SOMBRAS DEL PASADO

Por: Luis Caccia Guerra

 


 

Todos, en mayor o en menor medida hemos hecho o dicho cosas, que después hemos tenido que lamentar. A veces pecamos por omisión, es decir lo que debimos haber hecho o dicho y no hicimos; otras veces, por comisión, lo que NO debimos hacer o decir, y sin más ni más, nos mandamos sin pensar en las consecuencias.

No importa el grado de la falta. A veces, una actitud sutil, anodina, pero que descubierta por el otro resulta ser más corrosiva que algo mucho más grave. Lo cierto es que hay eventos del pasado que nos marcan. Hay personas que por años, inclusive, toda una vida, viven cargando con el remordimiento de la falta cometida.

Y el recuerdo duele, muerde, desgarra, muchas veces.  El pasado se torna entonces, un terrible monstruo que nos anula, nos paraliza, nos esclaviza inclusive. Comenzamos a transitar la vida con temor, con angustia, en soledad.

La vida se compone de ciclos, de etapas. Es necesario cerrar un ciclo, terminar de “quemar” una etapa para poder avanzar con lo que sigue. Cuando algo no termina de “cerrar” sobreviene inevitablemente el estancamiento. Es conocido el hecho de personas que se han perdido en el medio del desierto, y que al no tener puntos de referencia válidos, caminan y caminan trazando círculos sin llegar a ninguna parte. Esto es lo mismo: cuando un ciclo no cierra, queda dando vueltas una y otra vez sobre lo mismo sin poder llegar a ninguna parte. Quedamos anclados, entonces, en el pasado; recordando, reviviendo en el presente el recuerdo de un evento doloroso que pertenece al pasado y carece de futuro.

Mirar atrás todo el tiempo nos impide ver hacia el frente para poder avanzar.

Pretendemos tratar los conflictos con estrategia, con diplomacia, con protocolos de resolución de conflictos que se aplican en la Empresa y en las relaciones humanas mundanas. Y está visto que aquí no funciona así. Es que nos estamos olvidando de un “pequeño” detalle: que esto no es el mundo ni la empresa, ES LA IGLESIA y nosotros tenemos NUEVA VIDA EN CRISTO (2 Corintios 5:17).

Alguien dijo que uno de los más graves problemas de los creyentes de este siglo, ES LA FALTA DE PERDÓN; para con los demás y para con nosotros mismos. Toda vez que PERDONAR no es “renovarle el crédito” al otro para que nos siga lastimando, ni una cuestión de sentimientos. ES UNA DECISIÓN. Es “soltar” y liberarse de la carga, no permitir que las cadenas del resentimiento, la amargura, el dolor sigan haciendo estragos en nuestra vida. Poner el asunto en donde tiene que quedar: en las dulces manos de Jesús. Y para con nosotros mismos, “remordimiento” no es lo mismo que “arrepentimiento”. Se puede sentir remordimiento, sí. La conciencia nos acusa de la falta cometida. Pero este proceso no tiene que durar demasiado. Nos tiene que motivar a tomar la decisión de abandonar el hábito o conducta que nos llevaron a pecar. Un cambio radical en ese sentido. Es la única situación en la que estamos “autorizados” a volver atrás, eso es ARREPENTIMIENTO; e ir y buscar el perdón de Dios, primero y del damnificado después.

Es todo un proceso. Muchas veces no se consigue transitar por esto en tan sólo unos días. A veces puede llevar años, hasta que finalmente podamos comprender que no tenemos otra manera de vivir SINO AFERRADOS AL MADERO DE SU GRACIA, LA INFINITA GRACIA DE DIOS; como el náufrago se aferra al madero en alta mar hasta que llegue el rescate. 

Los pastores en Escocia, tienen una estrategia para rescatar a sus ovejitas en peligro, que parece cruel, pero ilustra cómo tiene que tratar muchas veces Dios con nosotros. Las ovejitas se van hacia las orillas del acantilado  y comienzan a bajar la escarpada pendiente en busca de ciertas hierbas que son dulces y que a ellas les gustan mucho. Pero cuando ya no pueden avanzar más y quieren volver a subir, encuentran que ya no pueden hacerlo. Entonces quedan atrapadas días enteros balando desesperadas. ¿Por qué entonces el pastor no baja inmediatamente y las rescata? Porque son muy tontas y en cuanto lo vean llegar al pastor van a tratar de huir de él con la terrible consecuencia de caer por el despeñadero. El pastor baja cuando están exhaustas, tan agotadas que ya no pueden más. Entonces se entregan a su pastor, quien las devuelve al redil en sus seguras manos.

Hay personas que pueden pasar toda una vida como las ovejitas gimiendo, lamentando, llorando hechos del pasado. Sólo cuando están exhaustas y ya no pueden más con su carga, aflojan y se entregan en las dulces manos DEL BUEN PASTOR, aquél que su vida da por las ovejas (Juan 10:11).

Es hora de ir HOY con tu carga ante el Señor. No tienes que encontrar ningún templo abierto. Sólo doblar tus rodillas y derramar tu corazón delante de Dios. Cuanto más cerca del SUELO, más cerca del CIELO.

 

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. (1 Juan 2:1 RVR1960)

 

…olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante… (Filipenses 3:13 RVR1960)

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