Con el viento en contra
Por Luis Caccia Guerra para
www.mensajesdeanimo.com
Cuando era niño veía dibujos y
representaciones de las famosas carabelas de Colón, navegando los
mares con sus velas infladas por el viento y con frecuencia me
carcomía la curiosidad y la pregunta: -¿Y qué pasa si tiene el
viento en contra?
Pasó mucho tiempo hasta que averigüé que
cuando el viento está en contra, los marinos colocan las velas en
una orientación tal que el mismo viento provoca un vacío en sentido
contrario que “chupa” la vela hacia delante, provocando que el
barco avance en lugar de ir hacia atrás.
Hubo un tiempo muy difícil en mi vida. A
alguien no le caí bien y pronto hubo quienes creyeron ser los dueños
y me querían fuera de ese sitio lo antes posible. Entonces comenzó
la estrategia de desgaste y erosión. Todos los días un pequeño
acto de provocación, un comentario ácido, una palabra de
descalificación, un atentado contra mi autoestima. Literalmente me
hicieron la vida imposible. Por largo tiempo viví angustiado y
lamentándome haber llegado a ese lugar, por lo que pudo ser y no
fue, por haber hallado el viento en contra.
Quien esto escribe, tiene como disciplina de
vida, no responder al maltrato. No es porque tenga una autoestima tan
baja que crea que me lo merezco, porque sea tan ingenuo como para no
poder verlo o darme cuenta de ello, o porque sea tan apocado y tenga
miedo de atreverme a enfrentarlo. Es en realidad, por un lado, una
cuestión de convicciones. Y es que no se discute con el diablo. Por
una parte, es mucho más inteligente que tú; por la otra, tiene
mucha más experiencia. Cuando uno se presta a su juego él siempre
tiene las de ganar. Lo suyo es precisamente eso: acusar,
desacreditar, destruir, maltratar, herir, humillar.
La otra razón por la que no respondo al
maltrato es porque lo tomo como de quien viene. Cuanto más hablamos
del prójimo –no importa qué tan bien o mal lo hagamos– en
realidad estamos revelando mucho más acerca de nosotros mismos, que
del otro.
Sin embargo, a pesar de mis convicciones, ya he
perdido la cuenta de las veces que regresé a casa llorando, en medio
de un intenso sentimiento de amargura, angustiado y frustrado en la
presencia de un helado espíritu de orfandad.
No obstante ello, El Señor ha hecho de las
circunstancias adversas, justamente el viento en contra que chupa
hacia delante las velas de mi embarcación permitiéndome avanzar en
lugar de ir para atrás. Hace unos días tuve una productiva
conversación con alguien que estaba en condiciones de ayudarme. Pero
no fue fácil. Me estaba jugando. Si esa persona interpretaba otra
cosa o no entendía bien mi mensaje, o tomaba una postura o decisión
adversa, quien iba a quedar en una situación muy precaria y tenía
todas las de perder era quien esto escribe.
Entonces, sólo entonces, cuando me puse de pie
por sobre las circunstancias, pude descubrir cómo todo ese maltrato
que recibí, cuanto peor fue, más me benefició y no había hecho
otra cosa que ir situándome en cada vez, una mejor posición.
Hay veces en las que la adversidad arranca las
lágrimas de nuestros ojos. Y está bien llorar y derramar el corazón
delante de Dios. Esa es justamente nuestra mayor fortaleza.
Y
esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros
corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra
defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán
resistir ni contradecir todos los que se opongan. …Con vuestra
paciencia ganaréis vuestras almas.
(Lucas
21:13-19 RV60)
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