Cuando la confesión nos gobierna
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Muchas veces uno ruega y clama a Dios por “justicia”. Sobre todo cuando el damnificado es uno. Las burlas, la discriminación, el aparteid, el odio y el asedio sin descanso, las continuas provocaciones… unido a todo este triste panorama, las presiones propias del ámbito laboral, esta semana terminaron por agotarme. El viernes pasado, no más llegar a la oficina, muy temprano en la mañana, me desplomé en mi sillón y tras un profundo suspiro pensé: -¿Y ahora, Dios, qué sigue? La Gerente, desde su oficina contigua, escuchó mi descarga emocional, dejó su escritorio y se presentó inmediatamente. -Luis: ¿Qué pasa? ¿Así empezamos el día? -Sí. Estoy agotado. ¡No puedo más! Fue mi respuesta, sin importar las consecuencias de mi “sincericidio”. No vale la pena abundar en detalles de lo que siguió. Si llegué muy temprano en la mañana agotado, terminé el día después de doce horas sin parar en medio de