Ayuda! Soy un padre enojado

CHAP BETTIS
Coalición por el Evangelio
https://www.coalicionporelevangelio.org/
Todos los derechos reservados-Publicado con permiso

Es penoso, produce vergüenza y alivia el estrés, todo al mismo tiempo. Rara vez se habla de ello o se confiesa en pequeños grupos, pero es frecuente en casi todos los hogares: padres enfadados

Puede que alguna vez te consideraste una persona paciente, hasta que empezaste a tener hijos. Ya sean las exigencias físicas constantes de los más pequeños, las continuas pruebas de los del medio o las desconcertantes reacciones de los adolescentes, los niños nos presionan de formas nuevas. 

Dios ha colocado a los niños en una posición única para que iluminen como con un reflector el estado real de nuestros corazones. A menudo no es agradable. Utilizamos las palabras con una intensidad que nos sorprende y nos asusta.

Como padre de cuatro niños pequeños y, más tarde, de cuatro adolescentes, recuerdo que pensé: «Espera. ¿Dios me ordena que no los exaspere? ¿No debería ser al revés?». Por la gracia de Dios, después de escudriñar las Escrituras desesperado por cambiar, encontré algo de ayuda que me permitió crecer en paciencia.

Dios ha colocado a los niños en una posición única para que iluminen como con un reflector el estado real de nuestros corazones

Las siguientes tres verdades tienen el propósito de ayudar a los padres con ira dentro de un rango normal. No están pensadas para una situación potencialmente abusiva. Para eso, busca ayuda inmediata de las autoridades espirituales y legales. 

¿Cuáles fueron esas tres verdades clave?

1. Mira lo que la ira es en realidad

La definición que hace David Powlison de la ira me ha ayudado: «una postura activa que adoptas para oponerte a algo que consideras importante y que está mal». Nótese que la ira es activa. Brotando de nuestros deseos, es una respuesta para actuar contra algo que creemos importante y que está mal. 

Esto nos ayuda a entender una razón por la que la ira de Dios es justa y por qué Jesús estaba tan furioso con los fariseos. Solo Él entiende y define de manera perfecta lo que es importante y lo que es malo. También explica por qué Dios ordena a Su pueblo: «Enójense, pero no pequen» (Ef 4:26). Aunque la ira no sea pecaminosa en sí misma, está en una posición única para hacernos pecar. 

De hecho, las Escrituras están llenas de mandamientos que nos ayudan a ver cómo la ira suele estar llena de pecado. 

2. Mira la ira como tu enemigo

La ira pecaminosa es un enemigo. Jesús nos enseñó que la ira pecaminosa es un asesinato en miniatura (Mt 5:21-22) que contrista al Espíritu (Ef 4:30) y que está impulsada por la carne (Gá 5:20). No solucionará el problema (Stg 1:20) y perjudicará a la otra persona (Pr 12:18). Como observa Ed Welch: «Estar enojado es destruir». Mi ira destruye la paz de mi hijo, la confianza de mi hijo y mi testimonio ante él como seguidor de Cristo. 

La ira pecaminosa es un enemigo mortal que debo matar diariamente con la ayuda del Espíritu

Como padre, es muy fácil justificar mi ira como justa o pasar la página rápido después de una explosión. Pero la ira pecaminosa es un enemigo mortal que debo matar diariamente con la ayuda del Espíritu.

Sin embargo, si ese es nuestro único pensamiento, estamos encaminados al fracaso porque no estamos comprendiendo la totalidad de las Escrituras. A menudo se necesitan dos afirmaciones para proporcionar una visión equilibrada de lo que enseña la Escritura.

3. Mira la ira como tu amiga

Acabo de decir que la ira es tu enemiga, pero si la entiendes correctamente, cierta ira también puede ser tu amiga. Para referirnos de nuevo a nuestra definición, es un indicador de que algo «es importante y está mal». Es una emoción que Dios nos ha dado. Pero su propósito es atacar un problema, no a una persona. 

La paternidad piadosa no es un trance apacible y de tipo zen. Un padre que observa cómo su hijo adolescente contesta a su madre y no reacciona revela su propia deficiencia. La madre que permanece indiferente mientras su hijo de seis años golpea a otro más pequeño no está honrando a Cristo. 

Sin embargo, en lugar de explotar en el momento, deja que ese enojo te motive a preguntarte: «¿Qué problema me está señalando este enojo? ¿Qué es importante y qué está mal?». 

Cuando los deseos se convierten en exigencias

A menudo citamos Santiago 4:1-2, que nos dice que las peleas proceden de deseos que luchan en nuestro interior. Ese pasaje nos ayuda a profundizar para examinar cuándo nuestros deseos se han convertido en exigencias idólatras. 

Pero no todos nuestros deseos como padres son pecaminosos. Hay algunos buenos. Nuestra hija debería obedecernos. Nuestro hijo debería haber hecho sus tareas. Dios llama a los padres a entrenar y discipular a sus hijos, lo que significa que a veces necesitan nuestra corrección. De hecho, si no proporcionamos ninguna consecuencia para la hija desobediente o el hijo flojo, somos negligentes en nuestros deberes como padres.

Los padres sabios dejan que los sentimientos de enojo les motiven a encontrar una solución al problema

Tal vez, mirando hacia atrás al momento de ira, nuestro deseo se transformó en una exigencia. Pero el deseo en sí no era el problema. Los padres sabios dejan que los sentimientos de enojo les motiven a encontrar una solución al problema. 

En los años noventa trabajaba como programador para un banco. En aquella época anterior al Internet, podía recibir una llamada a mitad de la noche por un problema. Cuando eso ocurría, tomaba dos medidas: una era solucionar el problema para que el banco pudiera abrir por la mañana. La segunda medida tenía lugar a la mañana siguiente. Revisaba lo que había sucedido y luego ideaba una solución que evitara recibir esa llamada en el futuro. Suponía que el problema volvería a suceder, así que aprovechaba el tiempo para revisar las operaciones.

De manera similar, suponiendo que nuestro deseo sea bueno —digamos, obediencia o responsabilidad— el malestar es indicativo de algo que necesita cambiar, ya sea en mí, en mis hijos o con la administración de mi hogar. Dios nos llama a todos, hombres y mujeres, a administrar bien nuestros hogares. A menudo, el enojo me ha impulsado tanto a abordar una situación como a elaborar un plan para dirigir mi hogar.

Pequeñas máquinas de santificación

El Señor y mis hijos con mucha gracia han pasado por alto muchos pecados de mi parte. Hasta que Jesús regrese, nuestra vida de hogar será complicada. La mía ciertamente lo fue. Pero podemos y debemos progresar en ser como Jesús.

Nuestros hijos son pequeñas máquinas de santificación, providencialmente enviadas a nosotros. Por la gracia de Dios, podemos crecer en derrotar a la ira pecaminosa, convirtiéndonos en discipuladores más pacientes en nuestros hogares.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

UNGES MI CABEZA CON ACEITE...

El poder del ayuno

70 veces 7