de fe que tenemos cada día es una batalla para amar de verdad y atesorar a Dios a través de creer en el evangelio de Jesús. Conocer la historia de las buenas nuevas de Dios y encontrar nuestra identidad en Jesús tiene implicaciones impresionantes en nuestra forma de vivir. Nuestra identidad en el evangelio —el conocimiento de que en Jesús somos perdonados, aceptados y amados— debe fortalecer continuamente nuestros corazones.

La lucha de fe que tenemos cada día es una batalla para amar de verdad y atesorar a Dios a través de creer en el evangelio de Jesús

El amor a Dios no surge del esfuerzo propio. Viene de conocer y creer en el evangelio. Nosotros amamos porque Él nos amó primero (1 Jn 4:19). La verdad del evangelio despierta nuestros corazones a la gracia, asombro, belleza, bondad, gozo y amor de Dios. De ahí brota el amor a los demás. Esta es una obra de gracia del Espíritu.

Jesús mismo nos enseñó cómo acercarnos a la Biblia y con qué propósito. En el Evangelio de Juan aprendemos que hay una forma correcta y otra incorrecta de leer la Biblia.

Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida (Jn 5:39-40).

Es importante entender que la Biblia está escrita para nosotros, pero no se trata principalmente sobre nosotros, sino sobre Jesús. Por eso, tenemos la Biblia como una ventana para contemplar la belleza de Jesús.

Si te acercas a las Escrituras como si se tratara ante todo de ti y de lo que debes hacer, entonces hay una tendencia a deslizarse hacia una relación contractual con Dios. Podemos empezar a relacionarnos con Dios como un empleador divino al que tenemos que servir. Con esta mentalidad, se pierde la intimidad.

Cuando vemos que la Biblia principalmente da testimonio de Jesús, nos alejamos de nuestro egocentrismo para contemplar la maravilla y la belleza de Dios en el rostro de nuestro Señor y Salvador. ¡Comenzamos a experimentar la maravillosa libertad del olvido de nosotros mismos!

En Juan 5:40, Jesús nos anima a dar un paso más. No queremos leer la Biblia solo como un libro sobre Jesús, ¡también queremos asegurarnos de que no nos detenemos hasta acercarnos a Él por vida! No se trata solo de una respuesta de fe inicial o de una sola vez. Es una necesidad permanente. Nos encontramos y estamos en comunión con la Palabra viva, Jesús, en y a través de la revelación de este Libro. Separados de Él, nada podemos hacer. Necesitamos permanecer en Él. Así, al contemplar a Jesús en las páginas de esta historia redentora en desarrollo, nos acercamos a Él y nos comprometemos con Él en arrepentimiento, fe, alabanza, acción de gracias, necesidad, amor, adoración y gran esperanza.

La Biblia como revelación de Dios

Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2 Co 3:18).

El Espíritu abre nuestros ojos y nuestros corazones a la maravilla de la historia redentora de Dios, revelándonos quién es Dios y lo que ha hecho por nosotros en Jesús. Esto nos mueve a conocer, amar y atesorar a Jesús cada vez más. Esta es la transformación que se nos promete cuando «contemplamos la gloria del Señor», que es para lo que están diseñadas las Escrituras.

En mi propio corazón, necesito un recordatorio continuo de la historia de las buenas nuevas de Jesús o, de lo contrario, puedo encontrarme fácilmente deslizándome hacia el deber religioso. Esta manera de relacionarme con Dios siempre me lleva al orgullo y a la arrogancia, si creo que lo estoy haciendo bien; o a la desesperanza, si pienso que no estoy a la altura de los estándares de Dios. Pero el evangelio de la gracia de Dios y de la aceptación plena en Jesús conduce a un final muy distinto. El evangelio de Jesús me hace más humilde, porque no lo merezco y aún así el precio que pagó Jesús fue inmenso. Al mismo tiempo, me da una gran confianza porque soy amado por Jesús, quien lo ha hecho todo. Jesús ganó el favor de Dios por mí, habiendo tomado sobre Sí mi maldición. ¿No es esto asombroso?

Mientras tomas tu Biblia para leerla esta semana, reconócela como una invitación para conocer, cada vez en mayor medida, al Dios de amor y gracia, en quien hay gozo y vida que no conocen fin.

Acerquémonos a la Biblia con hambre y sed de conocer a Dios cada vez más. Esto no solo nos moverá a confiar plenamente en Él, sino también a estar mejor equipados para vivir a la luz del evangelio cada día, para la gloria de Dios, nuestro propio gozo, ¡y para que podamos compartir esta historia de buenas noticias con los demás!


Publicado originalmente en The Gospel Coalition CanadaTraducido por Eduardo Fergusson.





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