De vuelta a casa



Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


Hoy en día un teléfono celular básico puede tener la función GPS (Global Position System) sofisticado sistema satelital de posicionamiento global que equivale a la brújula magnética que los antiguos navegantes usaban para orientarse en alta mar.  Sin embargo, tanto el más sofisticado de los sistemas electrónicos de posicionamiento, una red de equipos, una impresora de esas que utilizamos en casa, en la escuela o en el trabajo, o un teléfono móvil, tienen una función en común denominada “feedback”. Es literalmente el “mecanismo de retorno”. Cuando un sistema envía una señal, debe venir un “rebote”, un retorno con la información de estado de destino que sirve para testear las condiciones de la entrega “del paquete”. Quienes utilizamos una impresora, a menudo recibimos advertencias en pantalla que nos indican si hay papel, si no lo hay, o si se encuentra atascado; si los cartuchos de toner o tinta tienen la suficiente cantidad para imprimir los documentos enviados a la impresora. Cuando buscamos una calle, una dirección en el GPS también hay un sistema de “feeback” que continuamente está chequeando nuestra propia posición para determinar cuánto nos falta para llegar o cuán lejos o cerca nos encontramos de nuestro destino.

En la vida común de cada día, también estamos haciendo uso de una función “feedback” que nos permite ir chequeando el rumbo a cada paso, y esa es la Biblia. Continuamente podemos estar comparando nuestros actos y los resultados que vamos obteniendo con lo que dice nuestro amado Dios sobre ello.

Mientras nos encontramos atentos y  alertas, esto no representa problemas. Muchas veces lo hacemos inconscientemente.  Pero hay situaciones y momentos en los que comenzamos a adentrarnos en sinuosos y oscuros caminos de la vida en los que lentamente vamos perdiendo sin que nos demos cuenta, ese retorno que nos sirve de orientación; que nos ayuda a conocer cuán cerca o lejos nos podemos encontrar del camino correcto.  

Existe un “camino de ida” el que muchas veces, a la hora de emprenderlo, no sabemos si tiene retorno.  Una adicción, cualquiera que sea, no comienza con la clara advertencia de “esto es malo”, “cuidado con esto que produce adicción” o “este camino que hoy emprendes no tiene retorno”.  A menudo comienza con el jardín florido del deleite y el placer. Lentamente comenzamos a perder el sentido de orientación, el “feedback” se va haciendo cada vez más débil y confuso hasta que un buen día ni siquiera hemos percibido que lo perdimos.  Pero cuando por fin nos damos cuenta de ello, ya no tenemos respuesta de retorno, no sabemos dónde estamos parados, nos encontramos perdidos y sin rumbo, lejos de la presencia de Dios sin saber cómo volver, cómo desandar tanto camino mal hecho.  

Pueden pasar unos pocos días, años, o tal vez toda una vida, para llegar a un punto del camino en el que no sólo ignoramos cómo seguir; sino que nos damos cuenta de que definitivamente así no podemos ni debemos seguir, pero estamos tan desorientados y perdidos que tampoco sabemos hacia dónde ir para regresar hacia el camino correcto.

Y es que lo que un día comenzó con una de esas “pequeñas licencias” que a veces nos tomamos… “fue sólo una mentirilla piadosa, como para pasar el mal momento”, “un cigarrillo no me va a hacer nada”, “entro en una de esas páginas basura como para conocer qué hay y salgo”, “una pastilla, un trago, una dosis, no me va a hacer daño”, y un largo y prolongado “etc.”  Esa primera “pequeña licencia” dio lugar a otra, luego a otra y a otra… y así en el transcurso de suficiente tiempo, emprendimos un camino en el que al principio del proceso podíamos saber con absoluta y diáfana claridad que estábamos tomando un desvío y conocer cuán cerca o lejos nos encontrábamos de la ruta correcta, pero lentamente y sin que pudiésemos advertirlo, un buen día ya no tuvimos ese mecanismo de retorno y cuando el fuego del infierno en el que nos habíamos metido comenzó a quemarnos la planta de los pies, por fin advertimos que estábamos completamente perdidos y sin saber qué hacer ni para dónde ir.

Es entonces cuando el “regreso a casa” suele ser un camino difícil, tortuoso, espinoso. Ya no tenemos el control de la situación y necesitamos la ayuda de alguien más que debe conocer el problema a fondo. Desnudar el corazón en esas situaciones a veces suele ser una situación difícil y hasta inclusive humillante para quien la padece.  Además de esto, viene la abstinencia, la “dulce y placentera muleta” que nos habíamos hecho para “pasarla bien” está hecha añicos y nuestro corazón también lo está junto con ella.

Con dolor descubro que en muchos aspectos de mi vida he errado tan mal el rumbo, que cuando las consecuencias comienzan a manifestarse, cuando el dolor de la cosecha de la mala siembra se hace presente, es cuando percibo que estoy perdido y sin rumbo, que ya no tengo control de la situación y que con vergüenza debo confesar mi extravío a alguien más en mejores condiciones que yo, para ayudarme a hallar el camino de vuelta en casa. 

Confesaos vuestras ofensas unos a otros,  y orad unos por otros,  para que seáis sanados.  La oración eficaz del justo puede mucho.
(Santiago 5:16 RV60)

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