Farol en la calle, oscuridad en la casa
Autor: William Brayanes
escrito originalmente para
www.mensajesdeanimo.com
“Nadie que
enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la
cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean
la luz.” (Lucas
8 : 16)
¿Se ha dado cuenta querido lector que muchos
varones en el trabajo nos mostramos condescendientes con el resto;
acatamos sin chistar, y hacemos favores sin condición? Eso no tiene
nada de malo, dirá usted… ¡Claro que no!. El problema es que,
una vez llegados a casa, no somos capaces ni siquiera de alzar del
suelo nuestro par de calcetines, peor ayudar a nuestra esposa con el
resto de tareas domésticas. Esa buena voluntad mostrada en otro
sitio, dentro del hogar se nos esfumó automáticamente.
De igual forma ¿se ha percatado que con la
compañera de trabajo somos detallistas y gentiles al máximo
(saludos, flores, chocolates, galanterías) , pero en la casa jamás
tenemos frases de cariño, ternura o aprobación para nuestra
consorte?.. Después del raudo beso en la mejilla, si acaso la
miramos con ojos de costumbre.
Pero no solo a los varones nos pasa ¿O no se
han percatado que muchas esposas , cuando se trata de ser
visitadas, se levantan temprano a “darle la vuelta” a la casa;
colocan el mejor mantel en la mesa, estrenan vajilla y utilizan
sus mejores atuendos? mas cuando se trata de los suyos, se la pasan
en chanclas y con ruleros todo el día , siguen sirviendo en la
mesa de la cocina, con el mantel de siempre (para no ensuciar el
nuevo) y con la misma vajilla vieja (la otra es para las visitas).
A este tipo de actitudes nuestros mayores
denominaban : “Farol en la calle, oscuridad en la casa”.
¿Se han fijado ustedes que algunos padres
somos más tolerantes con los hijos ajenos, pues les disculpamos
sus faltas, compartimos sus juegos, charlamos amenamente con ellos,
etc. mientras en casa con los nuestros, las arengas más comunes
son : cállate, siéntate, duérmete, no tengo tiempo, sal de aquí,
pobre de vos que rompas esto o aquello…
Amigo y amiga: de poco sirve una casa cuya
fachada esté hermosamente pintada, si en su interior hay desorden,
suciedad, caos. De poco sirve una alfombra persa, si debajo de ella
usted esconde la basura. De poco sirve un hermoso armario
confeccionado con la mejor madera, si dentro de él hay ropa
sucia, mal olor y polilla.
De igual forma, de poco o nada sirve que
salgamos a la calle, debidamente aseados, perfumados y acicalados, si
nuestro corazón sigue cargado de vanidad, orgullo, intolerancia,
ira, murmuración, lujuria, avaricia… y más. Alguien mencionó :
“¿Un féretro de ébano y oro, para guardar restos humanos en
descomposición? … parece no tener sentido.”
Cuidado con que nuestra lámpara brille
únicamente en el exterior, buscando incrementar el ego, la
reputación, el orgullo, y que casa adentro en lugar de proyectar
esa misma luz, nos escondamos en la oscuridad del egoísmo, la
tiranía, y la soberbia, por solo citar tres falencias..
La Sagrada Escritura dice claramente que somos
la luz del mundo, pero que la misma no se pone debajo de un cajón,
sino sobre el candelero, y que alumbra a TODOS LOS QUE ESTÁN EN
CASA. (Mateo 5: 14-15-16)
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