Después de la tormenta
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com “Siempre que llovió, paró” decía un conocido humorista de mi país. Era el remate de esa escena de su sketch y era muy gracioso cómo y cuándo lo decía. Es más, cada vez que veíamos esa parte de su programa creo que todos estábamos esperando el momento en que pronunciaba esa frase. Hoy ya no está entre nosotros, pero dejó un legado muy grande. Muchos humoristas y conductores aún lo imitan y aprenden de lo que este hombre dejó. En realidad, “siempre que llovió, paró” es un dicho popular que se refiere a que no importa cuán grande ni larga sea la tormenta; en algún momento termina. El mismo Gran Diluvio de los días de Noé (Génesis caps. 6; 7 y 8), no fue eterno. Estuvo acotado por un principio y un final. Más allá de toda interpretación o simbolismo teológico, veo en este terrible evento que afectó a la humanidad de esos días, un acto de profilaxis universal por parte de Dios. Las cosas estaban en un extremo