No estamos solos
Marvin Williams
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He aquí, yo estoy a la puerta y llamo… (v. 20).
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En su minicuento de suspenso La llamada, Frederic Brown escribió: «El último hombre sobre la Tierra estaba solo en una habitación. Entonces, llamaron a la puerta». ¡Ay! ¿Quién podría ser y qué querría? ¿Qué cosa misteriosa venía a buscarlo? El hombre no está solo… y tampoco nosotros. La iglesia de Laodicea oyó que llamaban a su puerta (Apocalipsis 3:20). ¿Qué Ser sobrenatural había venido? Su nombre era Jesús, «el primero y el último; […] el que [vive]» (1:17-18). Sus ojos destellaban y «su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza» (v. 16). Cuando Juan vislumbró su gloria, cayó «como muerto a sus pies» (v. 17). La fe en Cristo comienza con el temor de Dios. No estamos solos, y esto es consolador. Está Jesús, «el resplandor de [la] gloria [de Dios] y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1:3). Sin embargo, no usa su fuerza para matarnos sino para amarnos. Escucha su invitación: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Nuestra fe comienza con temor —¿quién está a la puerta?— y termina con un abrazo tierno y fuerte. Jesús promete estar siempre con nosotros, aunque seamos la última persona en la tierra. Marvin Williams
Reflexiona y ora |
¿Por qué no podemos separar el poder de Cristo de su amor? ¿Por qué ambos son vitalmente importantes? Jesús, te recibo en mi corazón. |
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