Quién andará solo y necesita mi llamada o un mensaje
Alex López
La Catapulta
http://lacatapulta.net/vidacristiana/
Todos los derechos reservados-Publicado con permiso
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Cada congregación es como una fogata. Cuando un leño de sus miembros se aleja, terminará por apagarse su fe.
Si algo nos trajo la Pandemia, fue la incertidumbre no sólo sobre el mañana, sino sobre quiénes se están congregando.
Por las restricciones, muchas reuniones por las casas dejaron de hacerse. Lo que comenzó como una obligación por las prohibiciones, continuó como una costumbre en la vida de muchos. Cuando estas se reanudaron, no todos regresaron. Ni a los grupos en casa, ni a las congregaciones.
Estar lejos de una comunidad de creyentes es un riesgo. Ya que el enfriamiento espiritual, no ocurre de un solo. Ocurre poco a poco, hasta que terminamos de alejarnos de Dios.
“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” Hebreos 10:24-25
La preocupación de los miembros de una congregación es de todos y hacia todos. Somos una familia en donde todos nos cuidamos unos a otros, nos animamos, exhortamos y reprendemos en amor.
¿Qué pasó con los amigos y conocidos en su congregación? Un error típico en nosotros es asumir que se cambiaron de congregación y por eso no los llamamos. Es cierto, unos ya no asisten porque están asistiendo a otra. Pero otros, ya no están asistiendo a ninguna.
Una llamada telefónica o un mensaje de texto hace la diferencia para el Reino. Recuerdo el día en que dejé de ver en la congregación a alguien que siempre se sentaba en el mismo lugar. Sólo habíamos platicado un par de veces. Le escribí por Facebook. Me informó cómo fue que dejó de congregarse y ninguno de sus amigos en la iglesia le llamó, ni siquiera los de su grupo pequeño por las casas. Resultó yendo a otra iglesia. Pero cuando llegó mi mensaje, ya no se estaba congregando en ninguna iglesia. Le animé a volver a donde se congregaba o con nosotros, pero el punto es que debía volver a congregarse. Volvió y permaneció fiel a Dios.
Que alguien se vaya de una congregación es doloroso, porque ya no le volveremos a ver tan seguido como antes. Pero debemos recordar que por muy doloroso que sea, quien se va de su iglesia, sigue siendo su hermano en Cristo y miembro de algo superior a una iglesia local, el Reino de Dios. No corte relaciones, no deje de amar sólo porque alguien ya no pertenece a la suya, porque somos llamados a hacer siempre el bien comenzando por los de la familia de la fe. Y la familia de la fe es más que nuestra congregación.
Preocuparnos por nuestra congregación es muy importante. Pero preocuparnos por la vida espiritual de cualquier creyente asista o no a la nuestra, un llamado superior y aplaudido desde el cielo por el Padre de esta nueva familia a la que fuimos adoptados por Dios en Jesús.
¿Quién andará solo como un leño alejado de la fogata de la congregación y que terminará por apagarse su fe? ¿A quién tiene en mente y sabe que debe llamar o escribir hoy? Después de su llamado o mensaje ¿Ya se congrega en otro lugar? Exprésele su tristeza que ya no le verá tan seguido como antes, pero póngase a las órdenes siempre como hermanos en Cristo para servirle. ¿Alguien ya no se congrega en ningún lado? Reúnanse, compartan, conecten y juntos busque a Dios en su congregación. Porque asistir es importante, pero allí no termina todo. La iglesia es más grande que un servicio y eso veremos en la próxima publicación.
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.” Gálatas 6:9-10
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