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Cuando Dios irrumpe en nuestras vidas

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Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com D.L.Moody escribió: "El Dr. Andrew Bonar me contó cómo en el norte de Escocia, las ovejas se descarrían hacia las rocas, hasta llegar hasta lugares de donde no pueden volver. La hierba de estos lugares es muy dulce y a las ovejas les gusta, de modo que saltan tres o cuatro metros, y cuando no pueden regresar, el pastor las escucha balando y en peligro. Pueden estar allí durante días, hasta que se comen toda la hierba. El pastor espera hasta que están tan débiles que no pueden permanecer de pie y entonces ata una soga alrededor de él y se lanza a rescatarlas de las garras de la muerte.” ¿Por qué no baja a buscarlas apenas llegan a ese lugar? Los pastores las conocen muy bien: son tan tontas que al llegar el pastor se arrojarían al precipicio y se matarían. No puedo evitar ver un asombroso parecido entre las ovejitas de D.L. Moody y mi propia vida. Unas cuantas veces me he metido en problemas. Digo, no s...

Como llama Dios a sus albañiles

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com “ La única vez en que Jesús se reunió con líderes políticos, tuvo las manos atadas y su espalda estaba llena de sangre.” Philip Yansey. Rara vez me he puesto a considerar sobre cómo llegaron aquellos doce hombres, a ser los discípulos de Jesús. Dos parejas de hermanos; Santiago y Juan, Pedro y Andrés eran pescadores. Todos provenían de la provincia natal de Jesús Galilea, con excepción de Judas que era de Judea. Simón el zelote pertenecía al grupo más reaccionario que se oponía violentamente a Roma. Mateo, un odiado y aborrecido compatriota recaudador de impuestos para el imperio. Más allá de lo heterogéneo del grupo, si hubo un denominador común, es que Jesús fue quien los buscó y llamó personalmente, no fueron ellos los que lo escogieron a El. Ningún estudioso como Nicodemo; ningún personaje rico e influyente como José de Arimatea, ningún político, miembro del gobierno ni personalidad representativa de lo...

Muñequito de yeso

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Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com Cierta vez nuestra pequeña vecinita de 5 años andaba jugando con una de esas figurillas de yeso que alguna vez había sido parte de la representación de un pesebre navideño. Si mal no recuerdo, el de la pequeña estatuilla de yeso debería haber sido José. Hasta que en algún momento, natural torpeza de la niñita, fuerza de atracción de la gravedad, frágil estructura del “juguete” sumaron para que repentinamente experimentara un súbito descenso al piso y se partiera en varios pedazos. Como en esa época gozábamos de una bonita amistad entre las familias, la nena y sus hermanitas entraban y salían de casa como si fuera la suya. No teníamos hijos. Mi esposa y yo veníamos de una dolorosa experiencia por la pérdida del bebé, por lo cual la presencia de las niñas no sólo era bienvenida, sino que para nosotros era como esos angelitos que te envía Dios para ayudar a mitigar el dolor del hijo que pudo ser y no fue. La...

Cabeza grande, corazón chiquito

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Hubo una época cuando enseñaba a mis hermanitos de diez años en la Escuela Dominical, en que rara vez se leía una porción de la Biblia desde el púlpito de la Iglesia y yo no supiera por lo menos, en qué libro y en las inmediaciones de qué capítulos de la Biblia podía encontrarla, aunque el pastor en su sermón olvidara mencionarlo. Así también, no tenía problemas en contestar todas las preguntas que los chicos hacían. No me faltaban respuestas. Hace poco tuve un encuentro con uno de mis antiguos alumnos en la iglesia en la que actualmente me congrego. Hoy, adulto y padre de familia, con un ministerio; me presentó ante otras personas con un emocionado reconocimiento. ¡Vaya, que se siente bien que a uno lo exalten y reconozcan logros y bendiciones pasadas!! Sin embargo el recuerdo de ese día, hoy, nobleza obliga; me incita a bajarme espontánea y voluntariamente de ese pedestal en el que por unos momentos disf...

Phan Thi Kim Phuc – La diferencia entre un ser quemado y un ser que arde

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Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Alguien comparó sabiamente el perdón de Nuestro Señor con “la intensa fragancia que emana de una rosa destrozada”.  Y es que cuanto más rotos, los pétalos de una rosa liberan con mayor intensidad su exquisita fragancia. Así sucedió con Nuestro Señor: de su cuerpo destrozado en la cruz del Calvario todavía brota intensamente la fragancia del perdón de Dios para todos nuestros pecados, de una vez y para siempre. La historia que nos ocupa hoy, tiene alguna relación con esto y ocurrió durante la guerra de Vietnam, en 1972. Phan Thi KimPhuc, en ese entonces, una niña vietnamita de nueve años, fue alcanzada junto a su familia por bombas de NAPALM arrojadas por soldados estadounidenses sobre su aldea. Con su pequeño y frágil cuerpito quemado,  se despojó rápidamente de sus ropas en llamas y salió corriendo de la pagoda en la que habían buscado refugio. Ese fue el instante que Nick Ut, fotógrafo de AP que se hallaba cu...

Papá te está mirando

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Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Días atrás miraba esta bonita escena en la ciudad. La pequeña niña parece que le pedía algo a papá. Cuando pasé más cerca y escuché las voces, entendí lo que pasaba. A pocos metros de donde ellos se encontraban había un “mini market”, “kiosko”, “drugstore”, o como les llamen en tu país a uno de esos pequeños negocios que venden revistas, golosinas, galletitas, sodas, sandwiches y todas esas cosillas que a veces en el momento menos pensado se convierten en sumamente útiles cuando estamos en el centro de la ciudad realizando algún trámite o simplemente paseando. La niñita quería una golosina; pero insistía en que fueran juntos a comprar con papá. Pero, por lo visto, papá tenía planes más amplios que simplemente darle el gusto de la golosina a la niñita. -Aquí está el dinero, ve tú a comprar. No tengas miedo, papá te está mirando. Le decía a su hijita. -Anda, volvió a decirle. -Papá te está mirando, insisti...

Semáforo en rojo

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Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com Días atrás, vino a mi recuerdo la escena de ese día en el que mi tío se ofreció atentamente a llevarnos de vuelta a casa a mamá y a mí, en su auto nuevo. Hombre ya grande, nunca en su vida había tenido un auto y hasta donde sé, en su familia de pequeño, tampoco había habido uno. Por lo cual tener un auto y aprender a conducir a esa altura de la vida no dejaba de ser un gran mérito y un para nada despreciable logro. La cosa es que cuando estábamos a mitad de camino, mi madre gritó sobresaltada: -“¡Semáforo en rojo!” Mi principiante tío simplemente había pasado un semáforo en rojo. -“¿Semáforo? Ni siquiera ví que había un semáforo.” Respondió con total y absoluto desenfado y despreocupación. Dios mediante, no hubo consecuencias que lamentar por el inaudito descuido del conductor y ese día todos llegamos a casa sin problemas. Sin embargo, el recuerdo me trae una de las más formidables lecci...