LA FAUNA QUE DEBEMOS DOMAR
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Hay un relato acerca de un viejo ermitaño, quien pese a vivir retirado del mundo y dedicado a una vida sedentaria de contemplación y penitencia, frecuentemente se quejaba –ante los pocos que lo visitaban- de tener que lidiar con dos halcones; entrenar dos águilas; controlar dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter un león.
En un principio nadie entendía esto, pues no se veía ningún animal conviviendo con el ermitaño. Hasta que él mismo lo explicó de la siguiente manera :
“Los dos halcones son mis ojos, que se lanzan sobre todo lo que se les presenta; debo entrenarlos para que sólo capturen cosas que no dañen mi mente. Las dos águilas son mis manos que hieren y destrozan; debo adiestrarlas para que únicamente sirvan y construyan. Los dos conejos, que tienden a huir de las situaciones difíciles, son mis pies, y debo enseñarlos a permanecer firmes ante los retos y pruebas. La serpiente, siempre lista para morder y envenenar al resto, es la lengua. El asno, obstinado y resistente a cumplir con su deber, representa mi cuerpo, y debo someterlo para tal propósito. Y finalmente el león, aquél que pugna por ser el primero, es el corazón, al que tengo que sujetar para que abandone su carácter vanidoso, soberbio y prepotente.
Querid@ visitante:
Al igual que el ermitaño de esta ilustración, todos llevamos dentro, uno que otro de estos “comensales”: orgullo, vanidad, ira, murmuración, codicia, soberbia, lujuria, mentira, falta de perdón, adicciones, etc. los mismos que debemos mantenerlos controlados, si deseamos llevar una vida sin ataduras.
Claro, algunos deciden dejarlos donde están, justificando que no se puede hacer nada al respecto: “Así nací, y así he de morir”, manifiestan.
Otros –y ojalá tú también– seguimos luchando por alejarnos de tan nociva fauna. Pero obviamente, como nuestras fuerzas humanas son insuficientes, tenemos que buscar la intervención de Dios, el único que nos ayuda a domar toda esa plaga, que vive esperando un mínimo descuido para someternos.
Recuerda: solo Jesús, liberta, perdona y restaura.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
(2ª Corintios 5:17)
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