La discapacidad es normal? Una reflexión desde la cosmovisión bíblica

STEPHANIE HUBACH
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso


Cuando mi hijo Tim tenía once años, le dije que lo había apuntado en las Olimpiadas Especiales. «Allí habrá niños con síndrome de Down como tú». «¡Yo no tengo síndrome de Down!» respondió Tim indignado. A lo que respondí: «Sí… lo tienes. ¿Te acuerdas? ¿Como tus amigos Annie, Jonathan y Bradley?». Ladeando la cabeza, Tim contestó: «¡Oh, lo había olvidado! Tienes razón. Ya te entiendo».

Nosotros, al igual que Tim, a veces podemos sentirnos confundidos acerca de cómo afecta la discapacidad a la vida en este mundo. Pero es solo cuando entendemos cómo la sociedad occidental ve la discapacidad, y cómo esto contrasta con la visión de la Biblia, que podemos empezar a entender mejor la experiencia de la discapacidad e incluir más eficazmente en la iglesia a las personas con discapacidad.

Dos dimensiones de la discapacidad

La discapacidad tiene dos aspectos. La dimensión funcional de la discapacidad se refiere a las partes del cuerpo que no funcionan de la forma que normalmente esperamos. La dimensión social de la discapacidad tiene que ver con la forma en que los demás tratan a quienes padecen una discapacidad, lo que a menudo incapacita a la persona más que su deficiencia funcional. Estos dos componentes crean la experiencia a la que nos referimos como «discapacidad».

Modernismo y discapacidad

Cuando el modernismo dominaba el pensamiento occidental del siglo XX, la discapacidad se consideraba una aberración. En el modernismo, lo que importa es mejorar la humanidad solucionando los problemas que podemos observar, basándonos en la ciencia y la razón. En este contexto, la discapacidad —vista como una aberración observable— es un «problema» que hay que eliminar, reparar o perfeccionar para perseguir una visión utópica.

Aunque la mentalidad modernista puede contribuir positivamente con terapias útiles para las enfermedades discapacitantes, también ha sido, trágicamente, la base de abusos sociales contra las personas con discapacidad, como la eutanasia, la internación en instituciones, la esterilización y el aborto de bebés a los que se diagnostican enfermedades discapacitantes en el útero. El modernismo se centra, casi exclusivamente, en la dimensión funcional de la discapacidad: la deficiencia en sí misma. En términos modernistas, la discapacidad se considera una parte anormal de la vida en un mundo normal.

Posmodernismo y discapacidad

El posmodernismo, sin embargo, se centra casi exclusivamente en la dimensión social de la discapacidad. Como reacción a los fracasos del modernismo, el posmodernismo considera la verdad como una entidad personal y fluida, más que como una realidad observable y científica. Señala las formas en que la ciencia y la razón por sí solas han fallado a la sociedad y arraiga estos fracasos sociales en la lucha humana por el poder. Desde una perspectiva posmoderna, lo que hay que arreglar no es el cuerpo humano discapacitado, sino los sistemas que actúan en la cultura.

Los activistas de la discapacidad en la era posmoderna se plantean algunas preguntas muy importantes, como:

  • ¿Quién decide lo que es o no es una discapacidad?
  • Si los entornos sociales apoyaran plenamente y se adaptaran completamente a las personas con discapacidad, ¿importaría, en términos pragmáticos, la deficiencia funcional en sí misma?

En el pensamiento posmoderno, las condiciones de discapacidad son en sí mismas características humanas neutras que hay que aceptar e incluso celebrar. Algunos activistas posmodernos de la discapacidad describen la deficiencia funcional como algo similar a los distintos colores de pelo. Desde el punto de vista posmoderno, la discapacidad es una parte normal de la vida en un mundo normal. Si se derriban las barreras sociales, desaparece la esencia de la discapacidad.

Cuando celebramos los maravillosos dones de las personas con discapacidad, las amamos como semejantes portadores de la imagen de Dios

Tanto la visión modernista como la posmoderna son erróneas. El modernismo es honesto sobre la dificultad asociada a una deficiencia discapacitante. Pero al centrarse en la deficiencia y en la importancia de solucionarla, el modernismo genera una experiencia de «otredad» e inferioridad para las personas con discapacidades diagnosticables.

El posmodernismo es honesto sobre la realidad de las barreras sociales que dan lugar a una opresión tanto pasiva como activa hacia las personas con discapacidad. Pero al centrarse en soluciones basadas en la adquisición y el ejercicio del poder social, el posmodernismo suele minimizar el dolor y el sufrimiento que pueden acompañar al aspecto funcional de la discapacidad para las personas con discapacidad y sus familias.

Perspectiva bíblica sobre la discapacidad

¿Dónde se encuentra la verdad? La visión bíblica de la discapacidad abraza la dignidad humana y la diversidad, a la vez que reconoce honestamente la dificultad genuina cuando la dificultad existe, tanto funcional como socialmente. Manteniendo estos elementos en la tensión adecuada, la perspectiva bíblica afirma que la discapacidad es una parte normal de la vida en un mundo anormal.

Las personas con discapacidad, al igual que toda la humanidad, están dotadas de dignidad y propósito y necesitan conocer a Cristo

La discapacidad es normal en el sentido de que es de esperar. Cuando nos encontramos con una discapacidad, no debería sorprendernos ni escandalizarnos. Vivimos en un mundo sacudido por los efectos de la caída sobre la humanidad y sobre la creación misma. La discapacidad, vista a través del lente de las Escrituras, es una forma perceptible del quebranto y la dificultad que son comunes a la experiencia humana. En un mundo trastornado, la dificultad de la discapacidad surge legítimamente tanto de la deficiencia funcional como de las formas pecaminosas en que los seres humanos pueden comportarse con personas a las que juzgan fundamentalmente diferentes de ellos mismos.

La respuesta inicial de Tim, «¡No tengo síndrome de Down!», puede sonar a negación de la realidad. Pero aún hoy, a los treinta años, Tim sabe que su identidad no se centra en su discapacidad, a pesar de que tener síndrome de Down afecta tanto la forma en que experimenta el mundo como la forma en que el mundo se relaciona con él.

Tim es consciente, ante todo, de que es una persona creada a imagen de Dios. Vivir con él y cuidarle durante tantos años me ha enseñado que la iglesia puede honrar mejor a las personas con discapacidad cuando recordamos esa verdad. Las personas con discapacidad, al igual que toda la humanidad, están dotadas de dignidad y propósito y necesitan conocer a Cristo y Su gracia salvadora.

Oro para que, con una perspectiva bíblica de la dimensión funcional de la discapacidad, nuestras iglesias se adentren en las dificultades prácticas que pueden surgir al vivir con discapacidades. Además, oro para que, con una perspectiva bíblica de la dimensión social de la discapacidad, nuestras iglesias se opongan activamente a la injusticia hacia las personas con discapacidad, dondequiera que se manifieste. Cuando celebramos los maravillosos dones de las personas con discapacidad, las amamos como semejantes portadores de la imagen de Dios y acogemos sus perspectivas únicas de la vida, todo el cuerpo de Cristo es bendecido.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.



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