Quiero que cambies mi situación, pero Tú quieres cambiarme a mí
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para
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permitido.
Los últimos cinco años han sido tiempos
nada fáciles para quien esto escribe. Un clamor intenso cada día, a raíz de
situaciones de abierto, franco y descarado maltrato, rechazo, discriminación,
aparteid. Podría haber salido adelante en otros desafíos que se presentaban,
pero la pesada carga de tener que lidiar cada día con esto en soledad, restaba
fuerzas y energía.
Ya no sabía cómo, ni qué, ni de qué manera
pedirle a Dios que hiciera algo con esas situaciones que agregaban su cuota de
infelicidad y más y más dolor. Y Dios no hizo absolutamente nada, mientras un
torbellino de bronca, resentimiento, culpa, temor, fracaso, incertidumbre, esa
sensación vívida de orfandad de parte de un Dios que había dado vuelta
completamente su rostro de mí, no hacía más que carcomer las raíces de la fe y
minar la confianza.
¿Te has sentido así alguna vez? ¿Has pasado
por situaciones a todas luces injustas y no poder defenderte? ¿Que cuando ya no
te queda más nada y esperas que Dios tome el control de la situación y te haga
salir victorioso, las cosas no hacen otra cosa que precipitarse y ves todos y cada
uno de tus sueños derrumbarse delante de ti?
En aquél momento, y por cierto, ello lejos
de aportar alguna cuota de aliento y confianza, comprendí que como en los días
de Jesús ante Pilatos, Dios es quien había dado autoridad a esas personas para
tratarme así y enmudeció mi corazón para permitirlo (Juan 19:11).
Hubo de mi parte más de un conato de
rebeldía, durante ese largo proceso que aún no termina. Más de un
"berrinche" espiritual, como niñito malcriado delante del padre, por
cierto.
Cuando entregué mi derrota en las dulces
manos del Salvador, comprendí que Dios estaba en control absoluto de todo y el
maltrato se terminó. No de la manera en que lo hubiera querido, por lo que hoy
me toca enfrentar otras situaciones y desafíos más complejos aún.
Pero un cambio de vida -no deseado de mi
parte, por cierto- está por delante, hoy abrigo la esperanza de que lo mejor
aún está por venir. Y esta vez los problemas no obran en reversa, sino en
sentido positivo, con miras a un futuro mejor.
Es que muchas veces, en nuestra miope y
precaria visión, sumidos en nuestro racional empecinamiento, clamamos con
vehemencia a Dios que obre el milagro de cambiar determinadas situaciones en
nuestras vidas. Pero nos cuesta tanto entender que el milagro está ahí
produciéndose delante de nuestras propias narices... y es que Dios mismo es quien nos ha puesto
en esas situaciones para cambiarnos a nosotros.
Por la misericordia de Jehová no
hemos sido consumidos, porque nunca
decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Lamentaciones 3:22 y 23 (RVR1960)
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