LA TRADUCCIÓN DE MI MADRE
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Publicado con permiso
Se dice que en cierta ocasión: cuatro estudiantes de la Biblia, se encontraban discutiendo de buena manera, sobre los méritos de las diferentes traducciones del libro sagrado. Uno aprobaba una versión en particular, porque decía que su lenguaje era sencillo y hermoso. Otro prefería una edición erudita porque se acercaba más al original hebreo y griego. Un tercero señalaba su preferencia por una versión contemporánea con vocabulario actualizado.
Finalmente
el cuarto estudiante, luego de un breve silencio dijo: «A mí la que más me gusta es la traducción de
mi madre.»
Sorprendidos
todos, admitieron no saber que la madre de su compañero hubiera traducido alguna
Biblia.
«Sí
-contestó él- la tradujo a la vida, y fue la traducción más convincente que vi»
Querid@ vistante :
La
Biblia no es un libro más del montón, destinado a agregar información y
conocimiento a la mente; no es un libro de auto ayuda o auto superación; ni mucho menos un objeto para ser utilizado
como adorno de la casa, reliquia de museo, amuleto de la buena suerte, sustento
de alguna pata de mueble, ni talismán o escudo contra las “malas vibras”.
Nos
faltaría espacio para detallar el significado y propósito de la Biblia, pero
abreviamos señalando que es: Palabra de Dios, fuente de sabiduría, reveladora
del plan de salvación para la humanidad. Y como tal debe ser leída, meditada, entendida,
difundida y sobre todo aplicada a nuestra existencia diaria. Eso significa que
de nada serviría conocerla de tapa a tapa -como cualquier ateo puede
conocerla- si no creemos en su
contendido, si no tenemos un testimonio coherente entre la teoría y la
práctica, entre lo que decimos y hacemos, entre lo que predicamos en público y
lo que accionamos en privado.
Septiembre
ha sido considerado como el mes de la
Biblia en varios países, conscientes eso
sí que nuestro amor y obediencia a la Palabra del Señor no debe remitirse a un
solo mes o día, sino a ser permanente y
vital como el respirar cotidiano. (WB)
La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece para siempre.
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