Dios hace cada margarita por separado
Por: Luis Caccia Guerra para
www.mensajesdeanimo.com
“Es probable que todas las margaritas sean
iguales, pero no por una necesidad automática, sino porque es
probable que Dios haga cada margarita por separado, pero que nunca se
canse de hacerlas.” (G.K. Chesterton)
En los años ’60 en plena lucha contra el
racismo y la segregación racial en los EE.UU., surgió la figura de
Martin Luther King, un pastor bautista de raza negra que recibió el
llamado de Dios para luchar contra este flagelo. Fue golpeado y
torturado por su causa, pero los progresos, avances, resultados
esperados, parecían no llegar nunca. Es más, todo hacía parecer
que en realidad, la lucha estaba perdida, que tanto sufrimiento era
en vano. Muchos de los que acompañaron a Martin Luther King se
desalentaron hasta tal punto que perdieron toda esperanza y lo
abandonaron.
Algo parecido ocurrió unos cuantos miles de
años antes, en el desierto, con los israelitas que salieron de
Egipto con Moisés. Pronto se desalentaron y los lamentos, las quejas
y la vuelta a los antiguos ídolos no se tardaron en llegar.
Y es que cualquier salida de situaciones
opresivas, no importa cuál sea, de qué se trate; invariablemente
resulta ser todo un proceso de éxodo, como lo de Martin Luther
King, como lo del pueblo con Moisés en el desierto, como el del
joven que se recupera de la esclavitud de las drogas, como la niña o
el niño liberados de las tenazas que tenían cautivas sus almitas en
el más terrible abuso.
Todo proceso de éxodo, invariablemente tiene
una tierra prometida donde fluye leche y miel (Exodo 3:17), pero
también media entre la paz y el bienestar venidero, un desierto que
necesariamente debe ser transitado, con sus heladas noches y sus
quemantes arenas durante el día. Y es que el dolor por la misma
puerta por donde entró es por la que tiene que salir. Así es como
estamos construidos, así funciona, así es como no nos queda otra
opción de conducirnos en este mundo corrupto heredado de nuestro
padre natural Adán.
Los astronautas que han permanecido mucho
tiempo en el espacio, en ausencia total de gravedad, no importa las
rutinas y rigurosos programas de ejercicios físicos que deban
realizar, cuando regresan a la tierra deben aprender a caminar de
nuevo. Lo mismo ocurre con nosotros cuando hemos estado tan lejos y
finalmente regresamos a casa. Muchas veces me he visto sacudiéndome
el polvo y llorando el dolor de los golpes y magulladuras de tantas
caídas y recaídas. Muchas veces me he visto tambaleando como un
niñito, aferrado con todas sus fuerzas a su padre haciendo un enorme
esfuerzo por volver a levantarse.
Rechazar esta naturaleza, el proceso que
deberemos afrontar, es como ver todas las margaritas de Dios iguales
y sin valor. Asumirlo, aceptarlo y ponerse a trabajar en ello, es
entender que Dios hace cada margarita por separado y que nunca,
nunca, nunca, se cansa de hacerlas. Muchas desalentadoras caídas nos
esperan en las calientes arenas del desierto. Muchas noches de
angustia, oscuridad, frío y tal vez temor, nos esperan en las
heladas noches de ese mismo desierto.
No importa cuántas veces hayas caído y vuelto
a caer. Dios hace cada margarita por separado, como una pieza única
y nunca se cansa de hacerlas. Dios nos hizo a cada uno de nosotros
como piezas únicas y de gran valor. Por eso podemos ser parecidos,
pero no hay ser humano idéntico a otro en este mundo. Mientras Dios
no se canse de hacer las margaritas, lo que realmente importa, no es
cuantas veces hayas caído, sino cuantas veces tengas el valor de
volver a levantarte y COMENZAR DE NUEVO.
Amados,
no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como
si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois
participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en
la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
(1
Pedro 4:12-13 RV60)
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