DESCENDIÓ CRISTO A LOS INFIERNOS? [Efesios 4:9]
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En el erróneamente llamado Credo de los Apóstoles (que en realidad proviene de mediados del siglo II, y no de los apóstoles), encontramos la afirmación que Cristo “descendió a los infiernos”.
Esta declaración teológica se basa en Efesios 4:9: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?” (véase Hch. 2:27).
Tertuliano, Ireneo y Jerónimo interpretaron las últimas palabras de este versículo como “hades”. Algunos comentaristas modernos han adoptado esta interpretación. Otros tradujeron “infierno”.
Aquí debemos señalar que el Credo de los Apóstoles en su forma original (ap. 150 d.C.) no tiene la palabra gehena, “infierno”, sino hades, el lugar donde van los espíritus. Por tanto, Crisóstomo y otros padres griegos interpretaron que “las partes más bajas de la tierra” significaba muerte.
Algunos intérpretes opinan que “descendió a los infiernos” se refiere a 1 Pedro 3:19: “En el cual [por el Espíritu] también fue y predicó a los espíritus encarcelados”.
Pero la lógica indica otra interpretación. No hay duda que el ascenso fue al cielo, 40 días después de la resurrección de Cristo. Por tanto, el descenso sería a la tierra, en la encarnación. T. K. Abbott dice con sabiduría que “sería preferible interpretar ‘las partes más bajas de la tierra’ como ‘esta tierra inferior’ ”.
El versículo 19 es difícil de interpretar.
ya que en esta oración relativamente breve el significado de cada palabra varía. D. Edmond Hiebert observa lo siguiente: “Cada una de las nueve palabras que hay en el original ha sido interpretada de manera diferente”. Por consiguiente, no podemos esperar unanimidad en la interpretación de este pasaje; la convergencia no elude.
He aquí la lectura de la New International Version:
Por medio del cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, que desobedecieron en tiempos antiguos, en los días de Noé, cuando Dios esperaba con paciencia mientras se construía el arca.
¿Qué es lo que este texto dice?
Consideremos las partes que lo componen, expliquémoslas en secuencia y veamos el texto en su contexto.
A. “Por medio del cual”.
El antecedente de las palabras del cual es el término espíritu (ya sea con minúscula o con mayúscula). Si consideramos que del cual se refiere a su antecedente más próximo, entonces damos por sentado que se refiere al Espíritu Santo (véase el versículo precedente). Por medio de la instrumentalidad del Espíritu de Dios, Jesucristo después de su resurrección “fue y predicó a los espíritus que estaban encarcelados”. Nótese que en su epístola Pedro menciona al Espíritu algunas veces: “la obra santificadora del Espíritu” (1:2), “el Espíritu de Cristo” (1:11), y la predicación del evangelio “por el Espíritu Santo” (1:12).
También podemos relacionar la frase por medio del cual con la palabra espíritu sin mayúscula. Si interpretamos la frase de esta manera, el significado es, en realidad, “en su estado resucitado”. El pronombre relativo tiene que ver entonces con el estado espiritual de Cristo después de su resurrección.
Algunos intérpretes sugieren durante el cual. El antecedente de “cual” sería, en dicho caso, el contexto general. Sin embargo, la conexión entre la frase relativa por medio del cual y el término más cercano, espíritu es inconfundible, por lo que debe ser preferida.
B. “También fue y predicó”.
¿Qué quiere decir la palabra también? Parecería que Pedro quiere que la entendamos dentro de una secuencia de verbos que incluyen en primer lugar sufrió muerte y cobrara vida. Las palabras fue y predicó siguen esta secuencia del versículo precedente. Interpretamos, en consecuencia, que después de su resurrección, Jesús fue a predicar a los espíritus que estaban encarcelados.
En el original griego, la misma palabra (“fue”) se utiliza en el versículo 19 y también en el 22 (“quien ‘fue al cielo”). Suponemos que si Pedro habla acerca de la ascensión de Jesús en uno de estos versículos, por implicación lo hace también en el otro (véase asimismo Hch. 1:10–11). Pero no podemos estar seguros, empero, porque la palabra fue es, como tal, indefinida y significa “ir a alguna parte”. Pero si nosotros interpretamos la observación de Pablo acerca de “las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12) en un sentido espacial, entonces el verbo fue puede significar “ascender” y puede referirse a la ascención de Cristo. Además, la secuencia de los versículos 18 y 19 indica que Cristo fue a predicar en su estado resucitado.
¿Quiere la afirmación fue y predicó decir que Jesús descendió al infierno? No, no lo dice, porque la evidencia a favor de esta suposición está ausente. La Escritura no enseña en ningún lugar que Cristo haya descendido al infierno después de su resurrección y antes de su ascención. Es más, tenemos dificultad en aceptar la explicación de que Cristo en su espíritu fue a predicarles a los coetáneos de Noé. Pero antes de avanzar en este punto hay una pregunta que debemos hacer:
“descendió a los infiernos”
¿Qué significa la palabra predicó?
El verbo carece de aclaración, por lo que no podemos determinar el contenido de la predicación. En resumen, sólo el hecho de la predicación es lo importante, no el mensaje. O sea que entendemos que el verbo predicó significa que Cristo proclamó su victoria sobre sus adversarios. En su manera concisa, Pedro se abstiene de darnos el contexto de la proclamación de Cristo. Entraríamos agregando algo al texto si interpretásemos que la palabra predicó significa la predicación del evangelio. “Por lo cual podemos suponer con razón que es la victoria de Cristo sobre sus adversarios la que se enfatiza en 3:19, y no la conversión o evangelización de los espíritus desobedientes”.
c. “A los espíritus encarcelados”.
¿Pertenecen estos espíritus a seres humanos, a ángeles caídos o a ambos? En este pasaje Pedro califica la palabra espíritu de dos maneras. En primer lugar, estos espíritus están guardados en prisión. En Apocalipsis 20:7, Juan escribe que Satanás “será suelto de su prisión” (véase también vv. 1–3). Y en su segunda epístola, Pedro escribe que Dios envió a los ángeles que pecaron “a lóbregos calabozos a ser reservados para el juicio” (2 P. 2:4; cf. Ju. 6). De paso, conviene aclarar que la Escritura no dice en ninguna parte que las almas de los hombres sean guardadas en prisión.
A continuación, Pedro dice que los espíritus son los que “desobedecieron en tiempos antiguos” (v. 20a). El escribe: “Los espíritus …, que desobedecieron”. No dice “los espíritus de los que desobedecieron”. Si tal hubiera sido el caso, Pedro podría haberse referido a las almas de hombres muertos que habían sido desobedientes durante su vida. Sin embargo, la palabra espíritus, tal como Pedro la califica, se refiere a seres sobrenaturales. El uso que Pedro hace de este vocablo concuerda con la connotación que el mismo tiene en los evangelios, en los que se refiere a “espíritus inmundos” (véase, p. ej., Mr. 3:11). Este modo de emplear la palabra concuerda asimismo con la literatura intertestamentaria, en la cual el término espíritus designa a ángeles o demonios.
Según el escritor de Hebreos, Cristo no ayuda a los ángeles (2:16). El redime, en cambio, a los descendientes espirituales de Abraham. Además, si interpretaríamos que la palabra espíritus se refiere a espíritus de hombres, nos daríamos cuenta de que la calificación de Pedro acerca de espíritus desobedientes apunta a un rechazo voluntario de la autoridad de Dios. La Escritura enseña que no hay perdón para el pecado de la desobediencia deliberada (Heb. 6:4–6; 10:26). Finalmente, no hay ninguna doctrina de las Escrituras que enseña que el hombre tenga una segunda oportunidad de arrepentirse después de la muerte. Cuando se corre la cortina que separa el tiempo de la eternidad, el destino del hombre ya está sellado, y el período de gracia y de arrepentimiento ha concluido (léase la parábola del rico y Lázaro [Lc. 16:19–31]). Consecuentemente, yo entiendo que la frase los espíritus encarcelados se refiere a seres sobrenaturales y no a almas de hombres.
d. “Dios esperaba con paciencia”.
Una traducción literal de este versículo sería “cuando la paciencia de Dios seguía esperando” (NASB). Es decir, la tolerancia de Dios duró 120 años antes que él destruyese a la humanidad, con la excepción de ocho personas, por medio del diluvio. Esta construcción, que se traduce “Dios esperaba con paciencia”, enfatiza la clemencia de Dios antes de ejecutar su sentencia sobre la raza humana (cf. Gn. 6:3). Desde los tiempos de Adán hasta el día en que Noé entró en el arca, Dios se mostró paciente. Los coetáneos de Noé eran notoriamente malvados y servían como agentes de espíritus demoníacos en su rebelión contra Dios. No ha habido otra época en la historia en la que el contraste entre la fe y la incredulidad, entre la obediencia y la desobediencia, fuese tan pronunciado como en los días de Noé. Los espíritus rebeldes parecían controlar la raza humana con la excepción de Noé y su familia.
“descendió a los infiernos”
Comentarios adicionales acerca de 3:19–20a
Las interpretaciones de este texto son muchas. He aquí algunas de ellas enumeradas en orden cronológico.
a. Clemente de Alejandría, allá por el año 200 d.C. enseñó que Cristo fue al infierno en espíritu para proclamar el mensaje de salvación a las almas de pecadores que estaban allí en prisión desde el diluvio (Stromateis 6.6).
b. Agustín, allá por el año 400, dijo que el Cristo preexistente proclamó la salvación mediante Noé a la gente que vivió antes del diluvio.
c. En la segunda mitad del siglo dieciséis, el Cardenal Roberto Bellarmino introdujo una noción que ha sido sostenida por muchos Catolicorromanos: en su espíritu, Cristo fue a liberar las almas de los justos que se arrepintieron antes del diluvio y que habían quedado en el Limbo, es decir, el lugar entre el cielo y la tierra en que estaban, según Bellarmino, las almas de los santos del Antiguo Testamento (De Controversiis 2.4, 13).
d. Una interpretación promulgada por Friedrich Spitta en la última década del siglo diecinueve es esta: Después de su muerte y antes de su resurrección, Cristo predicó a los ángeles caídos, conocidos también como “hijos de Dios,” que durante el tiempo de Noé se habían casado con las “hijas de los hombres” (Gn. 6:2; 2 P. 2:4; Jud. 6).
e. Los teólogos contemporáneos enseñan que el Cristo resucitado, una vez ascendido al cielo, proclamó ante los espíritus encarcelados su victoria sobre la muerte.
Aunque la falta de espacio me impide comentar acerca de todos los puntos fuertes y débiles de estas opiniones, elijo algunas de las objeciones más importantes. Y aunque es virtualmente imposible llegar a una unanimidad en la comprensión del texto, llamo la atención del lector a la opinión que muchos teólogos favorecen.
El primer punto de vista es el de Clemente de Alejandría. El enseñó que Cristo fue al infierno para proclamar el mensaje de salvación a las almas de los pecadores que estaban encarcelados allí desde el diluvio. Se pueden expresar dos objeciones básicas en contra de la interpretación de Clemente: una, que la Escritura no habla del encarcelamiento de las almas condenadas por Dios; dos, que la doctrina de Agustín de que no hay conversión después de la muerte repudia la noción de Clemente.
Siguiente, Agustín dijo que el Cristo preexistente proclamó la salvación mediante Noé a la gente que vivió antes del diluvio. Nadie disputa el hecho de que el Espíritu de Cristo actuó durante el tiempo que medió entre la caída de Adán en el pecado y el nacimiento de Jesús (véase el comentario de Pedro en 1:11). La objeción en contra del parecer de Agustín es que se aparta de la redacción de 1 Pedro 3:19. Agustín habla del Cristo preencarnado y no del Cristo que “sufrió muerte en el cuerpo y fue vivificado por el Espíritu”. La interpretación de Agustín dominó el escenario teológico durante siglos hasta que la opinión de Bellarmino la desplazó en la Iglesia Católica Romana.
En tercer lugar, Bellarmino enseñó que si bien el cuerpo de Cristo murió en la cruz, su alma siguió viva. Fue así que en su espíritu Cristo fue a liberar las almas de los justos que se arrepintieron antes del diluvio y que estaban en el Limbo. La interpretación de Bellarmino ha sido rechazada por los Protestantes, puesto que éstos señalan que la Escritura enseña que los santos del Antiguo Testamento están en el cielo (véase p. ej., Heb. 11:5, 16, 40; 12:23).
Tenemos a continuación la interpretación de Spitta. Este dijo que Cristo, tras su muerte y antes de su resurrección, predicó a los ángeles caídos que durante los tiempos de Noé se habían casado con las “hijas de los hombres”. Pero esta opinión enfrenta una seria objeción. Al contestar a los Saduceos que le preguntaron sobre la resurrección, Jesús afirmó que los ángeles ni se casan ni son dados en casamiento (Mt. 22:30). Tenemos dificultad en entender cómo los ángeles caídos, que son espíritus, pueden tener relaciones sexuales con mujeres.
Finalmente, los teólogos más recientes enseñan que el Cristo resucitado, durante su ascención al cielo, proclamó a los espíritus en prisión su victoria sobre la muerte. El Cristo exaltado pasó por las regiones donde los ángeles caídos son guardados, y proclamó so triunfo sobre ellos (Ef. 6:12; Col. 2:15). Esta interpretación ha encontrado eco favorable en círculos Protestantes y Católicorromanos, y está en consonancia con la enseñanza del pasaje Petrino y con el resto de la Escritura.
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