Diferencias entre maldecir y lamentarse
Teología Sana
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Este artículo forma parte de la serie: «Nuevas Misericordias cada mañana» de Paul D. Tripp
Si te lamentas por el estado caído de tu mundo en vez de maldecir sus dificultades, entonces puedes estar seguro de que la gracia de Dios te ha visitado.
La vida en este terrible mundo caído es difícil. Constantemente estás lidiando con la frustración de vivir en un mundo que no opera en la forma en que Dios lo diseñó. Siempre enfrentas lo inesperado. Casi a diario enfrentas algo que tú no hubieras escogido para tu vida y, sin embargo, ahí está, debido al lugar en el que vivimos. La vida aquí y ahora es como vivir en una casa desaliñada que ha comenzado a derrumbarse sobre su propio fundamento. Sigue siendo una casa, pero no funciona como debería hacerlo. Las puertas se atascan constantemente. La plomería en ocasiones funciona. Nunca estás seguro de lo que sucederá al conectar un electrodoméstico y pareciera que el techo gotea aun cuando no llueve. Así es el mundo en el que vivimos. En verdad es una casa destartalada.
Ahora bien, solo existen dos respuestas que podemos tener ante el estado caído de nuestro mundo: maldecir o lamentar. Seamos honestos. Maldecir es la respuesta más natural. Maldecimos el hecho de que debemos lidiar con personas imperfectas. Maldecimos el hecho de que tenemos que lidiar con cosas que no funcionan bien. Maldecimos el hecho de que debemos lidiar con la contaminación y la enfermedad. Maldecimos el hecho de que las promesas son rotas, las relaciones se hacen añicos y los sueños se esfuman. Maldecimos la realidad del dolor y el sufrimiento. Maldecimos el hecho de que este mundo caído es nuestra casa. Todo esto nos provoca enojo, impaciencia, amargura y descontento. Sí, es correcto no querer estas cosas. Es normal que nos frustren, ya que, como Pablo dice en Romanos 8, todo el mundo gime al esperar la redención. Pero maldecir es la respuesta equivocada. Maldecimos lo que enfrentamos día a día porque hace que nuestras vidas sean más difíciles de lo que quisiéramos. Maldecimos porque buscamos nuestra comodidad, nuestro placer, nuestra relajación. Maldecir es, en su raíz, egocéntrico.
Lamentarse es una mejor respuesta. Lamentarse significa entender la tragedia de la caída. Lamentarse significa reconocer que el mundo no es como Dios lo diseñó. Lamentarse significa clamar por la mano redentora y restauradora de Dios. Lamentarse significa reconocer el sufrimiento de otros. Lamentarse significa dolerse por lo que el pecado le ha hecho al cosmos y desear que el Redentor venga y renueve este mundo caído. Lamentarse, entonces, es una respuesta producida por la gracia.
De este lado de la eternidad, en este mundo caído, maldecir es el idioma estándar del reino del yo, pero lamentarse es el idioma estándar del reino de Dios. Entonces, ¿qué idioma hablarás hoy?
Para profundizar y ser alentado: Génesis 1-3
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