Evalúa tu actitud, no tus resultados
Este es un fragmento adaptado del libro (Ministerio Cambios Profundos, 2021), por Nicolás Tranchini.
¿Es tu mayor deseo glorificar a Dios? Una forma de lograrlo es tomando decisiones que demuestran que Él es glorioso para ti. ¿Qué significa esto? Que a veces deberás tomar la decisión de confiar en Dios aunque pueda llegar a perjudicarte.
¿Tomarías una decisión que te perjudique? Por ejemplo, ¿serías capaz de perder dinero por amor a Dios? ¿Estarías dispuesto a permitir que se arruine tu reputación por causa de Cristo? Un cristiano sí. Pregúntale a la mayoría de los profetas, a los discípulos, a Esteban o a Pablo; todos confiaron en Dios, glorificaron a Dios y la mayoría de ellos terminaron asesinados. Si quieres más ejemplos, lee el listado de los «héroes de la fe» ( ).
Evalúa tu corazón
¿Sabes algo? Todos consciente o inconscientemente esperamos que confiar en Dios produzca resultados buenos a nuestros ojos, pero la Biblia deja en claro que esto no es una garantía ( ; ; ; , etc.). A veces, la voluntad de Dios involucra sufrir y que las cosas vayan mal.
El filtro para evaluar tus decisiones no deben ser los resultados sino la actitud de tu corazón
No deberías evaluar si has decidido bien porque las cosas han salido bien. El filtro para evaluar tus decisiones no deben ser los resultados sino la actitud de tu corazón: «¿Busqué glorificar a Dios con esta decisión? ¿Confié en Él aún si no tenía todo claro?». Esa es la moraleja de la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes buscaron glorificar a Dios ¡aunque les costase la vida! ( ). Como :
Dios promete que todas las cosas trabajan para nuestro bien para que seamos conformados a la imagen de Su Hijo. Y el grado en que esto suena como una promesa poco convincente es el grado en que preferimos a las piedras y escorpiones de este mundo antes que al verdadero pan del cielo. Dios nunca nos garantiza salud, éxito o paz. No obstante, nos promete algo mejor: Promete hacernos amorosos, puros y humildes como Cristo.
En resumen, la voluntad de Dios es que tú y yo seamos felices y santos en Jesús… Las únicas cadenas que Dios quiere que llevemos son las cadenas de la justicia —no las cadenas del subjetivismo desalentador, ni los grilletes de una vida libre de riesgos o de una toma de decisiones basada en el horóscopo— solo las cadenas propias de un siervo de Jesucristo. Muere al yo. Vive para Cristo. Y luego haz lo que quieras, y ve a donde quieras ir, para la gloria de Dios.
Podemos confiar en Dios. La historia de la humanidad y nuestra propia experiencia demuestran que Él es digno de confianza.
Imagina que te encuentras en el jardín del Edén, junto a Adán y Eva, lo suficientemente cerca como para escuchar la tentación de la serpiente. Sabiendo lo que sabes sobre las consecuencias del pecado, ¿qué le dirías a Eva? Seguramente, irrumpirías en la escena gritando: «¡No lo hagas! ¡Es una trampa! ¡Niégate a ti misma!». De este lado de la historia, sabemos que «la paga del pecado es muerte» ( ). Sabemos que, a pesar de que el pecado promete plenitud y placer, nos dejará hambrientos y dolidos. Conocemos que todos los problemas del mundo de hoy se remontan a aquel primer pecado.1
Eva no creyó en las palabras de Dios ¿Puedes verlo? Confía en Dios, aún si el resultado no es el que esperas y tienes que pagar un precio enorme por ser fiel. Vale la pena. Si has gustado a Cristo, confía en Él. Después de todo, nada ni nadie puede quitarte lo más precioso que tienes: una fuente de vida que supera a todo ( ).
La historia de la humanidad y nuestra propia experiencia demuestran que Dios es digno de confianza
¿Quieres glorificar a Dios o quieres obtener un «buen» resultado? ¿Estás dispuesto a glorificar a Dios con tus decisiones sin importar si te benefician o te perjudican?
Sigue la guía del Pastor
Quisiera animarte a hacer otro pequeño ejercicio conmigo. Abre tu Biblia en el Salmo 23 (hazlo ahora, antes de seguir leyendo). Lee el salmo, pero cada vez que encuentres un verbo cámbialo a la primera persona del singular. Te ayudo y luego tú sigues:
Yo soy mi pastor (es decir, mi propio guía, mi protector y mi sustentador). Nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hago descansar; junto a aguas de reposo me conduzco. Yo restauro mi propia alma, me guío a mí mismo por senderos de justicia por amor a mi nombre…
Suena extraño, ¿verdad? El ejercicio sirve para que nos demos cuenta de quién es la responsabilidad de guiar. ¿De quién crees? ¿Del pastor o de la oveja? ¿Sabes por qué las ovejas necesitan un pastor? ¡Porque son tontas! ¡Porque se pierden constantemente! ¡Porque no saben a dónde ir ni cómo llegar! Esa es tu parte y la mía, «meter la pata». ¿Para qué? Para que Dios haga Su parte y nos rescate.
Déjate guiar por Dios y recuerda, tu filtro de evaluación no deben ser los resultados de tus decisiones sino la actitud de tu corazón al tomar las decisiones. Por último, quiero dejarte estas palabras de Horatius Bonar y animarte a que las puedas orar con regularidad:
Tu camino, Señor, no el mío ¡por oscuro que este sea!
Guíame con Tu propia mano, y elige el camino para mí.
Sea liso o abrupto sea, siempre será lo mejor;
zigzaguee o vaya recto, dará igual: a Tu reposo llevará.
No me atrevo a elegir mi sendero; no lo haría aun si pudiera;
elige Tú por mí, mi Dios, para que vaya por recta vereda.
El reino que yo busco Tuyo es:
que el camino que a él lleve sea el Tuyo, pues si no, sin duda me perderé.
Toma mi copa y llénala de tristeza o de alegría,
como mejor te parezca; elige Tú mi mal, mi bien.
Elige por mí a mis amigos, mi salud, mi enfermedad:
elige Tú mis cuidados, mi pobreza o mi riqueza.
No soy yo, no soy quien elige en cosas grandes o pequeñas;
sé Tú mi guía, mi fuerza, mi sabiduría, mi todo.
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