Si desde la pandemia se desconectó de su iglesia

Alex López
La Catapulta
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso


La pandemia fue un mal terrible. Destruyó tanto en los seres humanos. Vidas de sus seres queridos sin siquiera en algunas ocasiones, poder participar de un funeral y entierro acompañados de sus demás seres queridos.

Muchos de los padres que tuvieron hijos antes y durante esa época, tuvieron que enfrentar el hecho que sus hijos, no vieran y se relacionaran con otras personas. Nos tuvieron en cuarentena y encerrados, que los niños al salir a la vida normal, lloraban y no querían estar con otros.

Los hábitos de las personas cambiaron. Comencé a utilizar Zoom antes de la pandemia, allá por el 2018, porque fue lo que mis maestros (cuando me certifiqué en Coaching Ejecutivo en el INCAE) utilizaban después de la primera semana presencial de clases, para que nosotros experimentáramos el proceso de Coaching Ejecutivo de primera mano con Coaches de España. Pero en la pandemia, todos corrieron al Zoom.

Hasta las abuelitas descargaron Zoom, Netflix y tantos Apps más, todos necesarios. Pero algo cambió. Los hábitos se rompieron. Y, entre ellos muy buenos hábitos. Uno de ellos que se rompió para muchos cristianos, fue el hábito importante de congregarse. Y, convirtieron el domingo en un nuevo sábado. Un día para disfrutar de la vida sin asistir a su congregación.

Las iglesias migraron obligadas a la web y, la gran mayoría de personas, se conectaban online. La experiencia online no es la misma, pero es lo mejor que hay a no poder asistir. Pero al terminar la pandemia, abandonaron por completo lo que hacían, la interacción que habían logrado y descuidaron el lobby digital de la iglesia. La nueva generación visita primero algo online, después presencial. Pero lo virtual se relegó a transmitir algo.

¿En dónde te estás congregando? Era una pregunta que les hacía a las personas que me encontraba en la calle. Su respuesta, era que se estaban conectando online no a una, sino hasta a 6 iglesias distintas. Pero otros, decían que se conectaban, cuando en realidad, ya no se conectaban a ninguna. Y, cuando el relajo pasó, dejaron de congregarse y de conectarse.

Todo cambió. Meses de sufrimientos psicológico, de niños estudiando frente a pantallas, de papás trabajando en casa y saliendo a sus oficinas con miedo, rituales de limpieza y otros, llevaron a las personas a entrar a un supermercado, pero no a la iglesia. De asistir a un cine, pero no a la iglesia. De ir a un concierto y hasta a una manifestación, pero no a la iglesia. “Allí la gente se contagia por cantar”, nos decían los profesionales.

¿Qué cambió en su vida por causa de la pandemia?, ¿Dejó de congregarse?, ¿Dejó de asistir a su grupo pequeño?, ¿Se desconectó de su vida cristiana, aunque sigue teniendo fe más no una relación con personas que le ayuden a vivir su fe cristiana?

Dios nos creó para vivir en comunidad. Es más, envió a su hijo, el único que no nació bajo el castigo de las consecuencias del pecado de Adán y Eva. Porque Jesús, no venía de su linaje. Fue el único Hijo de Dios que vino de él puesto directamente en el vientre de María.

Por la muerte del Justo, nosotros somos perdonados, recibimos su justicia por la fe, somos adoptados por Dios como hijos, somos sellados por el Espíritu Santo como garantía de nuestra pertenencia a él y de su gloria futura. Y, nos llama ahora hermanos, porque a través de la adopción, ahora somos todos una familia espiritual que compartimos al mismo padre celestial.

No sólo nos dio perdón de pecados, nos dio familia espiritual, para que juntos, nos amáramos, compartiéramos la vida, nos ayudáramos a vivir nuestra vida espiritual al corregirnos y animarnos y pudiéramos estar ahí cuando alguien cayera en pecado para restaurarlo.

Si usted se alejó de su congregación y ya no se congrega. Vuelva esta semana. Un leño apartado de su fogata se apagará. Pero no será en un día, será un proceso lento hasta que el fuego finalmente se extinga. Si está casado, enseña a sus hijos la fe, pero no a compartir con otras personas de fe. Sus hijos también necesitan congregarse.

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¿Será su iglesia la misma? No. Seguramente ha cambiado mucho pues gente ha cambiado, ha rotado a otra congregación y tanto más. Pero dé el paso. Congregarnos es un mandato para nuestro bien. Adorar a Dios juntos, recibir palabra y conectarnos con otros hermanos en Cristo ese día y otros días de la semana, mientras vivimos en comunidad, es un regalo que no tiene precio.

¿Qué hará este domingo?, ¿A quiénes más que dejó de ver y también dejaron de congregarse puede invitar?, Vayan juntos a las iglesias y después, salgan a compartir la mesa. Porque la mesa no sólo representa alimentos, representa amor y vida compartida.

“Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, lo cual hizo por medio de su cuerpo. También tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y los cuerpos lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacer algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” La Biblia en Hebreos 10:19-25

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