Semáforo en rojo

Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com


Días atrás, vino a mi recuerdo la escena de ese día en el que mi tío se ofreció atentamente a llevarnos de vuelta a casa a mamá y a mí, en su auto nuevo. Hombre ya grande, nunca en su vida había tenido un auto y hasta donde sé, en su familia de pequeño, tampoco había habido uno. Por lo cual tener un auto y aprender a conducir a esa altura de la vida no dejaba de ser un gran mérito y un para nada despreciable logro.

La cosa es que cuando estábamos a mitad de camino, mi madre gritó sobresaltada:

-“¡Semáforo en rojo!”

Mi principiante tío simplemente había pasado un semáforo en rojo.

-“¿Semáforo? Ni siquiera ví que había un semáforo.” Respondió con total y absoluto desenfado y despreocupación.

Dios mediante, no hubo consecuencias que lamentar por el inaudito descuido del conductor y ese día todos llegamos a casa sin problemas.

Sin embargo, el recuerdo me trae una de las más formidables lecciones que he estado aprendiendo en estos últimos días.

A veces Dios envía señales, muestra cosas, pone “semáforos en rojo” en el camino y no los vemos o simplemente, como mi tío, los ignoramos. Cuántas veces en la vida nos estrellamos, por no saber advertir a su debido momento las señales.

“… el que conoce sus propias debilidades es más grande que el que ve a los ángeles.” Isaac de Nínive.

El hijo pródigo de la parábola de Jesús (Lucas cap. 15), no pudo ver las advertencias. Pedir la herencia anticipada al padre en vida en esa época y en esa cultura, era considerado una ofensa gravísima. Se interpretaba como desear la muerte o inclusive, como matar al padre. El lo sabía perfectamente y Jesús a propósito puso a su audiencia en ese compromiso. Es decir, el hijo menor tuvo delante de sus propias narices un gran “semáforo en rojo” y no lo vio o sencillamente lo ignoró. Tiempo después cayó en la cuenta de lo que había hecho cuando se halló abandonado, hambriento y miserable lejos de la casa de su padre, respirando el hedor de un chiquero.

Una señal de stop, una obligada parada muchas veces es necesaria para reflexionar, pero también para no continuar empecinados en un camino que nos lleva a tomar decisiones y elecciones que tarde o temprano, van a terminar en una vida quebrantada.

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.
(Salmos 139:23-24 RV60)

Porque…
Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.
(Salmos 119:105 RV60)

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