Por: Luis Caccia Guerra Escrito originalmente para www.devocionaldiario.com Se publica en los términos del uso legalmente permitido. Los últimos cinco años han sido tiempos nada fáciles para quien esto escribe. Un clamor intenso cada día, a raíz de situaciones de abierto, franco y descarado maltrato, rechazo, discriminación, aparteid. Podría haber salido adelante en otros desafíos que se presentaban, pero la pesada carga de tener que lidiar cada día con esto en soledad, restaba fuerzas y energía. Ya no sabía cómo, ni qué, ni de qué manera pedirle a Dios que hiciera algo con esas situaciones que agregaban su cuota de infelicidad y más y más dolor. Y Dios no hizo absolutamente nada, mientras un torbellino de bronca, resentimiento, culpa, temor, fracaso, incertidumbre, esa sensación vívida de orfandad de parte de un Dios que había dado vuelta completamente su rostro de mí, no hacía más que carcomer las raíces de la fe y minar la confianza. ¿Te has sentido así alguna