Cuando una amistad se quiebra, recuerda el evangelio

María Fernanda Agudelo
Coalición por el Evangelio
https://www.coalicionporelevangelio.org/
Todos los derechos reservados-Publicado con permiso

De un día para otro, el teléfono no sonó más.

Ella estaba acostumbrada a recibir los mensajes o llamadas repentinas de su amiga y a cualquier hora del día. Entonces hablaban de cualquier cosa y por cualquier cosa reían sin parar. Habían compartido muchos lugares en común, muchas historias, mucha vida.

Sin embargo, pequeños malentendidos y malas decisiones las llevaron a tomar caminos separados. Y a pesar de los esfuerzos hechos, varios años después, el teléfono sigue sin sonar.

Algunas veces en nuestras vidas experimentaremos el dolor de una amistad que se quiebra, por nuestro pecado o por el pecado de otros. Aunque el Señor nos llama a la reconciliación, esto no siempre es posible. Cuando has hecho todo para recuperar esa amistad, pero no sucede, ¿cómo podemos responder centrados en el evangelio?

Primero, ¿todo lo posible?

Esto es crucial. Preguntarnos si de verdad hemos hecho todo lo posible por recuperar la paz en esa amistad puede hacer la diferencia. Estas son algunas preguntas que vale la pena hacernos:

  • ¿Has preguntado, con el verdadero ánimo de escuchar, cuál es la razón para el alejamiento?
  • ¿Has pedido perdón genuinamente, sin excusarte, por aquello que pudo ofender a esa amistad?
  • ¿Has perdonado sinceramente, sin guardar rencor o amargura, a esa amistad que te pidió perdón?
  • ¿Has identificado en ti y trabajado a la luz de la Palabra conductas, expresiones y palabras que puedan ser hirientes?
  • ¿Has orado por un espíritu humilde y apacible que te permita avanzar hacia la restauración?

Si aún así…

Vale. Sé que a veces hemos hecho todo lo que está en nuestras manos y aún así no parece haber respuesta. Simplemente, de este lado de la vida, las cosas no siempre serán como deberían ser.

Jesús, como tú y yo, también experimentó el dolor de las amistades quebradas

Debido a la entrada del pecado en el mundo, el miedo, la vergüenza, el desencanto, la duda, la separación y el dolor son parte de nuestras relaciones de amistad. Por el pecado, Job sufrió la amargura de tres amigos que no lo levantaron en sus momentos más difíciles (ver Job), Moisés experimentó la murmuración de Miriam y Aarón (Nm 12) y David sufrió la traición de Husai el arquita, quien lo abandonó para apoyar la rebelión de su hijo Absalón (2 S 16-17).

Así que es posible que tú también experimentes lo mismo. Quizás alguien simplemente dejó de hablarte; quizás hablaron mal de ti con otras personas; quizás han sentido envidia de ti; quizás te malinterpretaron; quizás tú fuiste quien obró mal y ahora no te es otorgado el perdón.

Cristo es la respuesta

Cuando una amistad se quiebra, recuerda que Jesús, como tú y yo, también experimentó el dolor de las amistades quebradas. Sus hermanos no creían en Él (Jn 7:1-9); uno de Sus discípulos lo traicionó y lo entregó por dinero (Mr 14:10-31); en Sus horas más oscuras, Sus amigos cercanos le abandonaron y le negaron (Mt 26:69-75). Él conoce y entiende el dolor de una amistad quebrantada.

Podemos seguir esperando pacientemente hasta el día en que todo será restaurado, incluyendo las amistades

Tú y yo somos culpables del mismo cargo que los amigos de Jesús. Nosotros también lo hemos negado, lo hemos abandonado, hemos sido incrédulos. Con todo, Su amor no disminuyó. Amándonos hasta lo sumo (cp. Jn 13:1) y cargando nuestras culpas, murió en la cruz, obteniendo la victoria sobre el pecado y haciéndonos herederos de Dios, aunque no lo merecíamos.

Él es nuestra respuesta. Cristo nos ha enseñado con Su ejemplo que, cuando una amistad se quiebra, podemos seguir amando a esa persona, porque Él nos amó primero (1 Jn 4:19). Podemos perdonar a esa persona, porque Él nos perdonó primero (Ef 1:7-8). Podemos orar por esa persona, porque Él ora por nosotros (Ro 8:34). Podemos bendecir, dar, hacer el bien y ser misericordiosos, porque Él es benigno para con los ingratos y malos (Lc 6:35).

Y aunque el teléfono no vuelva a sonar, podemos seguir esperando pacientemente hasta el día en que todo será restaurado, incluyendo las amistades, porque Él ha prometido que llegará el día en que no habrá más llanto, ni tristeza, ni dolor, incluyendo el de una amistad quebrada (Ap 21:4).









Comentarios

Entradas más populares de este blog

UNGES MI CABEZA CON ACEITE...

El poder del ayuno

70 veces 7