Papá te está mirando

Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


Días atrás miraba esta bonita escena en la ciudad. La pequeña niña parece que le pedía algo a papá. Cuando pasé más cerca y escuché las voces, entendí lo que pasaba. A pocos metros de donde ellos se encontraban había un “mini market”, “kiosko”, “drugstore”, o como les llamen en tu país a uno de esos pequeños negocios que venden revistas, golosinas, galletitas, sodas, sandwiches y todas esas cosillas que a veces en el momento menos pensado se convierten en sumamente útiles cuando estamos en el centro de la ciudad realizando algún trámite o simplemente paseando. La niñita quería una golosina; pero insistía en que fueran juntos a comprar con papá. Pero, por lo visto, papá tenía planes más amplios que simplemente darle el gusto de la golosina a la niñita.

-Aquí está el dinero, ve tú a comprar. No tengas miedo, papá te está mirando. Le decía a su hijita.

-Anda, volvió a decirle.
-Papá te está mirando, insistió con énfasis.

Finalmente, luego de algún momento de duda, la chiquitita venció sus temores, tomó el dinero de la mano de papá y feliz y contenta se lanzó a la aventura de ir a comprar solita su golosina bajo la atenta mirada de papá.

Para los adultos que observábamos la tierna escena, tan sólo eran no menos de diez, no más de veinte metros. Para la niñita, evidentemente toda una travesía en pos de su pequeño sueño.

La sencillez de la escena me mostró toda una lección de vida. Y es que a veces no puedo menos que sentirme íntimamente identificado con esa pequeñita.

“Niño chico, problema chico; niño grande, problema grande” reza un viejo dicho popular en mi país. Y es que así somos. Todos los seres humanos tenemos un umbral “del más allá”. Los antiguos marinos que conocían los mares más allá de los mapas, habían aprendido a jugar bien con esta característica y a sacarle el máximo provecho para que nadie se aventurara más allá de ciertos límites y les hiciera competencia. Tenían sembradas entre la gente terribles leyendas de monstruos y abismos donde sucumbían las embarcaciones que se aventuraban más allá de los horizontes conocidos.

Hoy caigo en la cuenta de las numerosas veces en que el temor me paralizó y me quedé literalmente aferrado a los pantalones de Papá Celestial rogando con lágrimas y con vehemencia, pero sin poder ir a ninguna parte ni correr en pos de mis sueños.

¡Cuántas cosas serían posibles en nuestras vidas si simplemente confiados como esa niñita, emprendiéramos la aventura de creer, confiar y lanzarnos en pos de nuestros más caros anhelos y sueños, en la certeza de que “Papá te está mirando”!

De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
(Mateo 18:3 RV60)

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