Cuanto más vacía más pesa

Por Luis Caccia Guerra para: www.devocionaldiario.com


“La vida, cuanto más vacía, más pesa.”
León Daudí

León Daudí, hijo del escultor Enric Clarasó i Daudí y cuyo verdadero nombre fue Noel Clarasó i Serrat, escribió libros abarcando géneros literarios y temática diversa, como jardinería, novela psicológica, cuento policíaco y cuento de terror, además de libros de autoayuda. También ejerció una gran labor como traductor y como guionista. Sin embargo debe mayormente su fama a su singular sentido del humor y a las numerosas y sabrosas citas literarias que se le atribuyen y nutren diccionarios y sitios de frases célebres, como la que nos ocupa en el principio del presente devocional.

En cierta oportunidad, el padre y su pequeño hijo caminaban por un sendero en el campo. A lo lejos se podía escuchar el estridente ruido de una carreta tirada por caballos que venía hacia ellos.

-¿Qué es ese ruido? Preguntó preocupado el pequeño.

-Una carreta, hijo, y viene vacía. Respondió el papá, muy seguro.

-¿Y cómo sabes que viene vacía? Volvió a preguntar el nene.

-Porque hace mucho ruido, hijito. Dijo papá. –Mientras más vacía anda, más ruido hace. Agregó.

Y es que en las vicisitudes de la vida, resulta ser ni más, ni menos así. Existen muchas personas que mientras más “ruido” hacen, es porque más vacías están o al menos así es como se sienten. Personas con terribles sentimientos de frustración, que teniéndolo todo en la vida, en realidad no tienen nada. Viven continuamente discutiendo o cuestionando animosamente todo; otras lanzando críticas y comentarios amargos y destructivos, cada palabra suya resulta ser una verdadera saeta de fuego; otras buscando el conflicto, provocando la confrontación en todo momento. Habida cuenta de que mientras más hablamos del prójimo, en realidad más estamos revelando acerca de nosotros mismos.

Otras, simplemente hablan más de lo que hacen. Conocí a alguien a quien le gustaban las palabras “difíciles”, “complicadas”. Pero toda esa elocuencia, todo ese complejo mundo de palabras rebuscadas, duraba poco; se derrumbaba como un castillo de naipes. Su obra, sus hechos no resistían el más mínimo y elemental examen. Su vida estaba poblada por demasiadas palabras y muy pocas acciones.

Ahora, bien; de nada serviría si dijere que he conocido mucha gente así, si no dijera que en alguna época de mi vida, quien esto escribe también fue así. Vivía frustrado y resentido por lo que no pudo ser o por lo que no tuve, sin poder ver ni saber utilizar lo que sí tenía, lo que sí pudo ser. Hace muy poco pude experimentar algo de esto en forma muy clara y contundente. Una situación crítica en los asuntos de trabajo. Hasta hace muy poco salía de casa rumbo al trabajo rogándole al Señor cosas como “victoria”, “paz”, “bendiciones”. Cosas que en lo profundo de mi ser no hacían más que alimentar y disfrazar la angustia y la frustración que llevaba por dentro. No hay “victoria” si no se libra una batalla, no hay “paz” si no hubo una guerra, y las “bendiciones” que pedía eran en realidad sinónimo de “bienestar”, “tranquilidad”, “las cosas fáciles”, “no quiero problemas”.

Una vida tan vacía como pesada. Estaba tan ciego como para no poder ver en la crisis, el portal de la oportunidad, de accionar, de marcar el terreno, de plantarse en medio de las circunstancias y decir: “Aquí hay alguien a cargo”.

Hoy doy gracias a quienes tuvieron a bien animarme, a aquellos que pudieron ver en mí todo lo que yo mismo no podía ver y me dijeron con sinceridad: “-Tú puedes, tienes toda nuestra confianza”.

No digo que ya lo haya logrado, que ya haya aprendido toda la lección. Lo que sí puedo afirmar sin temor a equivocarme, es que me encuentro precisamente en ese proceso de aprendizaje; que Dios no ha terminado conmigo todavía, y que si vas a hacer “ruido”, es más productivo el sonido de los logros y del trabajo duro, que las estridencias de una carreta pobre y vacía, con cada vez menos vida.

Que es más liviana una vida llena, que el atroz peso de una vida vacía.

no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
(Efesios 1:16-18 RV60)

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