En el huerto

Alyson Kieda
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Y el Señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado (v. 8).

LEER Génesis 2:8-9; 3:16-19

A mi papá le encantaba acampar, pescar, buscar rocas y trabajar en el jardín de casa, disfrutando del aire libre en la creación de Dios. ¡Pero eso requería muchísimo trabajo! Aun así, los resultados hacían que valiera la pena: un césped atractivo, tomates sabrosos y rosas bellísimas. Todos los años, podaba las rosas casi a ras del suelo, pero todos los años volvían a crecer, inundando los sentidos con su fragancia y hermosura.

En Génesis, leemos del huerto de Edén, donde Adán y Eva vivían, prosperaban y caminaban con Dios. Allí, Dios «hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer» (Génesis 2:9). Me imagino que ese jardín perfecto también incluía flores hermosas y con una dulce fragancia… ¡quizá incluso rosas sin espinas!

Después de la rebelión de Adán y Eva contra Dios, fueron expulsados del huerto y tuvieron que plantar y cuidar sus propios jardines, lo que implicaba romper el suelo duro, luchar contra las espinas y otros desafíos (3:17-19, 23-24). Sin embargo, Dios siguió proveyendo para ellos (v. 21), y no dejó a la humanidad sin la belleza de la creación que nos acerca a Él (Romanos 1:20). Las flores en el jardín nos recuerdan el amor constante de Dios y la promesa de una nueva creación: ¡símbolos de esperanza y consuelo!

Alyson Kieda

Reflexiona y ora

¿Cuándo la creación te ha llevado a alabar al Creador? ¿Cómo ves a Dios en la creación?

Dios, gracias por tu belleza entre las espinas.



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