Identificándonos como cristianos en el trabajo

Denise Lee Yohn
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso



«¿Cuál es la decisión más importante que has tomado en tu vida?».

Esta fue una pregunta planteada durante una conferencia empresarial de tipo TED a la que asistí hace unos años. Al principio del evento, el organizador pidió a cada persona que se presentara y compartiera su decisión de vida más importante.

Bueno, la mía fue el día en que comencé a seguir a Jesús, pero no se esperaba que lo compartiera frente a un grupo de extraños en un evento de negocios, ¿verdad? Hasta ese momento, había trabajado «en el closet» como cristiana, sin identificarme abiertamente como seguidora de Cristo en el trabajo. Algunos de mis colegas más cercanos sabían de mi fe, pero generalmente lo mantenía en privado.

¿Te sientes identificado? Tal vez, como yo y muchas otras personas que he conocido, también has ocultado tus creencias a tus compañeros de trabajo.

Bendecimos al Señor cuando le exaltamos y adoramos, y eso es exactamente lo que hacemos cuando vivimos y trabajamos con autenticidad

No me avergüenzo 

No queremos avergonzarnos del evangelio. Queremos aportar todo nuestro verdadero ser al trabajo. Pero parece que la percepción de los cristianos hoy en día es muy negativa. Pensamos que si la gente se enterara de la verdad sobre nosotros, harían suposiciones sobre nuestra inteligencia, política y motivos. Eso podría perjudicar nuestra efectividad en el trabajo. Así que ocultamos nuestra identidad como cristianos y acabamos sintiéndonos intranquilos.

No tiene por qué ser así. Por el contrario, podemos aceptar la verdad: vivir de manera auténtica lo que somos en el trabajo puede ser una de las mayores bendiciones para Dios, para las personas con las que trabajamos y para nosotros.

Pensamiento erróneo

En primer lugar, tenemos que abordar nuestra mentalidad limitada e incorrecta. Cuando ocultamos nuestra fe, podemos pensar que estamos haciéndonos más agradables, pero en realidad estamos creando una barrera entre nosotros y los demás. La gente quiere saber quiénes somos realmente, quiere que seamos auténticos. Si esperamos tener relaciones significativas, debemos ser fieles a nosotros mismos y reclamar nuestra identidad como cristianos.

También tenemos que confesar que ocultamos la verdad a causa de nuestros ídolos. Muchos de nosotros idolatramos el respeto, la aprobación o la aceptación. Pensamos que esas cosas son tan importantes que debemos tenerlas además de Dios. Buscamos en ellas la seguridad y la importancia que solo Dios puede dar, y hacemos lo que sea necesario —incluyendo ocultar nuestra verdadera identidad— para conseguirlas.

También es posible que nos detengamos por un análisis de riesgo/beneficio. Sopesamos los riesgos percibidos de compartir nuestra fe frente a los beneficios. Pensamos en todas las consecuencias negativas que podrían surgir y no vemos ninguna ventaja, así que nos quedamos en el clóset.

Necesitamos renovar nuestras mentes.

Pensamiento correcto

Bendecimos al Señor cuando le exaltamos y adoramos, y eso es exactamente lo que hacemos cuando vivimos y trabajamos con autenticidad. Glorificamos a Dios cuando aceptamos lo que Él nos creó para ser.

También bendecimos a nuestros compañeros de trabajo, porque probablemente se encuentren entre el 75% de los adultos estadounidenses que, según Barna Group, buscan formas de vivir más significativas. La meditación, los retiros y las peregrinaciones se han popularizado porque las personas buscan sentido y propósito, alivio de la ansiedad, esperanza, sanidad y alegría. Eso sugiere que les gustaría conocer una forma de provocar un cambio real en sus vidas. Tenemos nada menos que el conocimiento del sentido de la vida y la clave de la verdadera felicidad, por lo que no deberíamos ocultar esa tremenda bendición a las personas con las que trabajamos.

Cuando vivimos lo que somos de manera auténtica en el trabajo, experimentamos la bendición de una libertad verdadera. Dios nos libera de la esclavitud de los ídolos que nos hacen temer o escondernos, y podemos vivir sin cargas. Es más, experimentamos la paz que viene de vivir con una integridad plena y verdadera, el tipo de corazón sin divisiones que David suplicó en el Salmo 86.

Eso es exactamente lo que me sucedió en la conferencia. Cuando por fin llegó el momento de compartir, sentí la convicción de hablar de mi fe. Así que conté que la decisión más importante de mi vida fue convertirme en cristiana y luego me senté a esperar las reacciones.

Cuando vivimos nuestro auténtico yo en el trabajo, experimentamos la bendición de una libertad verdadera

Pero resultó no ser gran cosa. Las personas no me trataron de manera diferente después o susurraron cosas a mis espaldas. Si lo hicieron, no me di cuenta y tampoco me importó. Había honrado a Dios y sabía que Él estaba complacido. Me sentí aliviada y libre. Además, varias personas se acercaron a mí para decirme que habían querido compartir su decisión de convertirse en cristianos, pero que habían tenido demasiado miedo. Ahora se sentían animados a ser más transparentes en el futuro, y yo también.

Humildad y valor

Ese incidente me enseñó la importancia de la humildad, que no es pensar menos en uno mismo, sino pensar menos en uno mismo, como sugiere C. S. Lewis en Mero cristianismo. En lugar de consumirnos en nosotros mismos y en lo que los demás van a pensar de nosotros, deberíamos centrarnos en las personas que nos rodean. Cuando nos orientamos humildemente hacia los demás y les servimos, queda claro lo importante que es ser real y veraz sobre quiénes somos.

También aprendí algo más sobre la valentía. Descubrí que no es la ausencia de miedo, sino avanzar en presencia del miedo. Si damos aunque sea un pequeño paso adelante y confiamos en lo que el Señor hará, nos recompensará con más bendiciones de las que podemos imaginar.

Podemos ser transformados por la gracia y el poder de Dios. Dios no solo puede cambiar nuestra mentalidad con respecto a nuestra identificación como cristianos en el trabajo, sino que nos permite tener confianza en lo que somos: Sus hijos amados. Por lo tanto, podemos convertirnos en un recurso vivificante para nuestros compañeros de trabajo al compartir el amor de Dios con ellos.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Equipo Coalición.




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