Vivir como María en el mundo de Marta
Por: Angelita Rosa
Aconteció que
yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le
recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María,
la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero
Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo:
Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?
Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una
cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no
le será quitada.
(Lucas 10:38-42 RV60)
En realidad, cuando leo este pasaje quisiera
ser como María, pero escojo a Marta. Esa es mi historia y tal vez
también la suya.
Imaginemos la escena: abre su casa para trece
hombres más su hermano, (según el contexto podrían ser unos 70
hombres) y uno de ellos es el Señor. No era cualquier invitado. Era
su amigo, era su Señor... ¡era el Mesías! Ella no tenía heladera,
freezer, microondas, ni siquiera una cocina a gas o a leña. Tenía
que juntar leña, prender el fuego... Tampoco debía hacer una comida
común, como todos los días. Era un acontecimiento muy especial, que
merecía algo especial. Matar un cordero, frutas abrillantadas y
perfumadas, amasar... todo lo que era la costumbre de la época.
¡Tanto que hacer y tan poco tiempo! Se pregunta: ¿Se quedarán a
dormir? Hay que preparar el cuarto de huéspedes. ¡El Mesías está
en su casa!
De pronto, pregunta: “-¿Dónde esta, María?
¿Alguien la ha visto?” Toda la casa está en movimiento pero su
hermana no está ayudando. El enojo se hace evidente en Marta, al ver
a su hermana cómodamente sentada a los pies de Jesús. ¿No sabe
María que es una reunión de hombres, según las costumbres de la
época? Desde lejos Marta hace señas y gestos, pero ella parece no
darse cuenta. Nada de lo que hace afecta a su hermanita. En ese
momento sólo tiene ojos y oídos para Jesús.
Estando en el límite del enojo, interrumpe la
reunión, piensa que Jesús estaría de su lado (por que el lugar de
las mujeres era la cocina) y su hermana debería estar ayudando.
Marta con la voz alterada entra y dice: “-¿No te da cuidado que mi
hermana me deje servir sola?” Y Jesús en vez de elogiar a Marta,
la reprende con dulzura y le dice que María eligió la mejor parte.
¿La mejor parte? No es que tenemos que hacer
más... hacer todo más... y estar a sus pies... ¡No, no es así!
Dios pone siempre personas como un engranaje para que puedan estar
juntas. María era el sol, Marta el trueno. María iba por la vida
oliendo las flores, Marta las cortaba para adornar su casa. Ni una,
ni la otra hacían mal las cosas. Cada una tenía un carácter
diferente. Así las creó el Señor y así nos quiere. Cada conjunto
de dones y cada personalidad tiene sus puntos fuertes y sus puntos
débiles, sus glorias y sus tentaciones.
Jesús corrigió a Marta pero no le dijo “¿por
qué no eres como tu hermana?” El sabe que Marta nunca sería como
María ni María como Marta, pero cuando las dos se encontraron ante
la decisión de trabajar o adorar María había elegido lo mejor.
Todos, cualquiera sea nuestro carácter podemos
elegir. Está al alcance de cualquiera de nosotros. Es una decisión
que todos podemos tomar. Claro que para María debe haber sido más
difícil. No todos los días Dios visita nuestra casa. Así es que
olvida las tradiciones, rompe con las normas establecidas y se acerca
a Jesús tanto como le fue posible. María se sienta a los pies del
Maestro. Cada uno de nosotros, sin importar si hombre o mujer, somos
“un” o “una” María que quiere adorar con todo su ser,
sentarse a sus pies... pero otra parte de nosotros es “un” o
“una” Marta, que tiene tanto que hacer, atender a tantas
necesidades reales que lo rodean, que escucha el llamado del Señor...
y responde “voy Señor”, pero de pronto las tareas de la casa,
los compromisos, el trabajo, la reunión del colegio de los chicos...
“ir, ir, hacer, hacer... la tiranía de lo urgente", como
alguien dijo alguna vez.
La realidad nos demuestra que lo “urgente”,
salvo emergencia o contingencia de fuerza mayor, casi siempre es
posible hacerlo en otro momento. Con una correcta escala de
prioridades y una buena organización del día, el tiempo de oración
y estudio bíblico no pueden ni deben faltar. ES HOY. HOY vino el
Maestro a visitarme. Hacer primero y adorar después es como poner el
carro delante del caballo. Somos nosotros quienes terminamos tirando
del carro y nos hacemos daño.
Jesús nos invita a acercarnos a El. Si
obedecemos a su invitación encontraremos la clave de nuestros
anhelos y aprenderemos a vivir más allá de las presiones diarias
que pueden llegar a destrozarnos. Porque cuando aprendemos lo que
significa elegir lo mejor en la intimidad con Cristo, nuestras vidas
comienzan a ser cambiadas.
El quiere darnos un corazón como el de María
en un mundo como el de Marta.
Dios te bendiga.
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