ENDEREZANDO LOS CUADROS MIENTRAS LA CASA ARDE

Por: Luis Caccia Guerra

 

 

 

“Enderezando los cuadros mientras la casa se incendia” (Corrie Ten Boom). Esta amada escritora cristiana halló la manera dramática de ilustrar lo que muchas veces hacemos de mal hábito. En realidad, ella hablaba de otra cosa, pero la ilustración encaja en  muchos ámbitos y aplicaciones. En este sentido alguien más dijo: “No hay peor cosa que hacer muy bien lo que no es necesario hacer”.

Todos conocemos gente criticona. Espíritus “elevados”, “superados” con capacidad de avizorar la paja en el ojo ajeno y pasar por alto la viga que llevan en el suyo. Que creen estar más allá del bien y el mal y siempre tienen un calificativo negativo para nosotros. No importa si una valoración subjetiva aunque basada en una verdad, una fragrante mentira, o la más cruda y dolorosa realidad. Más allá de la interpretación subjetiva, creen que “sinceridad” es enrostrarle “sin filtro” al otro sus defectos y los sentimientos negativos que ciertos aspectos de su personalidad, como su conducta, temperamento, hábitos,  forma de vestir, etc. movilizan en nosotros. Confundir “sinceridad” con falta de tacto, falta de empatía, certificado de falta de sabiduría, de no haber aprendido a ponerse en los zapatos del otro. Toda vez que CUANDO EMITIMOS UN COMENTARIO SOBRE LOS DEMÁS, EN VERDAD ESTAMOS REVELANDO MUCHO MÁS ACERCA DE NOSOTROS MISMOS QUE LO QUE PRETENDEMOS DECIR DEL OTRO.

No está mal ayudar a quienes amamos a ser mejores. No está bien hacerlo sin visión, ciencia y sabiduría. Alguien dijo que la verdad es como el arsénico. En las manos correctas y adecuadamente administrado, es una medicina. En la falta de sabiduría y mal administrado, es un poderoso  veneno.

La casa arde. La casa se incendia más cerca de nosotros de lo que podemos imaginar. En derredor nuestro hay vidas deshechas, almas rotas, mucho dolor disfrazado de sonrisas. Alguien dijo: “cada persona es un mundo”. Hay historias de vida que realmente no conocemos habida cuenta de que es sólo Papá Dios quien puede escudriñar lo profundo de esos corazones rotos, de esas almas heridas. Y éstas se encuentran mucho más cerca de nosotros de lo que realmente tenemos capacidad de ver.

“Si hay algún secreto para el éxito, consiste en la habilidad de entender el punto de vista de la otra persona y ver las cosas tanto desde su perspectiva como desde la tuya” (Henry Ford). También hablaba de otra cosa, pero que en términos generales y traducido al castellano básico es: “Aprender a ponerte en los zapatos del otro”. Cosa que muchos DICEN que hacen, pero que su conducta revela a las claras que no tienen mínima capacidad de HACER.

Había un hombre en aquél pequeño pueblo, cuyo “estilo de vida” era realmente deplorable. Lejos de los “estándares de santidad” esperados por cualquier pastor de rebaño… Todos lo conocían, nadie lo quería. Nadie tenía algo bueno para decir de él.

Enfrente de su casa vivía una mujer anciana, de esas viejitas bonitas, dulces y amorosas, con sabiduría de lo alto; que siempre encuentran algo bueno en los demás, aunque no lo tengan. Que siempre tienen una palabra de aliento, porque en su corazón guardan sabiduría y las palabras emitidas por su boca son bálsamo para el espíritu.

Cuando aquél hombre malo murió, sólo unos pocos parientes más cercanos estaban en su funeral... y la anciana vecina de enfrente. Nadie dijo nada. Ni sus propios parientes emitieron palabra alguna. Es que no había nada bueno para decir de él. Entonces, alguien le pidió a esta mujer que dijera algunas palabras de despedida.

Entonces ella dijo: -¡Ah! ¡Qué hermosos dientes tiene este hombre!

Donde no había nada bueno para decir, ella había encontrado algo.

Si tan sólo empleáramos un poco de las mismas energías que gastamos en “ser tan sinceros“ con los demás, en pretender "enderesarle el cuadro de su vida" al otro; que en aprender a seguir a Jesús cada día un poquito mejor, habría más vidas sanadas, más vidas edificadas, más vidas restauradas.  Habida cuenta de que esta clase de “sincero” es un DIEZ “sin-CERO”. Nos creemos un “10” y no nos alcanza para más que un “1”.

¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?

(Mateo 7:3 y 4 RVR1960)

 




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