Vasijas de barro
Por Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
La Biblia hace recurrentemente referencia a las
vasijas. El término más comúnmente empleado es “sir” que
significa “recipiente” sin aludir a una forma, material, ni
tamaño específico. En la antigua época de los tiempos bíblicos,
estos utensilios tenían usos múltiples. Presentes en todos los
hogares, se empleaban para cocinar, lavarse, transportar y almacenar
agua y vino, o inclusive, procesar metales por artesanos y orfebres.
También eran muy utilizadas para almacenar granos, miel, aceite,
perfumes e inclusive vino, como en el caso de las ánforas romanas.
Sin embargo, había otro uso algo menos conocido de las vasijas de
barro cocido; también se usaban para guardar joyas, dinero, títulos
de la propiedad y en general documentos de valor. Los manuscritos
bíblicos de las grutas de Qumrán, hallados entre fines de 1946 y
principios de 1947 por pastores beduinos a orillas del Mar Muerto
permanecieron guardados en vasijas de barro durante casi dos mil
años.
La Biblia a menudo compara a Dios con el
alfarero que la crea y moldea y al hombre con la vasija (Jeremías
18:6). Nuestras vidas son una vasija que tiene contenidos, que
guarda muchas cosas en su interior.
“Cuando Dios quiere mostrarte cómo es la
naturaleza humana lejos de El, tiene que mostrártelo a través de ti
mismo.” Oswald Chambers
Debo confesar que muchas veces, me inspira
temor echar una mirada hacia mi propio mundo interior. En realidad lo
que me inspira más temor no es tanto echar esa mirada, sino lo que
puedo llegar a encontrar allí. Y es que rara vez tomamos conciencia
de las fortificaciones de maldad y oscuridad que podemos llegar a
encontrar dentro de nuestras propias almas, aún cuando hemos hecho
profesión de fe en Nuestro Señor. Cuando eso ocurre, todos nos es
perdonado, mas no todo sanado. La entrega a Cristo es el punto de
partida de un largo viaje de toda una vida, en el que cada herida,
cada rincón oscuro debe ser tratado en forma particular, a fin de
que le alumbre la luz de Cristo y pueda ser sanado. A los cristianos
no nos gusta hablar de estas cosas. Nos enfrenta con una realidad de
orden superior que con frecuencia no deseamos ver ni asumir.
“Sin embargo, es sensato explorar a fondo
mi espacio interior, para llegar a la conclusión de saber porqué mi
mundo interior es un proyecto para toda la vida. Pero estoy seguro de
que algunos, ni siquiera comienzan el viaje.” Gordon Mac
Donald.
Creo que el hijo pródigo de la parábola de
Jesús (Lucas 15:15-17) cayó en la cuenta de esta realidad, cuando
se halló solo, hambriento, miserable y en medio de un chiquero
lejos de la casa de su padre. Cada uno de nosotros somos un hijo
pródigo, que recién cae en la capacidad de discernimiento de su
propia maldad, cuando se encuentra inexorablemente en el medio de un
chiquero.
He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
(Apocalipsis
3:20 RV60)
Me asombra el hecho de invitarle a vivir en mi
corazón, de abrir esa puerta para que El entre y venga a morar en
mi vida. Ver mi interior con los ojos de Dios no resulta ser cosa
fácil ni mucho menos agradable… Pues bien, esa es la clase de
interior que Jesús visita, espera que abramos y en el que viene a
morar.
En la antigüedad, para extraer un documento
importante guardado en una vasija sellada, como por ejemplo un título
de propiedad, esa vasija debía ser rota, debía ser quebrantada.
Me asombra semejante tesoro como mi vida, como
la vida que El me dio cuando vino a morar conmigo, guardado en esta
frágil y endeble vasija de barro. Y qué bueno que así sea, porque
para que sirva, rinda sus frutos, salga a la luz, sea de utilidad y
bendición, debe ser irremediablemente quebrantada.
Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame
y conoce mis pensamientos; Y
ve si hay en mí camino de perversidad,
Y
guíame en el camino eterno.
(Salmos
139:23-24 RV60)
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