DE LABIOS HACIA AFUERA
Mahatma
Gandhi (1869-1948) fue abogado, místico, filósofo, líder político y del movimiento
nacionalista en la India. Fue además un gran conocedor de las enseñanzas de
Jesús. Por ello reconocía tener un gran respeto
por el cristianismo; haber aprendido mucho del Sermón de la Montaña : y, considerar
que nadie ha hecho más por la humanidad
que Cristo.
Sin embargo Gandhi mostraba públicamente su “decepción”, no por el cristianismo, sino por los cristianos, pues a su parecer una gran mayoría era cristiana únicamente de nombre; sin esforzarse por aplicar sus propias enseñanzas, y además por adorar en la práctica, más al dios dinero que al Señor de los cielos.
“De hecho no hay nada malo con el cristianismo -decía- pero el problema es con ustedes cristianos que no comienzan a vivir en base a lo que ustedes mismos enseñan”.
Querid@ amig@:
Llamarnos
creyentes o seguidores de Cristo, no es suficiente para agradar, no a Gandhi,
sino a Dios. Por lo tanto, para que nuestra práctica de fe sea auténtica, es
vital mantener un buen testimonio, no solo el domingo en la iglesia, sino todos
los días, en lo público y lo privado, sosteniendo una línea coherente entre las
palabras y los hechos. De lo contrario pasaríamos a ser una suerte de creyentes
de apariencia, o de labios hacia afuera. No olvidemos que el propio Jesucristo exhortó
severamente a los fariseos de su época, por no poner en práctica pasajes
de la ley que ellos mismos decían defender.
Indudablemente, no es fácil mantener la integridad en un mundo hedonista, donde por todos los medios posibles se le rinde culto al placer, los bienes materiales, el poder, el status, la imagen, la belleza, el aplauso, el reconocimiento humano…
Por ello, debemos acudir diariamente a Cristo y pedirle que nos ayude a caminar correctamente por su senda trazada; que nos sostenga en la fe, para no desentonar con Sus enseñanzas; y que nos levante cuando caigamos. Solo de su mano podemos ganar ese tipo de batallas.
y me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
Su adoración no es más que un mandato
enseñado por hombres.
(Isaías 29:13)
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