SACO DE PLUMAS

 Por: William Brayanes

En cierta ocasión  un hombre  arrepentido de haber desacreditado a una persona, fue a visitar a un sabio para recibir consejo. 

 -Maestro: -le dijo- quiero arreglar todo el mal que con mis  calumnias, le propicié  a  un amigo. ¿Cómo puedo hacerlo? 

El sabio contestó: 

-Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas  y suéltalas de una en una, por donde vayas.

El hombre contento por aquella tarea fácil, tomó el saco con plumas y empezó a desparramarlas por el sector. Al terminar regresó con el saco vacío donde el sabio, diciéndole: 

 -Maestro, tal como me lo ordenaste, ya solté todas las plumas.  

-Que bien –respondió el sabio- ahora regresa a la calle y nuevamente llena  el saco con las mismas plumas que desparramaste". 

-Pero  maestro, serán poquísimas las plumas que pueda recoger, ya  que la mayoría de ellas deben haber volado lejos con el viento. 

El sabio respondió:

-Exacto: Así como las plumas vuelan con el viento, el mal que hacemos vuela de boca en boca, permitiendo que el daño se esparza tanto, que es difícil recogerlo. Lo único que te queda entonces,  es  pedirle perdón a tu amigo. No hay forma de revertir una calumnia. 

Querid@ visitante: 

No hay mucho que agregar a esta historia que tomé prestada. Solo mencionar que nuestra lengua, ese órgano carnoso y blando, tan necesario para múltiples funciones biológicas, entre ellas la comunicación, en el plano figurativo  puede cumplir una doble tarea: construir o destruir, agradar o afectar, exaltar o calumniar, bendecir o maldecir, dependiendo de la utilidad que le demos. 

Blas Pascal decía: “El demonio está sobre la lengua del que murmura. Intentemos pues utilizarla como instrumento para edificar, no para arruinar". (Wbrayanes) 

Señor, pon un vigilante en mi boca;
¡ponle un sello a mis labios!

(Sal 141:3)


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