Qué enseña la Biblia sobre el divorcio y el nuevo matrimonio?

Jim Newheiser
Coalición por el Evangelio
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Nota del editor: 

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Carol, una joven esposa con un hijo pequeño, descubrió que su esposo Ryan, oficial de policía, mantenía una relación adúltera con una compañera de trabajo. Cuando Carol confrontó a Ryan, él se enfureció, agitando su pistola de policía y apuntando primero a sí mismo y luego a Carol y a su bebé. Carol huyó para ponerse a salvo y, una semana después, acudió a la oficina de la iglesia.

«¿Tengo que quedarme en este matrimonio?», preguntó Carol. Como su pastor, mi primera respuesta fue mostrar compasión y trabajar con un equipo de miembros de la iglesia para garantizar la seguridad de Carol. Pero también tenía la responsabilidad de dar una respuesta clara a su pregunta. Ante la Palabra de Dios, ¿cuáles son sus opciones? Mi entendimiento es que la Biblia permite el divorcio y el nuevo matrimonio en algunos casos particulares. Pero no todos los cristianos están de acuerdo con esta conclusión. Entonces, ¿cuáles son los puntos de vista evangélicos comunes sobre el divorcio y el nuevo matrimonio, y cómo los evaluamos bíblicamente?

Dos puntos de vista sobre el divorcio y el nuevo matrimonio

Cuando inicié en el ministerio pastoral, era consciente de que el divorcio era una práctica común, pero no sabía cuántos divorcios y nuevos matrimonios se producían entre cristianos. Tampoco era consciente de lo difíciles y complejas que pueden ser estas situaciones desde el punto de vista pastoral. Los evangélicos suelen adoptar uno de dos enfoques ante el divorcio y el nuevo matrimonio.

Algunos respetados maestros de la Biblia sostienen lo que se llama el punto de vista de la permanencia del matrimonio. Muchos de los que sostienen esta perspectiva dicen que un creyente nunca debe iniciar un divorcio, y todos dicen que un creyente divorciado no es libre de volver a casarse mientras su excónyuge viva. Si bien estos maestros sentirían compasión por Carol y reconocerían su derecho a buscar seguridad física, cuando se trata del divorcio y de volver a casarse, dirían que no podemos permitir que la historia de una persona invalide lo que ellos consideran la clara enseñanza de las Escrituras.

Por otra parte, el punto de vista evangélico mayoritario (tal como se refleja en el capítulo 24 de la Confesión de Fe de Westminster) enseña que, aunque el divorcio siempre viola el ideal de Dios, Él proporciona protección y una excepción para el cónyuge cuya pareja ha violado gravemente el pacto matrimonial.

Honra el matrimonio. Haz del divorcio el último recurso.

Dios diseñó el matrimonio como un pacto de compañerismo para toda la vida (Gn 2:24). El ideal bíblico no es simplemente que las parejas permanezcan casadas, sino que encuentren gran gozo juntos (Ec 9:9). Puesto que Dios une a un hombre y a una mujer en matrimonio, el matrimonio debe ser honrado y protegido (Mt 19:6). Debemos proteger nuestros propios matrimonios de la infidelidad y la negligencia. También debemos respetar los matrimonios de los demás tanto con nuestras acciones como con los consejos que damos.

Nunca debemos alentar divorcios no bíblicos. Después de todo, algunas personas son llamadas por Dios a soportar matrimonios difíciles, muchos de los cuales pueden ser transformados por la gracia de Dios. Debido a nuestra cultura cada vez más terapéutica y sus definiciones expansivas de «abuso», el péndulo ha oscilado en nuestros días desde proteger el matrimonio a expensas de no proteger a las víctimas de abuso hasta proteger a las supuestas víctimas a expensas de no proteger adecuadamente el matrimonio. Como resultado, algunos cónyuges infelices abandonan sus matrimonios con demasiada facilidad y se divorcian sin fundamento bíblico. Sin embargo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios da fundamentos bíblicos para el divorcio.

¿Cuándo permite Dios el divorcio y el nuevo matrimonio?

La esencia del divorcio es la terminación de las obligaciones matrimoniales. Como se ilustra en Deuteronomio 24:1-4, esto supone y conlleva la libertad de volver a casarse. Aunque Jesús deja claro que el divorcio y el nuevo matrimonio sin fundamento bíblico es pecaminosamente adúltero (Mt 19:9; cp. 1 Co 7:10-11), también reconoce que los divorciados están verdaderamente divorciados (no siguen casados ante los ojos de Dios) y los que se han vuelto a casar están verdaderamente casados.

Aunque todo divorcio se debe al pecado humano, no todos los que se divorcian pecan

Dado que Dios aborrece el divorcio, ¿por qué permite el divorcio y el nuevo matrimonio? Jesús lo explica: «Por la dureza de su corazón» (Mt 19:8). En un mundo caído, algunos cónyuges romperán el pacto matrimonial; por eso es necesario regular el divorcio. Aunque todo divorcio se debe al pecado humano, no todos los que se divorcian pecan. Yo diría que el divorcio por adulterio muestra la seriedad con que el Señor toma las violaciones del pacto matrimonial. El divorcio puede ofrecer protección a la parte inocente, y un nuevo matrimonio piadoso puede ser una bendición. Entonces, ¿cuáles son los casos en que la Biblia permite el divorcio y el nuevo matrimonio?

1. Dios permite el divorcio por causa del pecado sexual.

Los que sostienen el punto de vista mayoritario observan que Jesús declara dos veces que el divorcio y el nuevo matrimonio están permitidos en casos de inmoralidad sexual (porneiaMt 5:3219:9). Los defensores del punto de vista de la permanencia argumentan que los textos más claros sobre el divorcio no mencionan excepciones (Mr 10:1-9Lc 16:18) y que se afirma explícitamente que uno solo es libre de volver a casarse después de la muerte de su cónyuge (Ro 7:2-31 Co 7:39). También encuentran apoyo en los padres de la iglesia que rechazaban todo divorcio y nuevo matrimonio.

Algunos que sostienen el punto de vista de la permanencia afirman que la excepción se refiere al adulterio que tiene lugar durante el compromiso pero antes del matrimonio (ver Mt 1:18-19). Pero en Mateo 19, Jesús no estaba siendo interrogado sobre la ruptura de un compromiso, sino sobre personas casadas que se divorcian y se vuelven a casar (Mt 19:3-5). Quienes sostienen el punto de vista de la permanencia tienen grandes dificultades para explicar la excepción de la porneia.

El punto de vista mayoritario es que los pasajes de Marcos y Lucas se refieren a la norma general sobre el divorcio, pero, como deja claro Mateo, hay excepciones. Por ejemplo, una señal de límite de velocidad presenta una regla general, pero una ambulancia que va a toda velocidad no está violando la ley. La regla general es que el matrimonio termina con la muerte del cónyuge, pero hay excepciones para el divorcio cuando una de las partes viola el pacto.

Aquellos que creen en la excepción porneia deben definir la naturaleza y el alcance del pecado sexual que constituye causa de divorcio. Algunos casos son claros, como el adulterio y los actos homosexuales. En otros casos, como la pornografía o los romances emocionales, se requiere sabiduría.

Mi opinión es que, en general, la pornografía es menos atroz que el adulterio físico, pero podría ser motivo de divorcio si el culpable se niega a luchar contra esta tentación y desatiende a su cónyuge, o en casos de pornografía infantil ilegal.

La inmoralidad sexual no pone fin al matrimonio, sino que da derecho al cónyuge inocente a divorciarse. En muchos casos, mediante el arrepentimiento y el perdón, estos matrimonios pueden salvarse o restaurarse.

2. Dios permite el divorcio por causa de abandono.

Aunque Pablo anima a los creyentes casados con no creyentes a permanecer en sus matrimonios, también afirma que si la persona no creyente se va, el creyente ya no está obligado (1 Co 7:12-16). Esta excepción se aplica claramente cuando un cónyuge incrédulo inicia el divorcio o se muda.

También creo que la negligencia deliberada de las responsabilidades conyugales puede ser causa de divorcio. Esto es coherente con Éxodo 21:10-11, que enseña que una esposa cuyo esposo no cumple con su responsabilidad marital básica de proporcionar alimentos, ropa y derechos conyugales puede ser libre (presumiblemente para volver a casarse, cp. 1 Co 7:1539). Como en los casos de inmoralidad sexual, se necesita sabiduría para discernir qué grado de negligencia constituye un motivo de divorcio. Todos hemos faltado al cumplimiento de nuestros votos matrimoniales.

En mi opinión, la excepción de abandono se aplica claramente en casos de negligencia voluntaria y de corazón duro por parte de un incrédulo. Pero si la pareja que abandona a su cónyuge profesa ser creyente, es apropiado un proceso de confrontación y disciplina eclesiástica para dar a la persona la oportunidad de arrepentirse. Lo ideal sería retrasar el divorcio hasta el momento en que la iglesia haya decidido tratar al cónyuge no arrepentido como un incrédulo.

3. El abuso también puede ser motivo de divorcio como forma de abandono.

En lugar de verlo como una tercera excepción, es mejor considerar el abuso conyugal como una forma particularmente atroz de negligencia marital. En los últimos años, las iglesias han reconocido explícitamente que debemos tomar en serio todos los patrones de opresión y coerción, no solo la violencia física. Al igual que con los demás motivos de divorcio, necesitamos discernimiento para reconocer la diferencia entre el conflicto conyugal ordinario y el abuso.

No queremos ser culpables de animar a nadie a violar las Escrituras abandonando pecaminosamente un matrimonio difícil o volviéndose a casar de forma adúltera. Tampoco queremos impedir que las personas disfruten de la protección y la libertad que Dios da a aquellos cuyos cónyuges han quebrantado irreparablemente el pacto matrimonial.

El caso de Carol era claro. Ryan estaba en una relación adúltera sin arrepentirse. Había amenazado abusivamente las vidas de su esposa y su hijo mientras intentaba recuperar el control. El equipo de liderazgo de nuestra iglesia denunció a Ryan a las autoridades, y ya no es policía. Se divorciaron. Considerábamos que Carol era como una viuda joven a la que le vendría bien volver a casarse (1 Ti 5:14). Después de algún tiempo, el Señor le proveyó un esposo piadoso con quien disfruta de un matrimonio feliz y fructífero.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

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