Verdad o mito: ¿Para amar a otros tienes que amarte primero?

SUSANA DE CANO
Coalición por el Evangelio
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En este tiempo, en el que se relativiza la verdad, hay enseñanzas que siguen confundiendo a muchas personas a nuestro alrededor, y puede que a nosotros mismos. Esto es aún más cierto respecto a las enseñanzas que buscan afirmar a la persona en sí misma.

En este sentido, seguramente has escuchado la frase «para amar a otros tienes que amarte primero», como un consejo en redes sociales y como eslogan de vida. Pero ¿esto es verdad o es solo un mito? Es decir, ¿es verdad de Dios o es un mito de la cultura?

Entendiendo su origen

El psicólogo italiano Walter Riso, en su libro Enamórate de ti: El valor imprescindible de la autoestima, dice:

«Enamórate de ti» significa «quiérete y ámate a ti mismo honestamente». Perseverar en el ser para defender la existencia individual y sacar a relucir lo mejor de cada quien. Quererse a uno mismo también es propiciar la autoconservación sana, tal como promovían los estoicos, y procurarse el mayor placer y salud posible, como lo estipulaba Epicuro. Quererse a uno mismo es considerarse digno de lo mejor, fortalecer el autorrespeto y darse la oportunidad de ser feliz por el solo hecho, y sin más razón, de estar vivo (p. 1).

Este autor, cuyos libros son altamente recomendados por quienes promueven esta frase en sus programas de autoayuda, menciona filosofías que a su vez son mencionadas en la Biblia, pero con un mensaje muy diferente al que encontramos en el evangelio.

‘Para amar a otros tienes que amarte primero’ es una enseñanza con fundamento griego, es decir, una filosofía humana

Cuando estuvo en Atenas, el apóstol Pablo se enardeció al contemplar la ciudad llena de ídolos y discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios. También discutían con él los filósofos epicúreos y estoicos, quienes cuestionaban el mensaje de Pablo, diciendo que predicaba cosas extrañas (Hch 17:16-18). La enseñanza filosófica de los estoicos practicaba el dominio de las pasiones valiéndose de la virtud y la razón, contrario a los epicúreos que buscan la felicidad a partir de vivir una vida tranquila (Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, p. 534), pero ninguna de estas filosofías estaba centrada en Dios, en Su gloria y en Su hijo Jesucristo, ni conducían a la salvación.

Por lo tanto, sabemos que la enseñanza de «ámate primero a ti mismo» tiene fundamento griego, es decir, una filosofía humana. Y como no hay nada nuevo debajo del sol (Ec 1:9), a principios de los años noventa esta frase tomó preponderancia hasta hoy.

Su influencia en la iglesia

No obstante, de un tiempo para acá, esta enseñanza ha alcanzado los púlpitos de muchas iglesias contemporáneas, sus consejerías y hasta sus redes sociales. Muchos suelen usar este eslogan para animarte cuando te han rechazado, para levantarte cuando estás triste o para motivarte a seguir adelante cuando te han traicionado.

Por ejemplo, una famosa conferencista evangélica ha dicho: «En los días difíciles aprendí que amarme a mi misma primero es la solución a mis conflictos relacionales, una vez que te sabes amada por Dios, puedes amarte a ti misma para amar a otros».

Muchos evangélicos sostienen esta postura señalando que Dios nos llama a amarnos primero, cuando dijo: «ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22:39, énfasis añadido). Pero ¿es esto realmente lo que enseña la Palabra?

Cuando los fariseos preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, Él les contestó:

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas (Mt 22:36-40, énfasis añadido).

Para resolver si este mandamiento es tal cual lo enseña la cultura, la filosofía griega antigua, y como algunas iglesias cristianas lo han adoptado, necesitamos interpretar la Biblia a la luz de la misma Biblia, es decir, con otros pasajes bíblicos en su contexto.

Entendiendo Mateo 22:39 junto a otros textos

Considero que la palabra clave para entender este pasaje es «como». Esta palabra es un adverbio comparativo que está diciendo: Ama a otros así como ya te amas a ti mismo, o bien, de la misma manera en que ya lo haces. Este «como» no es prescriptivo o mandatorio, sino descriptivo. Está afirmando que el ser humano ya se ama a sí mismo. Además, es importante resaltar que Jesús habla aquí de dos mandamientos (el amor a Dios y el amor al prójimo), no tres.

Por un lado, este mandamiento reconoce que, por naturaleza, los seres humanos buscamos nuestro bienestar (cp. Ef 5:29). Cuidamos alimentarnos cada día, tomarnos una pastilla cuando tenemos dolor de cabeza. Esto no es malo, pues las personas fuimos creadas a la imagen de Dios, lo que nos da valor y dignidad. Los cristianos también cuidamos nuestro corazón, nuestros ojos y guardarnos de toda vanagloria que nos ciegue para elevarnos más allá de lo que debiéramos. De hecho, somos llamados a ser buenos mayordomos al cuidar nuestro cuerpo (1 Co 3:16-17) y nuestra vida espiritual (Pro 4:23-25; Ef 5:29). En ese sentido, el mandamiento de Jesús nos invita a cuidar de los demás con la misma delicadeza y diligencia con que solemos cuidar de nosotros.

Si creemos que para amar a otros nos tenemos que amar primero, nos colocamos erróneamente como el fundamento por el cual amamos a otros

Sin embargo, por otro lado, la Palabra también nos enseña que amarse a sí mismo de la manera egocéntrica en que el mundo promueve es un rasgo del carácter de las personas en los últimos tiempos, es decir, nuestros tiempos. En 2 Timoteo 3:1-5 leemos: «Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor… a los tales evita» (énfasis añadido).

Tim Keller habla de esto cuando escribe: «Nuestro ego está hinchado. No debemos amarnos a nosotros mismos porque la realidad es que ya nos amamos demasiado» (La respuesta del espejo, p. 45). Así, amarnos demasiado es sinónimo de orgullo (Ro 12:3).

En este último sentido, si creemos que para amar a otros tenemos que buscar amarnos primero, nos colocamos a nosotras mismas como el estándar o el fundamento por el cual amamos a los demás. Pero esto contradice abiertamente lo que dice la Palabra. Por ejemplo, 1 Juan 4:19 nos enseña que «Nosotros amamos, porque Él nos amó primero» (énfasis añadido). Dios es la fuente del amor genuino y sacrificial.

Por nuestro pecado nos ponemos en el centro y en primer lugar, para que todo se trate acerca de nosotras. Tenemos la tendencia a estimarnos demasiado porque somos egoístas por naturaleza. Piensa esto: cuando decides que necesitas amarte a ti misma primero, antes que amar a otros, ¿sobre qué base, fuerzas y verdad puedes amar al que te cae mal o te persigue, como la Biblia nos ordena hacerlo (Mt 5:30)? Si es a partir de tu perspectiva y juicio moral, no amarás a nadie de manera bíblica, o amarás solo a quienes te han dado algo. Ese no es el ejemplo que Cristo nos dejó para seguirlo.

Amemos como Cristo

La Palabra de Dios nos enseña más sobre «cómo» debemos amar. Leamos tres verdades que nos enseña la Biblia sobre este cómo o la forma en que debemos amar al prójimo:

  • Estimando a los demás como superiores a nosotras (Fil 2:1-11).
  • Soportándonos unos a otros y perdonándonos unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo nos perdonó, así también hagámoslo nosotras (Col 3:13).
  • Quien desee ser primero, debe servir a los demás (Mr 9:35).

Te invito a preguntarte: ¿Es así como amas a otros? Si basas tu amor en cómo te amas a ti misma, seguramente no podrás amar a otros así, porque ese amor sacrificial solo puede proceder de otro amor sacrificial: Cristo en la cruz (Ro 5:8). Buscar amarse primero a uno mismo no es el estándar del amor bíblico que Cristo nos ejemplifica. No somos la fuente de amor ni para nosotras, ni para otros. Solo Dios lo es.

Buscar amarse primero a uno mismo no es el estándar del amor bíblico que Cristo nos ejemplifica

En los días difíciles cuando te encuentras batallando contra lo que no te gusta de tu cuerpo, en cómo te queda la ropa, cómo te ves en la foto que te tomaron; cuando fallas como mamá, estudiante, hija, amiga; o cuando las cosas no están saliendo bien, el consejo de amarte a ti misma no resolverá cómo te sientes. Centrarte en ti misma no te dará una perspectiva bíblica sobre ti ni sobre Dios para resolverlo. Solo Él puede dártela y consolarte mientras te asegura que nada te separará de Su amor que es en Cristo Jesús (Ro 8:39).

Solo el verdadero amor de Dios nos transforma de adentro hacia afuera para obedecer Su mandamiento y para avanzar en nuestro proceso de santificación. Las relaciones difíciles sacan a luz nuestro pecado, pero también nos invitan a la reconciliación y al crecimiento en Cristo. Para eso, no necesitamos buscar amarnos primero, sino seguir el ejemplo de Cristo en la cruz de negarnos a nosotras mismas, para ser más como Él y ver a los demás como más importantes que nosotras (Mt 16:24Ro 8:29Fil 2:1-6).

Por eso, concluyo que la frase «para amar a otros tienes que amarte primero» es un mito del hombre y no una verdad de Dios.


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