La Naturaleza De Los Seres Humanos

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Si, habiendo dirigido la mirada al universo, pasamos ahora a mirarnos a nosotros mismos, encontraremos evidencias adicionales de la existencia de Dios. Altos ideales y sublimes aspiraciones se agitan dentro de nosotros.

Cosas hermosas a los ojos, a los oídos y al tacto nos mueven profundamente. Nuestra mente es insaciablemente curiosa en su búsqueda de conocimiento. Un imperioso impulso a hacer lo que ‘debemos’ hacer nos impele hacia adelante y hacia arriba, y nos cubre de vergüenza cuando fallamos. El amor, también, pone de manifiesto la característica nobleza de nuestra condición humana, ese amor que ha inspirado las grandes proezas del arte, el heroísmo, el sacrificio, y el servicio.                                             

¿Acaso son estos sentimientos universales una burla estéril, espejismos en el desierto de la ilusión? ¿O es que existe alguna cualidad última de la belleza, la verdad, la bondad y el amor a la que responde toda nuestra personalidad? Más importante todavía: ¿Qué puede decirse de nuestra innata reverencia para con lo sagrado, nuestro sentido de asombro y maravilla, nuestra necesidad de adorar? ¿Por qué todos los seres humanos son criaturas que adoran, e incluso fabrican sus propios dioses si no les ha sido revelado ninguno? ¿No hay ningún Dios en servicio del cual estos anhelos puedan encontrar satisfacción? A la luz de estos hechos o datos de nuestra propia experiencia, parecería más razonable creer en Dios que negar su existencia.

LA NATURALEZA DE LOS SERES HUMANOS


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